domingo, 12 de julio de 2009

Santo Tomás de Aquino

I/ BIOGRAFÍA
Filósofo y teólogo cristiano del S. XIII. Es el autor de la síntesis entre la filosofía de Aristóteles y la teología cristiana, lo cual no fue muy bien visto por parte de las autoridades eclesiásticas y los Averroístas latinos.
La suya fue una vida dedicada por entero al estudio y la redacción de sus numerosas obras, entre las que podemos destacar Suma contra los gentiles, Suma teológica, Cuestiones disputadas sobre la verdad, Sobre el ente y la esencia.



II/ RELACIONES ENTRE RAZÓN Y FE
El conflicto entre los defensores de aceptar el aristotelismo y sus detractores dentro de la Iglesia obligó a replantear el problema entre la fe y la razón, entre la filosofía y la teología. La autoridad eclesiástica prohibió, bajo pena de excomunión, que se enseñase en París la física y la metafísica de Aristóteles. Finalmente, se incluyó su enseñanza en algunos programas universitarios.
Tomás de Aquino tuvo un papel fundamental a la hora de cristianizar a Aristóteles. Aunque admiró a Aristóteles, reconoció que hay un ámbito que no es accesible a la razón humana. Se trata del ámbito de lo sobrenatural, que sólo se puede alcanzar mediante la fe.
El sistema tomista establece una clara distinción entre la razón y la fe, así como la colaboración de ambas para el esclarecimiento de la verdad revelada. (Aquino reacciona contra las afirmaciones de los averroístas negando que puedan existir contradicciones entre las verdades de la razón y las de la fe; pero tampoco acepta la poca claridad del agustinismo sobre este asunto).
Aquino afirma que la filosofía y la teología son formas de conocimiento independientes, autónomas, cada una emplea su propio método. La filosofía se basa en la razón y sólo debe dar crédito a lo que ésta concluya mediante sus razonamientos. El modo de conocer propio de la razón o del entendimiento humano es la abstracción, esto supone que hay que partir de lo sensible, de los datos que nos suministra la experiencia sensible, para remontarse, desde ahí, a los primeros principios o causas. (El objetivo último es conocer a Dios, en la medida en que éste puede ser conocido por el hombre. El conocimiento que el ser humano puede tener de Dios es limitado e imperfecto porque nuestro entendimiento está ligado a la experiencia sensible, por tanto, su objeto de conocimiento más adecuado es la realidad sensible. Sin embargo, de Dios podemos obtener un conocimiento basado en la analogía, es decir en las comparaciones que podemos establecer entre las realidades creadas, limitadas e imperfectas, y su causa perfecta e infinita).
La teología, por el contrario, se basa en la fe, que es un acto de asentimiento de los dogmas, y aunque los dogmas no pueden ser penetrados ni comprendidos por nuestra razón, sin embargo, deben ser aceptados como verdades absolutas porque son lo que Dios ha revelado de sí mismo. El método de la teología es partir de la revelación, de los “artículos de fe” para intentar aclararlos.

La filosofía y la teología buscan la verdad, con respecto a ella Aquino defiende lo siguiente: la verdad es única, las verdades de la razón y las verdades de la fe concuerdan, no puede haber contradicciones, como defendían los averroístas latinos. No obstante, hay verdades que exceden por completo nuestra capacidad cognoscitiva y han tenido que ser reveladas, se trata de los artículos de la fe, por ejemplo, que Dios es uno y trino; otras son alcanzadas por la razón, se trata de las verdades del mundo natural, no han sido reveladas; y otras son comunes a la filosofía y la teología, de modo que, además de haber sido reveladas, la razón puede captarlas tras sus procesos de razonamientos. Estos son los llamados preámbulos de fe.
A pesar de estas diferencias, Aquino defiende la colaboración entre filosofía y teología, lo cual le permitía utilizar los principios aristotélicos para elaborar su sistema teológico-filosófico. La filosofía presta ayuda a la teología demostrando, mediante argumentos, datos científicos o filosóficos, los preámbulos de la fe (por ejemplo, la existencia y la naturaleza divina); o rebatiendo las objeciones que puedan formularse contra los dogmas. Es decir, la teología debe aprovecharse de los métodos racionales para hacer más claras y comprensibles las verdades de la fe.
La teología, por su parte, ayuda a la filosofía completando, mediante las verdades de la fe, el conocimiento limitado que alcanza la razón, de ahí que la teología actúe como criterio regulador de la verdad: cualquier conclusión racional contraria a la fe debe ser revisada, no pueden haber contradicciones entre las verdades de la razón y las de la fe. La fe es infalible, la razón se equivoca.

Pero la razón última de esta colaboración es la salvación del hombre. Aquino considera que Dios es el fin del ser humano y el conocimiento de Dios es esencial para que éste pueda dirigirse hacia su fin, por tanto, la verdad o el error sobre Él son de gran importancia. El descubrimiento de verdades tan importantes para la vida y la salvación no debe depender exclusivamente de la razón humana. La razón es débil, su alcance es limitado, además no todos tienen la preparación o el tiempo suficiente para dedicarse a la reflexión. De ahí que estas verdades hayan sido reveladas, además de ser accesibles a la razón.
Esta colaboración entre razón y fe, este esfuerzo por racionalizar algunos dogmas del cristianismo es lo que hace posible las pruebas para demostrar la existencia de Dios, así como la presencia de Dios en sus criaturas, sobre todo, en el hombre.



III/ LA TEOLOGÍA TOMISTA

3.1. Pruebas para demostrar la existencia de Dios
Aquino considera que es necesario demostrar la existencia de Dios porque esta verdad revelada ni es un conocimiento innato, ni es algo evidente que la razón comprenda de manera directa e inmediata. Según Aquino, el conocimiento que el ser humano puede alcanzar sobre Dios es limitado porque nuestro entendimiento depende de la información sensorial, lo cual supone que la realidad que se adecua mejor a nuestra capacidad cognoscitiva es la realidad sensible o creada. No obstante, se puede demostrar la existencia de Dios a partir de lo más próximo a nosotros: lo creado.
Las pruebas de Aquino, también denominadas vías, son a posteriori (es decir, “a partir de lo que es posterior”, ya que todo efecto es posterior a su causa) porque van del efecto a la causa. Estas vías se oponen al argumento ontológico de S. Anselmo que parte de la idea de “Dios” como “ser perfectísimo” y deduce su existencia, porque si ésta le faltara ya no sería perfectísimo.
Aquino, ya lo hemos indicado, emprende la racionalización de este dogma utilizando la forma de proceder de la razón: partir de aquello en lo que se basa nuestro conocimiento: la realidad sensible que captamos a través de los sentidos, para remontarnos hasta la primera causa: Dios.
El esquema de las vías, aunque no siempre se sigan todos los pasos, es el siguiente:
-Punto de partida: un hecho dado por la experiencia.
-Recorrido: Todo hecho tiene necesariamente una causa, pero la serie infinita de causas es imposible y, por tanto, tiene que haber una primera causa.
-Punto de llegada: La primera causa existe y es Dios; luego Dios existe.

En síntesis, las cinco vías afirman lo siguiente:
1º. El movimiento: Se parte de que hay cosas que se mueven y se concluye que Dios es el Primer Motor Inmóvil.
Se parte de que hay cosas que se mueven, pero es imposible que algo sea, a la vez, motor y móvil, y que se mueva a sí mismo. Todo necesita de un motor exterior que sea la causa del movimiento del móvil, ese motor, a su vez, necesita de otro y así sucesivamente; pero la serie infinita de motores es imposible. Llegamos, entonces, a un motor no movido, a un primer motor inmóvil. Y concluye Aquino: "todos entendemos que ese primer motor es Dios".

2º. La causalidad eficiente: Se parte de la existencia de causas eficientes subordinadas y se concluye que Dios es la Primera Causa Eficiente.
Se parte de la existencia de causas eficientes subordinadas: nada puede ser causa de sí mismo porque, para serlo, tendría que haber existido antes de sí. Así, pues, toda causa eficiente supone a otra y esta, a su vez, a otra. (La primera causa explica a la que está en medio y ésta a la última). Pero la serie infinita de causas es imposible Así, pues, tiene que haber una primera causa eficiente –que no sea causada- "a la cual -afirma Aquino- todos los hombres llaman Dios".

3º. El ser contingente y necesario: Se parte del hecho de que algunos seres empiezan a existir y perecen y se concluye la existencia de Dios como Ser Necesario.
Se parte del hecho de que algunos seres nacen y perecen, lo que muestra que pueden ser y no ser, o sea, son contingentes. Pero lo contingente no tiene en sí mismo la razón de su existencia. Debe haber, entonces, un ser necesario que sea la causa de que los seres contingentes lleguen a existir. Y ese ser necesario es Dios.

4º. Los grados de perfección: Se parte de los distintos grados de perfección que se dan en los seres creados y se concluye que Dios, Ser Perfectísimo es la Causa de las perfecciones de los demás seres.
Se parte de los distintos grados de perfección de los seres creados, pero el más y el menos supone siempre un término de comparación que es lo absoluto; se concluye, por tanto, que tiene que haber un ser perfecto, bueno... en grado sumo, que sea la causa de las perfecciones relativas que encontramos en los demás, y ese es Dios.

5º. El orden del mundo: Se parte de que los seres actúan para conseguir un fin y se llega a Dios como Inteligencia ordenadora.
Se parte de que los seres, incluso las que carecen de conocimiento, actúan para conseguir un fin. Esto no sería posible si esas cosas no estuvieran gobernadas por un ser dotado de inteligencia. Tiene que haber, por tanto, una inteligencia ordenadora que lo ha creado todo en orden y armonía.


3.2. La naturaleza divina
Demostrada, supuestamente, la existencia de Dios, Aquino procede a aclarar su naturaleza o esencia, pero es consciente de la dificultad de tal empresa. ¿Cómo podemos conocer a un ser que transciende nuestra experiencia sensible? ¿cómo podemos formarnos ideas que expresen la naturaleza de un ser de este tipo?, si nuestro lenguaje tiene su referente objetivo en la experiencia sensible ¿cómo mediante nuestras palabras pretendemos expresar la naturaleza divina?. Esta dificultad radica en el hecho de que lo que conocemos los seres humanos mediante nuestros sentidos y entendimiento es la realidad sensible y esto parece ser incompatible con Dios.

Para aclarar la naturaleza divina, Aquino emplea otras vías. La primera de ellas se conoce como Vía negativa y en ella se indica que de Dios no podemos saber lo que es sino lo que no es. Si los seres que conocemos se caracterizan por ser finitos, móviles, compuestos de esencia y existencia o de materia y forma..., Dios no es nada de eso, sino infinito, eterno, simple o uno (no compuesto), inmutable. Dios es causa primera, ser necesario, motor inmóvil, acto puro.
A Dios tenemos que aplicarle atributos que niegan todos aquellos atributos que sí le corresponden a los seres creados. O dicho de otra manera, hay que negar de la esencia divina todo lo que no le pertenece. Por ejemplo, de Dios tenemos que negar todo lo que esté relacionado con la finitud, corporeidad, composición, movimiento... Esas negaciones de la naturaleza divina no indican imperfecciones, sino todo lo contrario. Y aún así, lo que pueda ser Dios rebasa nuestra capacidad de comprensión.

Otra vía es la vía de la eminencia o analogía: Los nombres o atributos que aplicamos a las criaturas y a Dios no han de entenderse en un sentido unívoco, ni equívoco (es decir, teniendo el mismo significado u otro distinto, respectivamente), sino análogo.
La analogía supone que entre Dios y lo creado hay una relación de semejanza y de diferencia a la vez. Lo creado es semejante a Dios porque es su obra; ahora bien, aunque lo creado es semejante a Dios, no se puede decir que Dios sea semejante a la criatura porque él es el modelo absoluto, la perfección, y lo creado es una imitación. Por otra parte, esa semejanza de las criaturas con respecto a Dios es imperfecta y deficiente.
Tenemos entonces que lo creado es al mismo tiempo semejante a Dios y diferente. Es semejante a él en cuanto que es una imitación suya, y no es semejante por cuanto su semejanza respecto a Dios es imperfecta.



IV/ EL SER CREADO

4.1. Principios aristotélicos y no aristotélicos del sistema tomista
Para elaborar su propio sistema ontológico, Aquino asimila conceptos y explicaciones de Aristóteles, pero incorpora otros principios que proceden de Platón, Agustín, y de la filosofía árabe, respectivamente, el principio de participación, el ejemplarismo o la causalidad ejemplar y la distinción entre esencia y existencia.
Acepta de Aristóteles la teoría hilemorfista, la distinción entre sustancia primera, sustancia segunda y accidentes, la explicación del movimiento mediante los conceptos de acto y potencia, la teoría de las cuatro causas. Según todo esto, nuestros sentidos y nuestra razón nos muestran a los seres sensibles como compuestos de materia y forma, de acto y potencia; en ellos se puede distinguir lo sustancial de lo accidental; son seres que están sometidos al cambio, de modo que adquieren o pierden ciertas características.
A las cuatro causas, Aquino añade la causalidad ejemplar (concepto neoplatónico y agustiniano), según la cual, las Ideas o Formas, que existen en la mente divina, son los modelos, paradigmas o ejemplos para hacer las cosas creadas.

Pero en estos seres, los creados, se da una distinción entre esencia y existencia. Esta distinción, tomada de la filosofía árabe, le va a permitir a Aquino explicar la relación entre el Creador y lo creado en consonancia con el dogma cristiano de la creación.
Según Aquino, en todo ser, salvo en Dios, se distinguen realmente la esencia (lo que la cosa es, quidditas, el conjunto de rasgos que determinan sus propiedades y acciones. Por ejemplo “hombre”: “animal racional”) y la existencia (el hecho de que algo exista, se dé efectivamente. Por ejemplo, este hombre concreto que existe con sus peculiaridades).
Se pueden definir muchas cosas sin que existan, como los centauros y las sirenas, por lo que debe haber una diferencia entre la esencia y la existencia. La existencia es lo que hace que las cosas existan, pero no está incluida en su esencia: todo lo que “existe” es, pero no todo lo que “es” existe.

Los seres creados están compuestos de materia y forma (si se trata de un ser o sustancia corpóreo, o sólo de forma si se trata de un ser inmaterial). Pero, sobre todo, hay que destacar la composición la de esencia y existencia, que Aquino interpreta mediante los conceptos aristotélicos de acto y potencia. La esencia es algo potencial o posible: puede llegar a existir o no; la existencia es acto, ella es la que actualiza esa potencialidad o posibilidad de llegar a ser. Es decir, la esencia no contiene en sí la razón suficiente de su existencia; es necesario que reciba la existencia de otro. Por tanto, si la esencia de todo ser real y finito es distinta de su existencia y reconocemos que lo que no es o existe, no puede darse a sí mismo la existencia, entonces hay que admitir que todo ser de este tipo -aquel cuya existencia es distinta de su esencia- recibe la existencia de otro. Es, pues, necesario que exista un ser en quien la esencia y la existencia sean una sola y misma cosa, y ese ser es Dios.
Lo que caracteriza al ser creado es su contingencia: esos seres existen, nos tropezamos con ellos, están ahí de hecho; pero pudieron no haber existido o pueden dejar de existir, es decir, no son necesarios.
Como acabamos de señalar, la distinción entre esencia y existencia reclama la existencia de un ser que sea el creador de esa composición y ese ser es Dios. Dios es el único ser necesario: ha existido y existirá siempre, no puede no existir. En él la esencia y existencia se identifican, su esencia consiste en existir. Dios es el existir mismo, si es el existir puro, es la plenitud absoluta del ser, él es el Ser. Desde luego, hay que reconocer que los seres creados son algo, pero tienen ser porque han recibido de Dios la esencia y la existencia que poseen.

El otro principio no aristotélico del sistema tomista, en este caso, platónico, es el principio de participación. “Participación” es nombre con el que se designa la relación entre la criatura y el creador. Según este principio los seres creados participan de la existencia en grados diferentes de perfección dependiendo de sus respectivas esencias. Pero esa participación del ser de Dios, por parte de las criaturas, siempre es imperfecta. Sólo Dios es la existencia y la perfección absolutas.

Señalar, por último, que Aquino adopta el dogma cristiano según el cual Dios ha creado el mundo de la nada libremente. Considera que no se puede demostrar que el universo sea eterno, tampoco se puede probar que ha sido creado en el tiempo. Lo que sí se puede probar es que no hay contradicción en admitir que el mundo ha sido creado.



V/ LA ANTROPOLOGÍA TOMISTA

5.1. La naturaleza humana
Tomás de Aquino adopta la concepción aristotélica del hombre pero introduce las modificaciones necesarias para adecuarla a la doctrina cristiana.
El ser humano, para Aquino, es la más importante de las criaturas por su alma racional y espiritual. Por su alma racional, el hombre es “a imagen y semejanza” de Dios. La “semejanza” del ser humano con respecto a Dios, aun siendo imperfecta, radica en que su alma racional, además de diferenciarlo del resto de la creación, le indica o prescribe una finalidad trascendente: asemejarse lo más posible a su creador. Este “acercamiento” depende tanto del conocimiento como del cumplimiento de la ley moral.

Frente al dualismo platónico, Aquino considera, al igual que Aristóteles, que el hombre es una unidad sustancial de modo que el hombre no es solo el alma ni solo el cuerpo, sino el compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo es la materia individualizada o la materia determinada según la cantidad. El alma es la forma substancial del cuerpo, se caracteriza por ser racional. El alma es el principio de todas las operaciones vitales, de manera que, siendo racional y única, determina las funciones vegetativas (crecimiento, nutrición), sensitivas (sensibilidad, movimiento) y racionales (entender, comprender).
La unión alma-cuerpo no se interpreta como algo accidental o como un castigo impuesto al alma. Para que el alma pueda sentir y tener ideas es necesario el cuerpo que está dotado de órganos sensoriales, pero éste, por sí solo, tampoco puede llevar a cabo estas operaciones cognoscitivas. La unión alma-cuerpo no va en detrimento del alma, sino en su provecho.
La unión tan íntima entre alma y cuerpo plantea el problema de si el alma es inmortal o no. Aquino defiende que el alma, aunque es la forma del cuerpo y tiende naturalmente a unirse a él, porque en esa unión es donde alcanza su perfección natural, sin embargo, es inmortal. El alma es una forma subsistente, puede existir aparte del cuerpo porque es espiritual o inmaterial. Cuando el cuerpo muere el alma deja de ser su forma, su principio vital, pero no se ve afectada por la corrupción del cuerpo.


5.2. El conocimiento humano
El hombre gracias a su cuerpo dotado de órganos sensoriales entra en contacto con la realidad material y sensible. Los sentidos nos informan de las cosas u objetos singulares, de sus cualidades sensibles, pero el conocimiento no concluye aquí. Partiendo de los datos de los sentidos -que son el punto de partida necesario pero no suficiente- y gracias al entendimiento, el ser humano puede llegar a conocer el universal, o sea, la esencia o forma que se halla impresa en la cosa concreta.
Aquino afirma que en el entendimiento no hay ideas innatas ni "iluminaciones" divinas, por tanto, se tiene que partir de los datos sensoriales para que el entendimiento pueda abstraer el universal.
La actividad del entendimiento consiste en eliminar los rasgos variables, accidentales, estrictamente individuales... de la imagen particular que se ha grabado en la memoria o imaginación, gracias a los datos sensoriales. El entendimiento forma una imagen o representación universal. Sobre esa representación se forma el concepto universal que permite conocer la esencia y obtener un conocimiento universal. Tras todo esto se conoce la cosa concreta, pero dando un rodeo: primero se conoce lo universal, y luego, indirectamente, lo concreto.


5.3. La teoría ética
También en este punto hay semejanzas y diferencias con respecto a Aristóteles.
Aristóteles afirma que todos los seres tienden a la consecución de su propio fin, es decir, a la actualización o máxima perfección de su forma. Para el ser humano ese fin es la felicidad; felicidad que logra al perfeccionar su racionalidad y entregarse al conocimiento de la verdad. Tomás de Aquino comparte este análisis, sin embargo, se separa de Aristóteles, al vincular la felicidad con Dios. (Aristóteles, recordemos, asocia la felicidad con la vida teórica y las virtudes éticas, pero siempre consideró que era un fin a alcanzar en esta vida y para esta vida).
La felicidad perfecta, según Aquino, está en la “beatitud” o unión con Dios mediante el conocimiento y el amor, y esto se logra de manera definitiva tras la muerte. En esta vida el ser humano puede conocer que Dios existe y puede alcanzar una noción imperfecta de la naturaleza divina, basándose en la analogía, por ejemplo, pero sólo en la vida futura, tras la muerte, puede conocer a Dios como es en Sí mismo. Por tanto, la felicidad que puede alcanzarse en esta vida es imperfecta y está orientada al logro de la que sí es perfecta y última.
Aquino considera las virtudes morales como hábitos y cualidades de la mente por las que el ser racional vive rectamente. Estos hábitos se adquieren mediante la repetición de actos buenos, lo cual nos predispone a ejecutar en el futuro actos igualmente buenos. La virtud también es término medio entre extremos incorrectos. El objetivo de la virtud es asegurar la conformidad o acuerdo entre la norma de la razón y la parte apetitiva o pasional del alma. Aquino diferencia entre virtudes intelectuales, como la prudencia, y morales, entre éstas destacan las virtudes cardinales: justicia, fortaleza y templanza. Éstas se refieren a la adecuación del apetito a la razón con el fin de evitar el exceso y el defecto.

Veamos a continuación un aspecto decisivo de la ética de Aquino: la ley natural.
Aquino afirma que el ser humano posee, al igual que otros animales, una serie de tendencias enraizadas en su naturaleza que le orientan al logro de determinados fines. Pero, a diferencia de los demás seres naturales, el ser humano es un ser racional que toma conciencia de sus propias tendencias (estas tendencias no hay que interpretarlas como impulsos mecanicistas, sino como una conducta orientada a un fin). Por tanto, como ser racional que es, el ser humano puede reflexionar y formular ciertas normas de conducta acordes con las exigencias de su propia naturaleza. Bien, pues, el conjunto de normas o deberes que derivan de la propia “naturaleza humana” y que la razón práctica reconoce como “buenas”, es decir, como normas que deben ser cumplidas, es la ley natural.
El primer precepto de la ley natural (que se corresponde, paralelamente, con el primer principio de la razón especulativa, que es el “principio de no contradicción”) se funda en la noción general de “bien” como aquello que todos los seres apetecen o buscan (“El bien es lo que todos apetecen”). Ese primer precepto se formula así: “El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”. Los restantes preceptos de la ley derivan de este.
La deducción de los otros preceptos que forman parte de la ley moral sigue el mismo orden de las inclinaciones naturales. (Recordemos que el “bien” para el hombre es aquello que conviene a su naturaleza, a sus tendencias naturales, y que su razón, además, le muestra como “bueno”, como lo que debe alcanzarse). El resultado es el siguiente: a) El ser humano, en tanto que sustancia y al igual que cualquier otra sustancia, tiende a conservar su propia existencia. El cumplimiento de esta tendencia impone el deber moral, y así lo reconoce la razón, de conservar la vida.
b) En tanto que animal y al igual que los restantes animales, el ser humano tiende a procrear y cuidar la prole. La razón ordena la propagación de la especie y dar los cuidados necesarios a los hijos. Este es otro precepto.
c) En tanto que ser racional, el hombre tiende a buscar la verdad y a vivir en sociedad. De estas tendencias surgen las normas morales de buscar la verdad y respetar las exigencias de la justicia, pues la convivencia humana no es gregaria, sino que está orientada al logro de ciertos fines o bienes comunes.

Esta “ley natural” no es arbitraria o caprichosa, sino que tiene su fundamento último en la “ley divina o eterna”. Dado que Dios es el creador de todo, Él es el origen de la naturaleza de cada ser y, por tanto, de la ley natural, ley que hay que entender como una participación de esa ordenación divina del mundo. Pero mientras que la conducta de los animales está regulada por “leyes físicas”, el comportamiento del ser humano está regulado por la “ley moral o natural” porque es libre. Aquino, afirme que el ser humano es el único que puede transgredir la ley que se halla impresa en su naturaleza y pecar.



VI/ INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES DEL PENSAMIENTO DE AQUINO

6.1. Influencias
Las fuentes del pensamiento de Aquino son, por una parte, el pensamiento cristiano recibido a través de Agustín, y por otra, Aristóteles, a quien nuestro autor logrará incorporar al pensamiento cristiano.
De Aristóteles acepta: la teoría hilemorfista, la distinción entre sustancia y accidentes, la teoría de las cuatro causas, la explicación del movimiento como paso de la potencia al acto.
Acepta la concepción hilemorfista del ser humano, de modo que el alma es la forma y el acto del cuerpo, pero Aquino considera que el alma es inmortal. Admite que el fin último del hombre es la felicidad; acepta igualmente que las normas morales se basan en la naturaleza humana, que es de carácter teleológico.
Comparte con Aristóteles la concepción del conocimiento como un proceso de abstracción a partir de la sensibilidad.
También se percibe la influencia aristotélica en la concepción de Dios como Acto Puro, es decir, como un ser sin potencialidad alguna, inmutable, y en la demostración de su existencia mediante el movimiento: la primera vía.
De los neoplatónicos y Agustín recoge la “causalidad ejemplar”.
De los filósofos árabes acepta la distinción entre esencia y existencia.

6.2. Repercusión y vigencia

El pensamiento de Aquino constituyó una innovación radical de la Escolástica. La novedad que suponía el enfoque basado en Aristóteles supuso el rechazo del pensamiento cristiano inspirado en Platón y Agustín de Hipona. La propia jerarquía eclesiástica condenó algunas tesis tomistas, pero acabará siendo aceptado y defendido por la Iglesia.
Hasta el S. XVI, las ideas de Aquino ejercieron una gran influencia en el pensamiento filosófico y escolástico, sobre todo su teología. Después decayó hasta que en el S. XIX resurge la filosofía neotomista de la mano de la Iglesia. Los pensadores más destacados han sido Jacques Maritain, Etienne Gilson, un importante estudioso de la filosofía medieval.

En la actualidad buena parte del pensamiento de la Iglesia se sustenta en ideas tomistas.

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