domingo, 12 de julio de 2009

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA GRIEGA.

I. TRANSFORMACIONES SOCIO-POLÍTICAS DESDE S. VIII-III a C.

El surgimiento de la Filosofía y su desarrollo posterior corrió paralelo a una serie de transformaciones sociales, políticas e intelectuales que vamos a exponer a continuación. Los cambios socio-políticos e intelectuales que tuvieron lugar en torno al S. VI a C. favorecieron el nacimiento de la propia filosofía. Los posteriores, sobre todo los relacionados con la política –instauración de la democracia- influyeron en la filosofía haciendo que ésta se ocupara, a partir del S. V de nuevos problemas relacionados con la enseñanza de la virtud, o el orden socio-político ideal (el llamado “giro antropológico”), o que en la época helenística, S. III-I a. C, le diera más importancia las cuestiones éticas frente al problema de la Naturaleza o del conocimiento.


1.1 Cambios socio-políticos
Los historiadores suelen distinguir cinco etapas dentro de la historia general del mundo griego: La época micénica –2000 a. C. al 1150 a. C.-, la época oscura –del 1150 a. C. al 800 a. C.-, la época arcaica –del 800 a. C. al 500 a. C.-, la época clásica –del 500 a. C. al 338 a. C- y la época helenística –del 338 a. C. al 146 a. C.-.

La época arcaica se caracteriza por una serie de cambios: la aparición de las ciudades-estado o polis, las colonizaciones, la paulatina democratización de la vida pública, la aparición de un nuevo tipo de escritura alfabética…, surgen, así mismo, la poesía, la literatura y la filosofía.
La sociedad arcaica (S. XII-VIII a. C., aprox.) era una sociedad agrícola, guerrera y jerárquica. Se agrupaban ya en pequeñas ciudades independientes –las polis se formaron en la época anterior por agrupamiento de las pequeñas aldeas que mantuvieron contactos comerciales-. El poder fue acaparado por la nobleza.
La estructura social era jerárquica: los nobles o aristoi y el pueblo.
Los nobles eran una pequeña capa de la población que detentaba el poder económico, político y religioso. Acumulaban riquezas, dirigían la guerra, impartían justicia según leyes tradicionales no escritas, y en tiempos de paz disfrutaban ostentosamente de su ocio y riquezas.
Contaban con un modelo ideal de hombre que los poetas se encargaban de ensalzar y en el que se destacaban son los siguientes rasgos: se consideraban a sí mismos buenos y hermosos, estaban dotados de valor para la guerra y de buen juicio o de una sabiduría natural que les capacitaba para tomar decisiones políticas e impartir justicia, puesto que también poseían templanza o moderación, es decir, tenían sentido de la justicia. Todas estas virtudes se heredaban, se poseían por su linaje de sangre, de modo que bueno es el de noble cuna y malo el plebeyo. Daban especial importancia al éxito, es decir, había que ser siempre el mejor, el primero en todo, y a la fama o reconocimiento de la valía o excelencia personal por parte de todos, incluso después de muerto, porque aunque las virtudes se heredasen, había que demostrar que se poseían.
Este cuadro idealizado marcaba las metas de su educación moral; esta imagen evidentemente también justificaba su dominio político y económico.
El pueblo se dedicaba a la agricultura y la ganadería, no participaba en la política. Era representado como la clase de los malos, feos, cobardes, carentes de todo sentido del respeto y la fidelidad, estaban dominados por un afán constante de rebelión contra el orden instaurado.

A partir del S. VIII-VII la situación empieza a cambiar. Se produjo una importante expansión colonial por todo el Mediterráneo. Las causas de esta expansión colonial fueron un aumento considerable de la población, así como una mala distribución de la tierra y las riquezas. La colonización y el comercio van a crear una nueva clase social enriquecida que se enfrenta a los nobles terratenientes para obtener más privilegios. Por otra parte, el pueblo se encuentra cada vez más marginado y endeudado, llegando a situaciones casi de esclavitud. A la hora de imponer justicia el soborno y la arbitrariedad eran frecuentes; no habían leyes escritas. La nobleza quiere seguir acaparando el poder, pero dejaron de ser imprescindibles para la defensa de la ciudad desde el momento en el la caballería –que hasta ese momento llevaba el peso de la guerra- fue sustituida por la infantería, los hoplitas. Los hoplitas eran ciudadanos normales que podían comprarse armas y tener peso en las decisiones políticas y tomar parte en las asambleas. En resumen, la nobleza seguía pretendiendo acaparar el poder, pero se producían continuos conflictos de intereses con otros grupos sociales.
La situación degeneró en luchas y revueltas durante los S. VII-VI, aproximadamente. Surge un amplio movimiento que, en torno al ideal de Justicia, pide mejoras económicas y políticas. De hecho, la solución a la crisis llega a través de una igualación o isonomía progresiva. Los nuevos legisladores, los tiranos, promueven reformas políticas que posibilitan la participación, cada vez mayor, del pueblo en los asuntos de la ciudad, además de una cierta mejora en su situación económica. En este contexto se va gestando la idea de que la polis, o ciudad-estado, es una comunidad cuyo destino compete a todos.
Este proceso de igualación dio paso, a partir de los S VII-VI, a la instauración de la democracia[1] en las ciudades más florecientes, el caso más ejemplar fue el de Atenas, cuya constitución fue redactada por Solón a principios del S. VI a C. Conviene tener presente que Solón fue coetáneo de Tales de Mileto, a quien se considera el primer filósofo griego.
Bien, pues, la colonización, el comercio y la democracia se consideran factores decisivos para el surgimiento de la filosofía, asunto al que dedicaremos más de atención en el apartado siguiente.

Siguiendo con las transformaciones socio-políticas que tuvieron lugar en Grecia debemos mencionar lo siguiente:
El esplendor político, económico y cultural que alcanzó Atenas durante el S. V a C. tras la victoria de los griegos contra los persas (las guerras médicas), en buena medida porque se convirtió en la metrópoli que lideraba la Liga de Delos, empieza a decaer en el S IV a C. La rivalidad soterrada entre Atenas y Esparta acaba desencadenando las Guerras del Peloponeso que se saldan con la derrota de Atenas.
Atenas perdió la hegemonía política y militar, aunque mantuvo su superioridad en el terreno del arte, la cultura y la filosofía –tanto Platón como Aristóteles abrirán sus escuelas en Atenas durante el S. IV-.
La democracia trajo consigo nuevas exigencias para el triunfo en la actividad política. Ya no bastaba con el linaje de sangre para alcanzar influencia y liderazgo político. Ahora para triunfar era necesario prepararse del modo adecuado. Quien quisiera dedicarse a la política tenía que ser, en primer lugar, un buen orador para dominar en la en la asamblea y los tribunales de justicia. De ahí la importancia que cobra en estos momentos la retórica. En segundo lugar, el político tenía que poseer ciertos conocimientos acerca de las leyes, la administración y el Estado.
Esta enseñanza era la que ofrecían los Sofistas, intelectuales que fueron coetáneos de Sócrates y Platón, y con los que éstos últimos mantuvieron discusiones y desacuerdos importantes.

En el S. III a C. se inicia un nuevo período de la cultura griega conocido como período helenístico, cuyo comienzo se hace coincidir con la muerte de Alejandro Magno (323 a C.) –discípulo de Aristóteles, éste muere un año después- y su final con el año 31 a C., cuando Grecia fue conquistada y pasó a formar parte del Impero Romano.
El acontecimiento político más destacado de esta etapa de la historia griega es la pérdida de la autonomía política que sufren sus ciudades-estado.
Alejandro Magno forja un vasto imperio que tras su muerte se divide dando lugar a las monarquías helenísticas. Una de las consecuencias que esto trajo consigo fue que las polis griegas perdieron su autonomía como Estados soberanos. Para los griegos, en general, la participación activa en el gobierno de la ciudad a la que pertenecían era un aspecto esencial de su vida. Al perder esa autonomía muchos griegos debieron comprender que tenían que replantearse el sentido de su vida y de su felicidad porque los parámetros tradicionales ya no les servían, ya no eran ciudadanos de una pequeña ciudad-estado, sino ciudadanos de un mundo demasiado vasto (cosmopolitas) que, además, se ve sometido a crisis políticas y económicas profundas y frecuentes.
Las escuelas filosóficas que se crearon en ese momento, entre las que destacan el estoicismo y el epicureismo, pretenden ofrecer una respuesta a la búsqueda de modelos de vida que proporcionen la felicidad. La seguridad y la felicidad fueron objetivos que muchas personas ansiaban encontrar.
Otro hecho significativo de esta época que conviene señalar es la expansión de la cultura griega por nuevas áreas geográficas. Este fenómeno fue posible gracias a las monarquías helenísticas. Las ciudades que alcanzaron un gran auge cultural fueron Rodas y Alejandría, aunque Atenas siguió siendo el centro de la filosofía.




2. LA FILOSOFÍA.

Una de las contribuciones más importantes de la cultura griega al pensamiento occidental ha sido, precisamente, esta nueva forma de concebir la realidad que se llama filosofía.
Como ya sabemos, la Filosofía occidental se origina en Grecia en el S. VI a C, aproximadamente, en las ciudades coloniales de la costa jónica, las islas del mar Egeo y el sur de Italia. Se considera a Tales de Mileto como el iniciador de esta forma de reflexión racional.
El surgimiento de esta disciplina ocurre cuando el pensamiento mítico empieza a ser sustituido por el pensamiento racional.


2.1. Paso del mito al logos
El mito, que durante años constituyó el marco de referencia para la vida social, espiritual y religiosa del griego, comenzó a ser juzgado como una fábula o una ficción; empezó a extenderse una mentalidad más crítica y racionalista que, poco a poco, echó por tierra las explicaciones válidas hasta entonces (conviene tener en cuenta que los poemas de Homero, y otros, eran para los griegos la fuente fundamental de sus conocimientos sobre valores morales, creencias religiosas, pero también sobre geografía, sobre la historia y las costumbres de otros pueblos, sobre la navegación, la guerra…). En esta pérdida de credibilidad del mito tuvo mucho que ver la filosofía. La filosofía se presentó desde sus comienzos como una explicación alternativa a la ofrecida por el mito, que quiere dar cuenta de los mismos hechos, pero para ello emplea una nueva herramienta: la razón. Ya no acude a la imaginación, las emociones o la autoridad que confiere la tradición, como hacía el mito (tengamos en cuenta que el mito narra las hazañas de los dioses o héroes, pero la verdad de esos acontecimientos no se puede corroborar porque ocurrieron en el tiempo de los orígenes), sino a las razones, las pruebas o argumentos que se puedan aportar.
Ahora bien, tampoco hay que interpretar este desplazamiento, este cambio de mentalidad como un corte rápido, tajante y definitivo entre una interpretación de la realidad y otra; al contrario, la filosofía es el resultado de un proceso de evolución en el que intervienen diversos factores, y entre ellos se encuentra el propio mito. Aunque la separación entre mito y logos aumentara con los años, no por ello el mito desaparece: siguió siendo una parte muy importante de la cultura y la sociedad griega, de su educación, arte, religiosidad.

Entre los factores que propiciaron el nacimiento de la filosofía hay que destacar, como ya señalamos en el apartado anterior, los siguientes:

La colonización y comercio: Con el desarrollo del comercio y la colonización se multiplicaron los viajes y los desplazamientos que favorecieron, no sólo la adquisición de nuevos conocimientos técnicos y geográficos, sino sobre todo el contacto con otras culturas y formas de vida.
En las colonias, que eran enclaves comerciales, se va abriendo paso una forma de conciencia más crítica debido, por una parte, a la necesidad de revisar y adaptar los viejos patrones culturales a la nueva situación: comercio libre, organización política y legislativa de las nuevas metrópolis, búsqueda de beneficios, enriquecimiento de nuevas capas de la población... Y por otra, gracias al contacto y la convivencia con civilizaciones que poseían religiones, mitos, instituciones sociales... diferentes lo cual propicia una mentalidad más crítica. Dicho de otra manera, la puesta entre paréntesis de la sabiduría y creencias populares transmitidas por los poetas, y, a su vez, la constatación de una pluralidad de culturas con dioses, costumbres, formas de organización, etc, diferentes, fueron factores decisivos para el surgimiento de una mentalidad más abierta que reflexiona sobre su propia tradición cultural, y que se vuelve cada vez más consciente de que todo lo referido al ser humano es discutible.

La polis: Las ciudades coloniales estaban abiertas a todo tipo de influencias culturales por su actividad comercial. El auge económico que llegaron a tener favoreció el ocio de una capa de la población que tiene tiempo para la reflexión, la discusión, el arte, el conocimiento... Por otra parte, la instauración de la democracia, con el establecimiento de la igualdad y del derecho a la palabra, afianzó la práctica de la discusión, del diálogo racional y argumentado. Lo cual contrasta con otras civilizaciones de la época

La religión: La suya era una religión politeísta muy vinculada a la ciudad y sus fiestas. No había una clase sacerdotal que tuviera privilegios especiales por estar en contacto con lo divino y con el poder; carecían, además, de libros sagrados en los que se recogieran dogmas de obligada creencia. Al contrario, fueron los poetas (aedos), sobre todo Homero y Hesíodo, los encargados de elaborar y transmitir la vida y hazaña de los dioses.
Esta ausencia de dogmas favoreció la crítica al mito y la búsqueda de explicaciones alternativas.
Debemos mencionar el hecho de que los mitos cosmogónicos de los griegos contaban con elementos no antropomórficos (Moira o Destino), y con un esquema para hacer inteligible el cosmos basado en la siguiente estructura: un estado inicial de indistinción que dará lugar a una separación de los elementos en parejas de contrarios, que posteriormente se mezclan o reconcilian dando lugar a las distintas partes del cosmos.
La filosofía, en sus comienzos, trabajará sobre este esquema.

Por último señalar que los griegos contaban ya con un amplio abanico de técnicas y oficios, los más destacados eran el militar, artístico, político e intelectual. Contaron, a su vez, con observaciones astronómicas obtenidas de Babilonia y cálculos matemáticos procedentes de Egipto.



2.2. Explicación mítica vs. Explicación racional

2.2.1. El Mito
La noción tradicional de mito legada por los griegos insiste en que es una ficción, una fantasía, un cuento frente a lo real; frente a lo racional y moral, el mito es absurdo, escandaloso e inmoral.
Actualmente, desde diversas disciplinas, el mito está siendo valorado de forma más seria y respetuosa. Ya no se lo considera como algo absurdo, irracional; como una forma de pensamiento “bárbara”, “primitiva” o “infantil”, que se corresponde a una sociedad atrasada e inculta que no ha seguido la segura marcha del “progreso” científico y moral. Al contrario, se lo reconoce como una forma de explicación diferente de la que proporciona la ciencia, puesto que recurre a símbolos que no se dejan reducir a los parámetros lógicos y científicos modernos. Se destaca también la función social que desempeña en tanto que elemento de explicación y justificación de las tradiciones y las normas que se dan dentro de una comunidad.

Un mito es un relato, una narración, que cuenta una serie de hechos extraordinarios que ocurrieron en un tiempo primigenio, sagrado, y que tuvieron como protagonistas a unos seres igualmente extraordinarios y fabulosos: los dioses o los héroes.
Las características del mito, tal y como recoge la definición, son:
a) El mito es una narración, una historia, muy significativa para una comunidad, que se transmite de generación en generación, la mayor parte de las veces, de forma oral. Al funcionar como creencias colectivas, los mitos vinculan a toda la comunidad en una manera de ver o entender la realidad.
b) El mito ofrece una explicación de la totalidad de lo real. Trata de explicar el origen del universo, de los dioses, de los hombres; da cuenta también del uso de determinadas herramientas, del cumplimiento de ritos y normas de carácter social.
Para el mito explicar equivale a narrar la génesis u origen de algo; más en concreto, consiste en relatar las acciones de esos seres extraordinarios que crearon algún aspecto de la realidad física que ahora se observa (el cosmos, por ejemplo) o de la cultura humana (el origen de la agricultura, la caza, la pesca, de los ritos funerarios, los sacrificios a los dioses, del Estado, etc.). Esa acción divina ocurrió en un Tiempo remoto, ancestral: el Tiempo de los orígenes.
Por esto se puede afirmar que el mito quiere dar una explicación última o definitiva y, además, universal porque se da cuenta de todo.
Dada su lógica interna, no hay una separación clara entre un hecho natural o social y una acción sobrenatural o divina.
c) El mito ofrece una visión antropomórfica de la Naturaleza, la naturaleza se “humaniza”, aparece poblada por seres o fuerzas que tienen los mismos deseos, tendencias, impulsos que los hombres. Los elementos naturales son personificados y divinizados.
d) El mito prima la arbitrariedad dado que cualquier fenómeno se hace depender de la voluntad de esos dioses o fuerzas sobrenaturales. Sin embargo, los griegos restringieron esa arbitrariedad mediante la idea del Destino o Moira, fuerza abstracta que estaba por encima de los dioses y que imponía un mandato o destino ineludible.


2.2.2. El pensamiento racional o logos
El pensamiento racional también quiere ser una explicación de la totalidad de lo real (lo físico, lo psíquico y lo social), pero esa totalidad se presenta, ahora, como resultado de unos principios o elementos últimos de carácter metafísico, que son además necesarios. Explicar consistirá en desvelar la estructura profunda de la realidad sin salirse de ella.
El mito, como señalamos antes, concibe la totalidad de lo real como resultado de fuerzas sobrenaturales arbitrarias, por tanto, para explicar cualquier aspecto de esa totalidad hay que narrar su origen o génesis, o sea, mostrar su dependencia respecto a una fuerza sobrehumana.

Para el logos la explicación de la totalidad aparece como una búsqueda de la verdad, de la necesidad, o dicho de otro modo, del orden y legalidad de la Naturaleza. Se pretende descubrir el ser o la verdadera realidad porque ésta se esconde tras las apariencias y los cambios. Señalar, de paso, que la filosofía se presenta como un saber estrictamente teórico que no persigue utilidad o beneficio alguno, sino satisfacer el deseo de conocer.
Esta investigación se formula, concretamente, como una pregunta por aquello en lo que consisten verdaderamente las cosas frente a las apariencias y los cambios, o bien como una pregunta por aquel o aquellos principios o elementos que permiten que ocurran ciertos cambios en las cosas, pero sin que éstas dejen de ser lo que son.

Para entender mejor la novedad que supone la explicación racional o filosófica conviene aclarar las categorías fundamentales en las que se asienta esta nueva manera de entender la realidad. Esas categorías son las de necesidad, permanencia, esencia, orden o legalidad. a) El pensamiento racional descarta la idea de arbitrariedad en favor de la de necesidad. Necesario se define como aquello que no puede ser o suceder de otro modo que como ocurre. Necesario se opone a contingente, que es aquello que es o sucede de una determinada manera, pero podría perfectamente ser de otro modo o no haber ocurrido.
b) La idea de que las cosas ocurren cómo y cuándo tienen que ocurrir está íntimamente ligada a la categoría de permanencia o constancia. Esto significa que las cosas tienen unas propiedades fijas y constantes que perduran en el tiempo. Este modo de ser constante o permanente, los griegos lo denominaron esencia. Esencia es una categoría que se refiere a lo que una cosa es, a aquello en lo que consiste verdaderamente, frente a los cambios o transformaciones que puedan acontecerle.
La esencia se opone a la apariencia. La apariencia se refiere al conjunto de rasgos y estados transitorios que puede presentar algo. A veces lo aparente va ligado a lo falso; en otras ocasiones, se refiere a la multiplicidad de estados que puede tener algo, es decir, al cambio o al movimiento que afecta a las cosas y los seres.
La esencia, como modo de ser constante y permanente de los seres, es también lo idéntico o unitario frente a lo diverso o múltiple. Todas las cosas cambian y se transforman, de modo que ahora presentan unas determinadas cualidades, pero más tarde adquieren o muestran otras, y sin embargo, a pesar de esas multiplicidad de apariencias, las cosas siguen siendo las mismas porque hay algo idéntico que permanece determinando lo que las cosas son. Eso es, como sabemos, la esencia.
c) Tenemos que añadir, por último, que la esencia, siendo como es permanente y unitaria, es compartida por una multiplicidad de cosas o seres y ella determina las apariencias y los cambios que les acontecen.
En suma, hay un orden necesario, una ley que "ata" a los seres confiriéndoles ciertas cualidades, ciertos cambios, y negándoles otros... Por ejemplo, un embrión humano llegará a ser un humano adulto, pero no una lechuga. Del verano se pasa al otoño, pero no a la inversa. De un tronco no brotan mesas sino ramas. Esta “regularidad” o “permanencia”, en tanto que obedece a causas o leyes, nos permite conocer la realidad.
Recordemos que el mito, por el contrario, insistía en la arbitrariedad, de modo que las cosas ocurrían cómo y cuándo los dioses querían; el curso de los acontecimientos era alterable.

Señalar, por otra parte, que toda esta labor de búsqueda de la verdadera realidad compete a la razón. Los sentidos por sí solos son insuficientes: ellos nos muestran los cambios, las apariencias primeras de las cosas; pero no lo permanente y constante. Los sentidos nos dan lo que aparentemente es algo, pero no el por qué eso es así y no puede ser de otro modo. Esto último ha de descubrirlo la razón. La razón es la que hace inteligibles los datos sensoriales, la que permitirá descubrir la verdad oculta.

En el siguiente esquema se recogen las coordenadas o estructuras que va trazando el pensamiento racional. Lo más destacable son las dicotomías que se establecen respecto a la realidad y su conocimiento.

CONOCIMIENTO

RAZÓN SENTIDOS

- La esencia. - La apariencia
- Lo permanente. - Lo cambiante.
- La unidad. - Lo múltiple.

VERDAD OPINIÓN
REALIDAD

Añadir, por último, que la idea de que hay esencias o modos de ser permanentes comunes a un conjunto de individuos, es decir, a una multiplicidad de seres que cambian, está poniendo de manifiesto otra tesis fundamental del pensamiento racional. Se trata de la convicción de que todo el universo se reduce a uno o a muy pocos principios o elementos últimos, llamados arché o arjé. Esta pregunta se basa en la actividad racional de clasificar. Si a los muchos seres del universo los agrupo bajo las categorías de animales, plantas y minerales, puedo seguirme preguntando en qué consisten o qué son los animales, plantas y minerales, pues cabría la posibilidad de que fueran estados o variaciones de uno o unos pocos elementos.

2.3. Las principales escuelas y pensadores griegos

La historia de la filosofía griega se suele dividir en tres períodos: la filosofía presocrática (S. VI – V a C, 1ª mitad): abarca desde los milesios hasta los pluralistas. La filosofía del período ilustrado o clásico (S. V-IV a C.): destacan los Sofistas, Sócrates, Platón y Aristóteles. Filosofía helenística (Finales del S. IV en adelante): sobresalen las escuelas estoicas y los epicúreas.


2.3.1. La Filosofía Presocrática.
El tema fundamental del que se ocupan los primeros filósofos es la Naturaleza o Physis. La Naturaleza, tal y como nos la muestran los sentidos, aparece como algo inestable y múltiple, todo parece sometido al cambio, no hay nada quieto, todo nace y perece; esa totalidad, por lo demás, es extraordinariamente variada: los sucesos y los seres son muchos, muy diferentes y además cambiantes. Sin embargo, el cambio y la transformación incesantes no conducen al caos; al contrario, parece haber un orden o necesidad dirigiendo los cambios. Del mismo modo, el carácter perecedero de los múltiples seres individuales no lleva a la desaparición de las especies.
En suma, se interesan por el origen del orden que ahora observamos, por cómo es posible la permanencia de dicho orden a pesar de los cambios, o sea, por la necesidad que determina esos cambios.
Bien, pues, frente a la multiplicidad y al devenir incesante los primeros filósofos se preguntan si no habrá una unidad oculta que explique la propia variabilidad. La pregunta por lo que es la physis se planteó como una pregunta por el arjé o arché, pues podían ser varios. Preguntarse por la physis o arjé equivalía a determinar o “descubrir” (verdad, aletheia):
a) El origen, es decir, aquello a partir de lo cual surgen todas las cosas y hacia lo que retornan siempre (Lo primero o último).
b) El sustrato o elemento del cual están constituidas todas las cosas y que hace de soporte de todos los cambios o transformaciones (La materia o sustrato).
c) El principio activo o ley que rige o determina el proceso del devenir, es decir, lo que actúa como causa. A medida que avanzó la reflexión teórica los factores determinantes se diversificaron.
En resumen, se preguntan si hay uno o varios Principios comunes a todo lo real y que vendrían a ser los constitutivos primarios o primeros de todo, en el sentido de lo que son lo que permanece y no admite transformación ulterior, pues toda transformación sería a partir de ese o esos Principios que, como acabamos de indicar, orientan desde sí mismos el devenir.
Encontrar ese arjé significaba conocer la verdad, des-velar lo que son verdaderamente las cosas. Los filósofos griegos parten del supuesto de que existe un orden objetivo, necesario, inteligible, que es propio de la Naturaleza, que ella posee de forma inmanente con total y absoluta independencia del sujeto conocedor. Ese orden o legalidad, sin embargo, se oculta o desdibuja tras las apariencias, apariencias que no necesariamente son falsas siempre. La razón humana es capaz de desvelar ese orden oculto mediante su razón o logos.
Pero, por supuesto, en lo que ya no coincidieron fue en lo que había que considerar como arjé y en el número de arjai necesario para explicar la Naturaleza y el cambio.


2.3.2. Los filósofos del período ilustrado o clásico
En la segunda mitad del S, V a C. se produce un importante cambio en los intereses intelectuales, que se conoce como “giro antropológico”. La reflexión sobre la naturaleza pasa a ocupar un lugar más bien secundario frente a la importancia que se le concede ahora a las cuestiones relacionadas con el ser humano, en concreto con el tema de la virtud y la educación. Esta centralidad en el problema de la virtud obedece, en gran medida, a las nuevas exigencias que impone la democracia. Quien quiera triunfar en la vida política, deberá prepararse adecuadamente. Este tipo de enseñanza es la que ofrecían los Sofistas.



El movimiento sofista
Se trata de un movimiento de pensadores bastante heterogéneo que hace su aparición a mediados del S. V, siendo Atenas el lugar en el que convergen. Son pensadores muy cultos y bien informados sobre literatura, filosofía, sobre las leyes y costumbres de las distintas ciudades griegas.
Características de este movimiento: a) Son los primeros profesionales de la enseñanza. Van de ciudad en ciudad organizando cursos sobre materias diversas de carácter humanístico (oratoria, derecho, física, política...); cobraban por ello.
Los sofistas se presentan como los maestros de la virtud política porque la enseñanza tradicional estaba desfasada (La virtud política consistía, básicamente, en saber administrar los bienes personales y los del Estado, en lograr el éxito o el poder como orador político). Su objetivo es preparar al ciudadano para que participe en la vida política de la ciudad con éxito.
Todos los sofistas enseñan retórica porque es la herramienta imprescindible para la actividad política. Parte de esta enseñanza consistía en que el alumno aprendiera a defender argumentos contrapuestos con respecto a una misma cuestión. Esta práctica está muy ligada a su escepticismo: la verdad es aquello de lo que se está persuadido, y parece que siempre se puede llegar a persuadir a alguien de lo contrario; no hay verdad sino creencia.
b) Como hemos mencionado más arriba, dieron un giro a la temática filosófica: Lo que ahora interesa es el hombre y, en especial, las instituciones y normas (nomos) por las que se rigen su vida privada y pública. Este cambio se debió, por una parte, a las nuevas necesidades que impone la democracia; y por otra parte, a que toda la filosofía anterior fracasa a la hora de dar una respuesta unánime, o al menos coherente, a lo que es la Naturaleza.
c) Actitud escéptica y relativista en el terreno del conocimiento y en el ético-político.
Afirman que el conocimiento es relativo o imposible. Esta actitud queda muy bien reflejada en el texto de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son”. Sólo se pueden conocer apariencias, las cosas son lo que me parece particularmente que son. La realidad es lo que el hombre, individual o colectivamente, determina como tal, no existe ningún arjé que sea estable. La verdad es subjetiva: si algo, aquí y ahora, me parece frío, eso será verdadero para mí; pero lo mismo a otra persona le puede parecer caliente, o me lo puede parecer a mí mismo en otro momento.

En cuanto al nomos defienden idéntico relativismo. No existen principios morales absolutos, fijos, válidos para todo tiempo y sociedad; sino normas que varían de una comunidad a otra. La razón es que el nomos no es “por naturaleza”, no procede de la naturaleza, sino que es fruto de una convención.
Se establece una distinción entre lo que es por naturaleza (=lo permanente, común, lo verdadero) y lo que es por convención (=lo artificial, lo relativo o contingente, es decir, lo que es así pero puede ser de otra manera; a veces, lo convencional es lo falso). “Por naturaleza -afirma Protágoras- no hay nada que sea esencialmente justo o injusto..., sino que es el parecer de la comunidad lo que se hace verdadero”. Por tanto, lo que dentro de una comunidad se considera “justo”, “bueno”, “útil”..., es fruto de los pactos y acuerdos a los que llegan los humanos. Esto significa que las normas vigentes en una comunidad pueden modificarse, o no coincidir con las de otra. Afirmar el carácter convencional del nomos plantea dudas sobre la “bondad” y obligatoriedad de las normas y leyes.


Sócrates.
La figura de Sócrates aparece envuelta siempre en un halo de misterio. Los datos que se tienen sobre su vida son los siguientes: Nació en Atenas, pertenecía a una familia modesta, participó en algunas batallas. No se preocupó demasiado por la especulación sobre la Naturaleza, aunque debió conocer la teoría de Anaxágoras sobre el Nous como principio del movimiento de las partículas o semillas, las mezclas y separaciones de estas dan origen al Cosmos. Pero desde muy pronto Sócrates se interesó por el hombre y la problemática ético-política. Platón, Aristóteles y otros así lo confirman. No escribió nada, pero dejó una huella muy profunda en Platón.
Fue condenado a muerte. En cuanto a su condena a muerte, decir que se le acusó de no honrar a los mismos dioses que honraba la ciudad y de corromper a la juventud. Quizás quienes le acusaron esperaban que, como solía hacerse, se exiliara o pidiera una conmutación de la pena. Pero no hizo nada de esto, sino que acabó tomando cicuta. Hay que suponer que Sócrates no quiso violar las leyes que el pueblo ateniense ha instaurado, y que él como ciudadano había respetado durante su vida. Hay que tener en cuenta también que sus críticas a la democracia, recién instaurada tras el gobierno de los treinta tiranos, y su amistad con algunos de los tiranos, no le colocaban en una buena posición. Quizás se le haya condenado porque con sus preguntas sacudía los fundamentos de la existencia cotidiana.

Sócrates aparece como un hombre que ejerce su actividad intelectual y educativa en los lugares públicos de Atenas -el ágora, gimnasios, casas de amigos-. Se ocupa del tema de la virtud y la posibilidad de enseñarla, pero él no es un sofista, ni imparte clases magistrales, ni cobra honorarios. Ejerció su actividad intelectual en contacto y diálogo con otros, ricos o pobres, a los que sometía a preguntas sobre lo que es la virtud o la vida más recta. Acribillaba a su interlocutor a preguntas para obligarle a revisar sus creencias morales con una actitud crítica.
Según Aristóteles, a Sócrates hay que atribuirle el método o los razonamientos inductivos y la búsqueda de definiciones universales. Platón, en sus primeros Diálogos, también nos lo presenta pidiéndole siempre a su interlocutor que le defina qué es la justicia, la valentía, la virtud..., preguntas con las que se pretende llegar a definir la esencia de dichos términos. Sócrates, según Aristóteles, no defiende la teoría de las Ideas.

La doctrina de Sócrates se resume en su ética intelectualista y el método mayéutico.
La ética intelectualista: La virtud es conocimiento.
Frente al relativismo de los sofistas, Sócrates reivindica una actuación moral guiada por el conocimiento universal de los valores morales. Hay que saber lo que es el “bien”, la “justicia”, la “piedad”... para obrar correctamente.
Si el buen profesional, en general, es el que posee el conocimiento necesario que le permite realizar bien su trabajo o función y, por tanto, aquel al que acudiríamos a pedir consejo, por ejemplo, el buen zapatero es aquel que sabe qué es (esencia), y para qué sirve un zapato (función: andar bien...), cómo fabricarlo, qué materiales emplear, etc. Pues, del mismo modo, llegar a ser un buen ciudadano, o un hombre bueno y feliz, depende también de un conocimiento muy peculiar relativo a la función que tenemos como seres humanos, a lo que realmente es una vida buena y cómo conseguirla. Dicho de otro modo, se trata de saber qué es X para saber actuar; cuando estamos ante un dilema moral y tenemos que elegir, desearíamos, ante todo, no equivocarnos y tener muy claro qué es lo que debemos hacer en esa situación concreta.

La virtud es conocimiento. Quien obra mal lo hace por ignorancia, pues nadie elige el mal deliberadamente. Se llama intelectualista a toda ética que asocia saber y virtud.
Sócrates está firmemente convencido de que, para que los hombres actúen del modo más recto y justo posible, (y sólo la virtud nos hará felices) es necesario llevar a cabo una investigación crítica y racional que elimine sus creencias erróneas o incompletas sobre la virtud. La meta de esta investigación es definir de manera universal la esencia de los conceptos morales, conceptos que parecen no ser considerados como meros nombres o convenciones -aunque no hay un reconocimiento explícito por parte de Sócrates, cabe pensar que le otorgaba cierta permanencia o sustancialidad a la esencia de los conceptos universales. Platón, desde luego, sí trabajará sobre este presupuesto. Cabe pensar también que Sócrates busca una actuación moral basada en normas permanentes y de validez universal vs. Sofistas-.
Este saber tiene una clara orientación práctica: ayudar a discernir lo útil y lo bueno para obrar del modo correcto y de este modo alcanzar una vida recta y buena, es decir, la felicidad. Lo que hay que buscar es ese conocimiento que nos permita elegir siempre lo bueno y beneficioso, pues muchas acciones o muchos de los fines que perseguimos pueden resultar perjudiciales.

El método mayéutico: Buscar la verdad, para Sócrates, es buscar la definición universal del concepto, de modo que, ante la pregunta: qué es X, se responda dando las características definitorias, esenciales y distintivas de esa X. No se busca ni la simple aclaración terminológica, ni la enumeración de ejemplos o casos concretos del concepto que se examina. Se trata de desentrañar lo que verdaderamente es X. Probablemente lo que se persigue es un cierto tipo de entidad estable, fija, a la que se estaría refiriendo el concepto.
El método, basado en el diálogo, tiene dos fases. En la primera, Sócrates parte de su ignorancia ("Sólo sé que no se nada") e interroga hábilmente a su interlocutor para que le defina el concepto en cuestión, pues el interlocutor se presenta a sí mismo como conocedor del asunto. Pero Sócrates acaba demostrándole que su definición se queda en la mera enumeración de casos particulares, o es contradictoria.
En la segunda fase se procede a analizar los ejemplos recogidos para descubrir en ellos las cualidades comunes que constituyen la esencia del concepto que se investigaba. Se trata de señalar, por ejemplo, aquellos rasgos comunes que hacen que ciertas actuaciones sean "buenas", "justas"...
Este descubrimiento o "alumbramiento" tenía que llevarlo a cabo el interlocutor por sí solo, Sócrates parte del supuesto de que la mente o alma de su interlocutor no es un papel en blanco, sino que en ésta subyace la verdad, Sócrates únicamente debía ayudar al "parto" haciendo las preguntas correctas en el orden correcto, pero se encuentra con que sus interlocutores se quedan, normalmente, en la primera fase.

Platón y Aristóteles son los filósofos más relevantes de finales del S. V-IV a C. que estudiaremos en los temas siguientes.


2.3.3. La Filosofía helenística
En el período helenístico se asiste a otro “giro antropológico” dentro de la filosofía. La reflexión se centra en la dimensión ética del ser humano; ciertamente los filósofos continúan ocupándose de los problemas relativos al conocimiento (lógica) y la realidad (física). Pero la reflexión sobre estos temas está subordinada a la ética.
Las dos nuevas escuelas que surgen en estos momentos son el epicureismo y el estoicismo.
El estoicismo y el epicureismo defienden ideales morales distintos. La ética de Epicuro es hedonista: la felicidad consiste en la consecución del placer sabiamente administrado y en el alejamiento del dolor. Para el estoicismo, por el contrario, la auténtica felicidad consiste en la virtud que entienden como el autodominio y la fortaleza de ánimo que hacen al sabio imperturbable frente al dolor, la desgracia o el destino.
En cuanto a sus concepciones de la realidad señalar que Epicuro retoma el atomismo de Demócrito y rechaza el determinismo, de ahí que no haya que temerle al destino. El estoicismo, por su parte, defiende la existencia de un logos o razón universal que se identifica con el fuego. Afirman que todo está determinado y nada puede hacerse por cambiar el curso de los acontecimientos. De ahí que la verdadera sabiduría consista en aceptar serenamente el destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario