domingo, 12 de julio de 2009

Platón

1. BIOGRAFÍA Y OBRAS
Filósofo griego de finales del S. V y mediados del S. IV a. C., discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Fundó la Academia. Escribió numerosos Diálogos: Menón, República, Fedón, Fedro, El Banquete...
Al igual que Sócrates, rechazó el relativismo moral de los Sofistas, postura que pretendió superar con su teoría de las Ideas. No se dedicó a la política activa, pero siempre estuvo interesado por el logro de un orden social justo.


2. CONTEXTO SOCIO-HISTORICO Y FILOSOFICO

La obra de Platón es una reflexión crítica ligada, tanto a la tradición filosófica que recibe, como a la crisis política que sufren las ciudades griegas.

2.1. La crisis de la ciudad-estado
Atenas cuando Platón nació se había convertido en una metrópoli imperial. Tras las guerras contra los persas (Guerras Médicas) se afianzó como una potencia naval y militar, hasta el punto de convertir a las restantes ciudades de la Liga de Delos en su imperio. El comercio y la riqueza de Atenas aumentaron poco a poco. Poseía la Constitución democrática más avanzada de la Hélade, gracias a las reformas de Pericles; era el centro educativo y cultural de toda Grecia. En esta época viven Tucídides; Zenón, Protágoras, Sócrates; Esquilo,Sófocles, más tarde, Eurípides, Aristófanes. Se reconstruye la Acrópolis con el Partenón.
Sin embargo, la latente rivalidad con Esparta acabará en una larga contienda: las Guerras del Peloponeso (431-404 a C.) que concluirán con la derrota de Atenas. La ciudad verá mermadas sus riquezas con el consiguiente aumento de las desigualdades económicas. Los enfrentamientos entre los partidos políticos se recrudecieron: los oligarcas se hicieron con el poder en dos ocasiones (la de los Cuatrocientos y la de los Treinta), aunque al final se instauró de nuevo la democracia.
Por otra parte, en el terreno moral aquel equilibrio que se había establecido entre los valores tradicionales de éxito, superioridad, y los de justicia, igualación, medida, se fue perdiendo. El equilibrio entre intereses privados y públicos estaba cada vez más deteriorado: todas las llamadas al sacrificio por la Patria, el esfuerzo en beneficio de la ciudad... chocaban, a cada momento, con la práctica habitual de anteponer los intereses privados.
Había una clara conciencia de la diversidad de morales que la gente practicaba y de la relatividad de las morales de otros pueblos. No había, por consiguiente, una línea de actuación clara.
Los sofistas del segundo período defendían que la justicia es o bien una convención que no obliga a nada y hay que saltarse siempre que se pueda; o bien es la ley del más fuerte y no la igualación o el respeto al débil.

Platón, a pesar de su decepción con la política real (las actuaciones de los Treinta tiranos y más la muerte de Sócrates), sigue interesado en el problema de cómo conseguir una ciudad armónica, equilibrada, ordenada, en la que impere la justicia y el hombre actúe con rectitud.


2.2. La tradición filosófica
Recordemos brevemente que una de las contribuciones más importantes de la cultura griega al pensamiento occidental posterior es, precisamente, esta nueva forma de entender y explicar la realidad a la que llamamos filosofía.
Como ya sabemos la Filosofía occidental se origina en Grecia en el S.VI a. C., aproximadamente, cuando el pensamiento mítico empieza a ser sustituido por el pensamiento racional. De modo que aquellos relatos míticos que explicaban la totalidad de lo real narrando su génesis u origen a partir de la acción de los dioses o seres sobrenaturales que ocurrieron en un tiempo primigenio, sagrado; empiezan a ser sustituidos por una búsqueda racional de los principios o elementos últimos y necesarios que nos permiten conocer, desde un punto de vista estrictamente teórico, en qué consisten verdaderamente las cosas frente a las apariencias y los cambios. Se trata de des-velar el orden necesario y permanente que constituye la verdadera realidad.

Es evidente que la reflexión filosófica de Platón no se da en el vacío; su obra, sin dejar de ser original, se construye a partir de ese trasfondo teórico (que va desde los presocráticos hasta los sofistas) del que se apropia y que reinterpreta para buscar respuestas al problema de lo real y su conocimiento, y también a los conflictos sociales y políticos que vivió.
El contexto intelectual más próximo a Platón está animado por las discusiones entre los sofistas y Sócrates sobre el bien y la virtud. Recordemos que en el S. V a C. se produjo un cambio en la temática filosófica conocido como “giro antropológico”: el interés de los nuevos pensadores se centra, no tanto en el problema de la physis, como en el de la virtud y el modo de enseñarla. La democracia trajo consigo nuevas exigencias para el triunfo en la actividad política. Ya no bastaba con el linaje de sangre para alcanzar influencia y liderazgo político (época arcaica). Ahora para triunfar era necesario prepararse del modo adecuado. Quien quisiera dedicarse a la política tenía que ser, en primer lugar, un buen orador. De ahí la importancia que cobra en estos momentos la retórica. En segundo lugar, el político tenía que poseer ciertos conocimientos acerca de las leyes y la administración. Esta era la enseñanza que ofrecían los Sofistas, coetáneos de Sócrates y Platón.
Respecto al debate filosófico del momento, hay que señalar el contraste entre escepticismo y relativismo de los sofistas y el intelectualismo moral defendido por Sócrates.
Según los sofistas no podemos conocer el verdadero y oculto ser de las cosas, sino las apariencias que éstas nos muestran, lo cual supone que no se pueden establecer verdades absolutas. El conocimiento depende más bien de la habilidad argumentativa de la persona. En el terreno de la moral defendían posiciones relativistas: no existen principios universales e inmutables que sustenten las leyes y las normas morales, éstas son el resultado de acuerdos sociales establecidos en determinados momentos (de ahí que, por ejemplo, equiparen lo justo con la ley del más fuerte, o defiendan el carácter convencional de las leyes y, por tanto, el derecho de cualquiera a desobedecerlas si con ello se beneficia). A esto hemos de añadir que consideraron, frente al ideal aristocrático, que la virtud no es algo hereditario, sino enseñable. El éxito en los asuntos privados y públicos depende de la educación (paideia) y el logro de ese triunfo personal es lo que ellos enseñaban.
Por el contrario, Sócrates propugna una actuación moral basada en el conocimiento o la definición universal de los valores morales. Considera que la virtud no es una mera habilidad para alcanzar el éxito, la equipara con un saber universal que, por esta razón, será válida para todos los humanos y todas las épocas. Platón, al igual que Sócrates, quiere superar las tesis sofistas.
Además de los autores mencionados, fueron igualmente decisivas las aportaciones de los Pitagóricos, Heráclito, Parménides. El resultado será la afirmación platónica de la existencia de dos realidades distintas: la sensible y cambiante que nos suministran los sentidos (Heráclito, Protágoras), y la eterna, inmutable, universal que nos desvela la razón (Pitagóricos, Parménides, Sócrates).


3. LA TEORÍA DE LAS IDEAS

La doctrina central de la filosofía platónica es la Teoría de las Ideas. Idea (ideai, eidos), tal y como Platón emplea el término, significa: "aspecto", "forma", "modelo", "paradigma o ejemplar". No tiene que ver con la concepción actual de "idea" como representación o construcción mental enteramente subjetiva que carece de objeto o correlato real. Para Platón, por el contrario, las Ideas son realidades.
Las influencias más importantes para la formulación de la teoría de las Ideas, como ya hemos señalado, las recibe de los Pitagóricos, Parménides y Sócrates. La teoría de las Ideas se va desarrollando en los diálogos socráticos y en los diálogos de madurez alcanza su elaboración más completa. En las últimas obras se analizan críticamente algunos problemas implícitos a dicha teoría sin abandonarla.

Las Ideas son: a) Realidades eternas, fijas, inmutables, únicas o unitarias, no están sometidas al cambio; son inteligibles.
Las Ideas son entes reales que existen con independencia de nuestras representaciones mentales y de los objetos sensibles. No son simples conceptos subjetivos; tampoco son entidades sensibles o materiales, sino inmateriales, pero no por ello son irreales.
Las Ideas sólo son captables por la razón; los sentidos jamás llegarán a aprehenderlas.

b) Las Ideas son las que hacen a las cosas ser lo que son, la Idea es aquello que al estar "presente" hace que las cosas sean algo definido. Las Ideas son la “esencia o el "verdadero ser" de las cosas o seres sensibles, de modo que las cosas sensibles consisten realmente en ser copias o imitaciones de las Ideas.
La relación que se da entre las cosas sensibles y las Ideas es siempre una relación de “participación” o “imitación”. Esta relación supone que las Ideas aparecen siempre como modelos o paradigmas perfectos y únicos a los que las cosas sensibles pretenden aproximarse, pero sin alcanzar nunca su perfección. Las Ideas son, respecto a lo sensible, ideales que no llegan a cumplirse perfectamente en el ámbito de lo sensible.

c) Tipos de Ideas: Hay Ideas relativas a entes matemáticos: "el triángulo en sí"...; a valores morales como "el bien en sí", "la justicia en sí"... y quizás también a entes físicos como "el hombre en sí"...
Las Ideas son el correlato o referente real de los conceptos universales.

d) Son el modelo racional y perfecto a partir del cual el Demiurgo (artífice divino, pero no creador en el sentido cristiano) ordenó la materia eterna, sometida a un movimiento eterno y caótico, para dar lugar al Cosmos. El cosmos ha sido ordenado o configurado del mejor modo posible, aunque la materia introduce imperfección.
El “trabajo” del Demiurgo consistió en ordenar la materia móvil y caótica de acuerdo con los modelos eternos. El Demiurgo ha querido que todas las cosas fueran buenas, por tanto, ha hecho el mundo lo mejor y lo más bello posible. El demiurgo obra de acuerdo con una finalidad y esta finalidad es la que hay que tener en cuenta para explicar al cosmos.

e) La teoría de las Ideas plantea un dualismo ontológico que establece la siguiente caracterización de la realidad:
-“Mundo Sensible” (o un aspecto de la realidad): que viene a ser la realidad del cambio, del devenir, de la multiplicidad y las apariencias. Aquí todo es y deja de ser, por consiguiente, lo que obtenemos son opiniones y creencias. Esta realidad "imita" o "copia" imperfectamente las Ideas.
-“Mundo Inteligible” (o el otro aspecto de la realidad): que es eterno, inmutable, el realmente verdadero. Está jerarquizado y la Idea que lo preside es la del Bien. Esta entidad es el fin o telos al que aspira el mundo sensible, aquello hacia lo que tiende el orden del Cosmos, pero además es la meta de todas las aspiraciones humanas.

f) La Idea del Bien.
Platón compara el Bien con el Sol: del mismo modo que el Sol al iluminar las cosas sensibles hace posible que las veamos y, además, es causa de la existencia y crecimiento de lo sensible; el Bien es causa de la existencia de lo inteligible, y gracias a su "luz", a su "claridad", el "ojo del alma" -la razón- puede "ver" la realidad verdadera.
Afirma que el Bien: a) Es causa de la realidad o de la existencia de las otras Ideas porque es lo primero absolutamente, es decir, es lo que determina, define, sin estar a su vez determinado y es además, el fin de todas las Ideas.
b) Es causa de la verdad y del conocimiento: hace inteligibles o comprensibles a las Ideas, y además hace a la mente humana inteligente, es decir, le da poder y capacidad para entenderlas.
c) Es la causa final. Toda la belleza, armonía o perfección que observamos en cualquier objeto sensible es una imitación imperfecta de ese Bien absoluto.
d) Es el fin que persigue el amante de la sabiduría, quien movido por un deseo erótico se remonta de lo sensible a lo inteligible. Es lo último que se contempla gracias al proceso educativo y una vida ascética. Es el máximo anhelo del hombre sabio o racional.
e) El conocimiento del Bien es condición indispensable para llegar a gobernar la ciudad y obrar siempre con rectitud, quien posea este conocimiento ya no será engañado por las apariencias.

En suma, Platón está convencido de la existencia de un orden racional que es superior y más "real" que el mundo sensible, de modo que el mundo sensible, variable y fugaz, mantiene en su mismo cambiar, una regularidad, una “medida”, cuya causa son precisamente las Ideas. La finalidad del orden o la armonía que podamos observar en el cosmos sensible es llegar a ser lo más perfecto posible.



4. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

Platón está convencido de que el ser humano puede alcanzar un conocimiento verdadero, infalible y universal, es decir, un conocimiento cierto, preciso, necesario, que nos muestre lo que las cosas son real y verdaderamente, puesto que existen esas realidades estables y fijas llamadas Ideas. Está convencido, igualmente, de que la acción moral y la actuación del político tienen que basarse en el conocimiento de las Ideas respectivas y no en creencias arbitrarias e irracionales, pues las opiniones falsas y la ignorancia son responsables de actuaciones inmorales. Por tanto, rechaza las tesis de los sofistas sobre el carácter relativo de la verdad y de los valores morales.
El problema, no obstante, es cómo alcanzar el conocimiento de las Ideas. Establece una distinción entre dos tipos o formas de conocimiento, así como dos métodos o (caminos) para acceder a las Ideas

4.1. Opinión y Episteme
Platón mantiene una contraposición clara entre dos formas de conocimiento: el saber o episteme y la opinión o doxa, así mientras la opinión puede ser errónea y falsa, el saber excluye la falsedad. La opinión puede ser modificada, ya que es un tipo de conocimiento en el que no se conocen las razones o causas de algo, es decir, carece de fundamento; en cambio, el saber es estable y firme porque se conocen, justamente, las causas o razones que hacen que ese objeto sea el que realmente es. Estas formas de conocimiento se refieren o se corresponden a objetos distintos. Mientras que el saber tiene como objeto las entidades eternas, inmutables, las Ideas; la opinión tiene como objeto la realidad sensible y cambiante.

La doxa u opinión es, en general, un tipo de conocimiento que se caracteriza por ser poco estable, claro y preciso debido, precisamente, a que se basa en, o mejor dicho, se obtiene de la realidad plural y cambiante. La inestabilidad de los fenómenos sensibles imposibilita un conocimiento válido e infalible. La opinión es un conocimiento basado en las apariencias de las cosas y en criterios y valores morales, estéticos... que no han sido revisados racionalmente. Por esto podemos decir que es un conocimiento acrítico.

La realidad sensible -como hemos señalado repetidas veces- está constituida por objetos que se generan y se destruyen, además de cambiar y transformarse a lo largo del tiempo. Las cosas “son” y “dejan de ser”, “parecen ser” de una manera pero, si se comparan con otras, se muestran bajo otras apariencias, por ejemplo, la “belleza” de Helena es “fealdad” comparada con la de la diosa Afrodita... Esta inestabilidad impide definir o “delimitar” con exactitud lo que es algo.
Otro tanto ocurre con las opiniones que los hombres tienen sobre el bien, la justicia, el orden político, el sentido de la vida...; normalmente, son creencias erróneas, contradictorias, incompletas, basadas más en la tradición, las emociones, la presión social o la demagogia, que en datos y en razonamientos bien fundamentados, por esto las creencias se pueden modificar siempre, incluso si son verdaderas.
En suma, no se puede dar una definición universal, precisa, fija de lo que está cambiando continuamente, por esta razón, Platón considera que la realidad empírica no es objeto del verdadero conocimiento. La opinión no alcanza el estatus de la episteme. Sin embargo, en la medida en que esta cuasi-realidad es una copia o semejanza de la auténtica, puede considerársela como un primer paso hacia la aprehensión de la verdadera realidad. De hecho parece que Platón sitúa a la opinión en un estadio intermedio entre la ignorancia absoluta y el conocimiento. -Lo que una mente capta de un objeto físico no es el objeto concreto que los sentidos nos muestran, sino el principio racional que es imitado por él-.

La episteme es el verdadero conocimiento, es un conocimiento que se caracteriza por ser infalible, universal, que se basa en lo que verdaderamente es. Gracias a la episteme: a) se conoce la verdadera esencia de las cosas, es decir se comprende la razón o necesidad que hace que algo sea como es porque, precisamente, se conocen sus causas, y b) se puede justificar racionalmente el conocimiento obtenido. Nada de esto ocurría en el estado de "opinión".

Las entidades matemáticas y las Ideas constituyen, según Platón, la verdadera realidad por las razones ya conocidas: son entidades inmutables, absolutas, universales, perfectas.
El mundo inteligible está jerarquizado, la Idea del Bien lo preside todo. Ahora bien, la captación o aprehensión de las Ideas sólo es posible tras un largo y duro proceso educativo que exige tanto la preparación intelectual como una transformación vital. Las matemáticas contribuyen a la formación intelectual porque acostumbran a la razón a buscar la verdad, el orden abstracto y perfecto -proporciones, números o figuras perfectas-, apartándose de lo sensible y cambiante. Pero las matemáticas no nos permiten captar las Ideas, esto depende exclusivamente de la dialéctica.
Las matemáticas no son la ciencia suprema porque dan como válidas algunas hipótesis (relativas a los números pares e impares, a ciertas figuras, ángulos, por ejemplo) -que se utilizan como principios- para deducir teoremas. Pero los matemáticos no investigan el fundamento de dichas hipótesis y, además, emplean diagramas, figuras o números que sólo son reflejos o imágenes de las Ideas. (Por ejemplo, por más que analicemos la noción general de “ángulo” no encontraremos nada que nos diga que se puede dividir en ángulos rectos, obtusos y agudos. Para saber de esta posible división necesitamos de la experiencia sensible o, al menos, de una representación mental, es decir, de la imaginación). Sin embargo, a pesar de lo dicho, ayudan a reconocer o recordar las Ideas mediante los particulares sensibles. Suponen un adelanto con respecto al hombre inculto o en estado de doxa, pues este sólo reconocía la existencia de copias transitorias e imperfectas.
La dialéctica, que sí se remonta por encima de las hipótesis matemáticas, hace posible la intuición directa de la verdadera realidad, o la rememoración de los principios racionales y abstractos que están olvidados (Anámnesis).


4.2. La teoría de la Reminiscencia o Anámnesis
Platón afirma que conocer no es aprender nada nuevo sino “rememorar” o recordar lo que ya está en el alma. Lo que ya está en el alma son las Ideas; lo que ocurre es que ese conocimiento está “olvidado” y tiene que ser recuperado por la razón o la parte racional del alma. Los sentidos contribuyen poco o nada: ellos nos sitúan ante los objetos sensibles que imitan o participan de las Ideas, es decir, nos muestran las copias individuales, múltiples, cambiantes, que obligarán a la razón a buscar las esencias universales y únicas (las Ideas) de las que, como hemos señalado antes, “participan” los objetos concretos. Gracias a que las cosas materiales “imitan” o “participan” imperfectamente de las Ideas, el alma puede empezar a recordar lo que ya sabe.
Hay que insistir, una vez más, en el hecho de que la razón es la única capacitada para “ver” las Ideas; gracias a que tenemos esos modelos presentes en nuestra mente es como podemos “comprender” lo percibido. Pero los sentidos no son el origen esos modelos.
Esta teoría del conocimiento defiende que las cosas sensibles, sean triángulos, actos morales o ejemplos de belleza, no pueden ser la causa de esos conceptos universales, abstractos, perfectos que posee nuestra razón, mediante los cuales clasificamos e interpretamos lo que nos rodea. Hay un abismo insalvable entre los casos singulares y lo universal, Platón pretende salvarlo afirmando que esos conceptos que están en nosotros se aprehendieron antes de nacer. El alma tuvo una visión directa de las Ideas por eso no tiene que aprender lo que no sabe, sino recordar.
Conocer consiste en “recordar” o recuperar lo que ya está presente en el alma, pero no en aprender algo nuevo. Educar no es transmitir una información desconocida, sino ayudar a la persona a que recupere, “alumbre”, “saque” desde dentro de sí la verdad que ya posee. Ahora bien, llegar a la verdad olvidada exige eliminar las creencias falsas y dotar de mayor apoyo a las creencias verdaderas para que éstas se acaben convirtiendo en conocimientos. Por eso, Platón señala que no todos los seres humanos alcanzan el conocimiento porque, para “recordar” lo ya sabido, hay que estar dispuesto a hacer el esfuerzo intelectual necesario. Si la persona rechaza la educación u orienta de forma incorrecta su vida, permanecerá en un estado de ignorancia.

El método mayéutico de Sócrates es un buen ejemplo de ese “sacar a la luz” lo que ya se sabe pero permanece oculto, olvidado. “Alumbrar” el conocimiento deseado exige reconocer que estábamos equivocados, que nuestras certezas eran falsas y, una vez llegados aquí, proseguir la búsqueda de la verdad, aunque quizás no se llegue a ella.

Lo que subyace a esta teoría es el problema del origen de los conceptos universales y el valor del conocimiento sensible. Por ejemplo, lo que percibimos sensorialmente es este árbol, aquella mesa, pero lo que no captamos de manera directa es lo que nos está permitiendo hacer la determinación o clasificación de esos objetos como siendo un “árbol” o una “mesa”; captamos las cosas concretas y singulares, pero no el universal. Si la Idea falta no se puede decir qué es esa cosa que está ante nosotros, porque no podemos clasificarla bajo un concepto universal, no podemos identificarla. Pero el problema está en que la esencia o eidos no se extrae pura y simplemente de los datos sensoriales, la esencia es algo de 'naturaleza' distinta: es lo racional, inteligible, universal, frente a lo físico, material o tangible. ¿Cómo se conocen, pues, esas esencias universales?.
La respuesta de Platón es clara: no se adquieren a partir de la experiencia sensorial y sus consiguientes procesos de generalización, sino que están “dados” ya de antemano, los tiene la razón al margen de la experiencia, aunque es necesario recordarlos, por eso, el conocimiento sensible tiene un valor muy escaso.


4.3. La Dialéctica
En la República y en otros diálogos posteriores, Platón sostiene que la dialéctica es el método que permite captar las Ideas.
La dialéctica: a) Es un método que se remonta por encima de las hipótesis de las matemáticas, o de las definiciones supuestas y no sometidas a examen, para alcanzar las Ideas y llegar al verdadero Principio, que es la Idea del Bien.

b) Es un método que establece las relaciones de dependencia o subordinación, y también las oposiciones o divisiones de unas Ideas respecto a otras.
El proceso que sigue el dialéctico para aprehender o intuir la Idea es un proceso de definición en el que, primero, hay que descubrir la Idea más general bajo la que se incluye la que estamos investigando (para esto hay que ir buscando afinidades, semejanzas entre unas ideas y otras) y, a continuación, señalar el opuesto o contrario, pues el opuesto ayuda a delimitar, definir lo que queremos conocer (proceso descendente o de división. En este proceso cada Idea se divide en dos). Lo que es (Idea más abstracta, “superior”) es también su opuesto (lo que el contrario es forma parte de la delimitación; lo que queda frente al opuesto)
Hay que tener muy en cuenta que durante todo este proceso no se recurre a nada sensible.

c) Es un método que proporciona una visión completa del mundo inteligible, pues permite captarlo como un todo, como un sistema, en el que el orden y la armonía están presentes porque las distintas Ideas, recordemos que son muchas, están organizadas siguiendo un orden jerárquico, la Idea suprema que las contiene a todas es el “Bien en sí mismo”.

La Idea se conoce gracias a una “visión”, intuición o aprehensión estrictamente intelectual. Es como un contacto directo de la mente con la verdad, o un redescubrimiento de las verdades (Ideas) que fueron captadas por el alma antes de nacer pero que permanecen olvidadas hasta que la razón -adiestrada mediante la dialéctica- logra recuperarlas o "verlas" de nuevo.


5. TEORÍA DEL ALMA

Platón defiende una actitud dualista con respecto al ser humano, al igual que había defendido el dualismo entre lo sensible e inteligible.
El ser humano es la unión accidental entre cuerpo (soma ) y alma (psyché). El cuerpo es material, mortal, o sea, pertenece al mundo sensible y está dotado de los sentidos. Es la “cárcel” del alma porque sus necesidades, deseos y ambiciones dificultan la vocación contemplativa del alma. El alma, en cambio, es el propio y verdadero ser (o yo) de cada uno de nosotros. Es la parte “divina” o espiritual del hombre, por tanto, la única que puede captar las Ideas; el alma ha sido 'creada' o configurada por el Demiurgo (Timeo) y en su “otra vida” captó las Ideas (anámnesis). Este parentesco o afinidad con lo divino hace que el alma anhele retornar a la realidad inteligible, pero para satisfacer este deseo erótico, este impulso que nos lleva a buscar el bien y la belleza, tiene que purificarse, es decir, entregarse plenamente al estudio y la contemplación de la verdad alejándose de lo perecedero, apariencial y sensual.
El problema está en que el alma tiene que satisfacer algunos deseos del cuerpo porque está unida a él. Dependiendo del valor que les dé y de cómo los satisfaga (si lo hace con frugalidad o recreándose exclusivamente en ellos), el alma quedará "atada" al cuerpo o no, y esto determina el carácter de la persona, si es virtuosa o no.

En cuanto a la estructura y funciones del alma no se sabe muy bien si Platón defendía la existencia de una o de tres almas. En algunos diálogos (Fedón...) afirma que el alma es simple, no compuesta, es la parte racional del ser humano; los deseos, emociones y percepciones se le atribuyen al cuerpo. En otros diálogos (Fedro, República...) los deseos y la voluntad aparecen como otros elementos del alma.
Los tipos o partes de alma, según Platón, son los siguientes:
a) alma racional: es la encargada del conocimiento; es inmortal (preexiste y subsiste a la disolución); es el principio rector de las otras dos almas o funciones.
b) alma o parte irascible: es la fuente de las pasiones nobles, concretamente, de la voluntad, la dignidad, el valor o coraje.
c) alma o parte concupiscible: es la fuente de las pasiones "innobles", es decir, deseos y ambiciones inmoderados.

El problema moral que se plantea es el de cómo organizar estos distintos elementos para que el resultado sea un carácter y una vida buenos.


6. TEORÍA ÉTICO-POLÍTICA

6.1. Virtud
Frente al relativismo moral de los sofistas, Sócrates está convencido de que los conceptos morales deben ser definidos de forma rigurosa, aunque esto plantee bastantes dificultades, sólo así tendremos garantías de que la actuación de los individuos es virtuosa, racional, justa y no irreflexiva. Del mismo modo, la sociedad estará organizada de acuerdo con el orden racional.
Platón, ya lo hemos indicado, recogió las tesis de Sócrates aunque atribuyó a los conceptos ético-políticos el estatuto de Ideas, es decir, los consideró entidades eternas, inmutables, perfectas, inteligibles, cuya validez objetiva no depende en absoluto de las opiniones que cada cual pueda tener al respecto. Para llegar a la definición universal de los conceptos o Ideas, en especial, a la Idea de justicia, Platón analiza la naturaleza humana.
Los sofistas para responder a la pregunta sobre la legitimidad o no del nomos, buscaban lo que era la naturaleza humana al margen de toda deformación o manipulación social y educativa. Afirmaron que la naturaleza humana se caracteriza por el dominio del más fuerte, como ocurre con los animales; o bien, por la búsqueda del placer, pues la búsqueda del placer y la evitación del dolor son los motivos que impulsan la conducta de los niños. Platón rechaza estas concepciones de la naturaleza humana porque no tienen en cuenta el aspecto más característico de la naturaleza humana: la razón. Racionalidad que ni los animales ni los niños poseen.

Bien, pues, en relación directa con esta visión del ser humano como un ser racional, tenemos las distintas definiciones que dio Platón de la virtud que, sin embargo, son coherentes.
a) Sabiduría: Es conocimiento de Ideas absolutas como el "Bien en sí", la "Justicia en sí misma", la "Piedad...", etc., de modo que no se confunda el original (la Idea, la esencia) con las copias, es decir, con las acciones, normas o leyes que son o enteramente viciosas o virtuosas en apariencia, pero no en realidad.
La virtud es conocimiento, no sólo por lo que acabamos de indicar, sino también porque la sabiduría o la racionalidad, entendida como prudencia, buen juicio..., debe acompañar a toda acción para que sea realmente virtuosa. La prudencia o buen juicio no se puede separar de ninguna virtud porque cualquiera de ellas (valor, piedad, justicia...) es una expresión o manifestación del Bien en sí, y el Bien es lo que debemos conocer para obrar con rectitud.
La influencia socrática es clara, Platón defiende la identificación entre conocimiento y virtud, quien sabe lo que es el bien o la justicia no podrá obrar mal.

b) Purificación: El hombre virtuoso (Fedro, Fedón y otros diálogos) es aquel que elimina sus pasiones y deseos, aquel que se desprende de las necesidades del cuerpo y deja a un lado las apariencias sensoriales para acceder a las Ideas. El cuerpo, y todo lo relacionado con él, es un lastre que impide el "vuelo" o "ascenso" del alma. En diálogos posteriores (Filebo) habla de la vida virtuosa como aquella en la que se aceptan ciertos placeres. Los placeres auténticos, no los falsos, son compatibles con el saber, pues el estilo de vida bueno por excelencia es el de la sabiduría.

c) Armonía: Es el equilibrio que se logra cuando cada parte del alma desempeña la función que le corresponde dependiendo de su naturaleza respectiva. Según Platón, existen diversas tendencias en el alma, cada una de las cuales se orienta en una dirección distinta, el problema que se plantea es cómo armonizarlas o equilibrarlas para que el resultado sea un hombre "bueno". Esa armonía se logra cuando la parte racional, siendo sabia y prudente, o sea, desarrollando esas virtudes, guía a la parte irascible, que será obediente y valerosa (valor =voluntad firme) y ambas dominan a la parte apetitiva que, por fin, será moderada, atemperada.

Cada parte del alma tiene una función que realizar, esa función se puede realizar bien o mal, la realización adecuada, correcta, "buena" es la virtud correspondiente.
La persona que consiga este equilibrio o predominio de la razón y la voluntad sobre los deseos será justa y buena. La Justicia es lo que resulta de la armonía o del equilibrio interno. La justicia es, ante todo, un estado interior que, evidentemente, se refleja en la conducta.
Esta concepción de la Justicia como orden se aplica al ámbito social. Platón establece una correlación exacta entre las partes del alma y el Estado, de modo que la misma estructura que se da en el alma tiene que reproducirse en el seno del Estado, y viceversa.


6.2. Política.
Platón traza en la República su modelo ideal o utópico de Estado. Defiende dos principios fundamentales: a) La correlación entre la estructura del alma y del Estado. Lo que se pretende con esto es trazar un orden social que haga posible el desarrollo moral del hombre, ese orden social debe reflejar la naturaleza humana tal y como es, porque el Estado no es otra cosa que los individuos que lo integran. Y la psique del individuo debe estar organizada como el Estado.
b) El segundo principio es la defensa de la especialización funcional de los individuos y estamentos sociales. De acuerdo con este principio, cada individuo y grupo debe dedicarse a realizar la función o tarea que le es propia, es decir, aquella para la que está mejor capacitado por el tipo de alma -o naturaleza-que predomina.
La ciudad nace porque ningún hombre es autosuficiente. Cada uno tiene más necesidades básicas de las que puede satisfacer por sí solo. Además, cada persona está mejor dotada para realizar un trabajo que otro, por tanto, las distintas habilidades de las personas contribuyen a la satisfacción de las necesidades de los demás. La ciudad surge, pues, por necesidades económicas -en ningún momento se menciona la sociabilidad-.

La ciudad o Estado está estructurado del siguiente modo:
-Los gobernantes-filósofos: Son los hombres y mujeres que aúnan las virtudes intelectuales y morales más excelentes (Ver República Capt. II, pp. 19-21. Coloquio). Son escogidos de entre los guardianes y sometidos a un riguroso plan educativo (matemáticas, astronomía, armonía, dialéctica; pruebas sobre su entereza moral) que culmina con la enseñanza de la dialéctica y la aprehensión del “Bien en sí”.
Esta clase tiene la misión de gobernar y educar a sus conciudadanos porque son los más sabios y moderados. Ellos podrán organizar la sociedad o el Estado de acuerdo con esos modelos absolutos de perfección que son las Ideas (Ver República. Capt. XIII, pp. 30-1).
No gobiernan por afán de poder o riqueza, sino por deber. Su felicidad no importa, lo que importa es la felicidad de la ciudad entera. Para evitar posibles riesgos no se les permite tener propiedad privada y ni familia.
Los filósofos-gobernantes poseen la virtud de la sabiduría. Representan el ideal de racionalidad y equilibrio que debería alcanzar todo ser humano.
No tienen nociones confusas sobre el Bien o la Justicia porque han llegado a conocer el verdadero ser, saben cómo deben comportarse los ciudadanos entre sí y cómo debe comportarse la ciudad con otras ciudades. Por tanto, no les inspiran ni la ambición, ni el deseo de ser más fuertes o tener más poder que otros.

-Los guardianes: son los encargados de mantener el orden interno (leyes, creencias...) y de defender a la ciudad de posibles ataques externos. Son educados mediante la música y la gimnasia para conseguir que sean valientes y moderados. Tampoco tendrán familia ni propiedad privada. El Estado organizará sus uniones sexuales y se encargará de la educación de los niños/as.
Los guardianes poseen la virtud de la fortaleza.

-El pueblo: Se ocupa de producir todos los bienes materiales necesarios para la subsistencia de la ciudad. Se les permitirá poseer propiedad privada y familia.
El pueblo posee la virtud de la moderación.
La justicia se consigue en la ciudad cuando cada persona desarrolla la función que le corresponde, es decir, aquella para la que está mejor dotada.



Alma = Clases sociales = Virtudes
--------------------------------------------------------------------------------
Racional. Gobernantes. Sabiduría.
Irascible. Guardianes. Fortaleza.
Concupiscible. Pueblo. Moderación.
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Armonía alma = Armonía Estado = Justicia.


En cuanto a los tipos de Estados o formas políticas, Platón hace el análisis siguiente: La forma política ideal es el Estado aristocrático, aquel en el que gobierna el mejor o los mejores. Este ideal es el descrito en la República. La aristocracia degenera en timocracia que es el gobierno de los militares, quienes ansían honores y riquezas. Este afán de riqueza hace que la timocracia se transforme en oligarquía, es decir en el gobierno de los más ricos, quienes acaban reduciendo a sus conciudadanos a situaciones de extrema pobreza. Cuando los pobres expulsan a los ricos la oligarquía se transforma en democracia, el pueblo asume el poder, se impone una libertad inmoderada y se desprecian las leyes, todos mandan y legislan a la vez. Esta situación conduce al peor de todos los regímenes posibles: la tiranía. La tiranía es el gobierno de un individuo preocupado sólo por sus intereses que acaba sometiendo a los ciudadanos.


7. INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN

Puede decirse que Platón, al igual que Aristóteles, es uno de los filósofos que más profundamente ha influido en la historia del pensamiento occidental.
Con respecto a las influencias recibidas señalar que acepta la tesis pitagórica de la existencia de un orden u armonía en el cosmos de carácter abstracto y matemático; así como su concepción del alma como una entidad inmortal e independiente del cuerpo. De Heráclito que el cambio o el movimiento afecta sólo a la realidad sensible. De Parménides la caracterización que éste hizo del Ser: eterno, inmutable, único…, de modo que las Ideas también son eternas, fijas… Acepta también la distinción entre conocimiento racional y sensible. Rechaza el relativismo moral de los Sofistas y su escepticismo. Comparte con Sócrates la necesidad de definir la esencia de los valores morales para que ese conocimiento oriente la acción moral, puesto que la acción virtuosa depende del conocimiento.
El primero que recibió su influencia fue Aristóteles, que se muestra crítico con algunas de las tesis de Platón, aunque otras las asume. Al igual que su maestro, Aristóteles mantiene que el verdadero conocimiento (o episteme) es conocimiento de lo universal, y eso universal se corresponde a las causas o principios del ser.
Pero Aristóteles rechaza que las Ideas estén separadas de las cosas, este carácter trascendente de las Ideas, a juicio de Aristóteles, plantea dificultades tan graves como la imposibilidad de explicar la naturaleza de las cosas sensibles porque la esencia o Forma de las cosas (la Idea, según Platón) está separada de ellas por lo que tampoco se podrán explicar los movimientos y cambios de los seres concretos ya que las dos causas más importantes (formal y final) están igualmente “aparte” de ellos.
Aristóteles sostiene, frente a Platón, que el ser de las cosas, su esencia, no está en una realidad “aparte”, la inteligible, sino en las propias cosas determinando tanto sus rasgos específicos o definitorios, como los cambios y movimientos que pueden acontecerle a ese ser dada su esencia. Añadir, además que a diferencia de Platón, Aristóteles no rechaza el conocimiento universal y necesario de la realidad sensible o Physis -recordemos que según Platón el cambio y la multiplicidad de lo sensible impedían que fuera objeto de un conocimiento-, precisamente Aristóteles la convierte en objeto de un conocimiento que pretende ser científico.
La Academia platónica se encargó de mantener y difundir, sin grandes variaciones, las ideas de su fundador, aunque en la época helenística el platonismo se fue mezclando con el estoicismo y el aristotelismo (sincretismo). De este proceso de sincretismo surge el Neoplatonismo, corriente de la que cabe destacar a su fundador Plotino (S. III d. C.).
En la época medieval, el pensamiento de Platón llega a S. Agustín, a través del Neoplatonismo. S. Agustín realiza la síntesis entre Cristianismo y platonismo.
En el Renacimiento, el platonismo cobra auge en la Academia de Florencia.
A medida que transcurre el tiempo, la influencia de Platón disminuye. Cabe señalar que Nietzsche, filósofo contemporáneo, formularán críticas radicales contra este autor. Para Nietzsche el dualismo ontológico establecido por Platón entre realidad verdadera/realidad falsa, entre razón/sentidos…, dualismo que el cristianismo profundiza más aún con Dios y su moral, es el responsable del odio y el miedo a la vida, al devenir, que caracterizan nuestra cultura. La cultura occidental es una cultura decadente, nihilista, que aplasta al ser humano bajo el peso de valores como Dios, el Bien, la Verdad, la Ciencia, la Ley, el Progreso…

Aunque nadie en estos momentos defienda a Platón al pie de la letra, hay que reconocerle la huella dejada en muchos pensadores. Muchos problemas que se plantean en la actualidad remiten o encuentran un cierto eco en el pensamiento de Platón. Esos problemas son, por ejemplo, la desconfianza hacia los sentidos, la importancia que se concede al diálogo racional como método de conocimiento de la realidad y como forma de resolver conflictos, las características o méritos que deben tener los gobernantes, la existencia o no de otro mundo distinto del que observamos, la posibilidad de educar o rehabilitar a delincuentes enseñándoles a actuar bien, la importancia que debe atribuírsele a la razón y sus limitaciones para interpretar y organizar la sociedad. Como vemos, se trata de cuestiones que tienen plena vigencia.

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