domingo, 12 de julio de 2009

Kant

I/ INTRODUCCION

1. 1. Kant, biografía y obras
Filósofo alemán del S. XVIII que ha ejercido una influencia decisiva en el pensamiento posterior. En su obra convergen las corrientes filosóficas e intelectuales de la época: el racionalismo, el empirismo, la física de Newton y la Ilustración. Su objetivo fundamental fue compatibilizar el determinismo que afecta a todo fenómeno natural, con la libertad que exige la acción moral, para ello tuvo que trazar los límites entre el uso teórico y el uso práctico de la razón.
Su amplia obra se suele agrupar en dos períodos: El período "precrítico" y el "crítico" en el que Kant elabora trabajosamente su propio sistema filosófico. El inicio de este período se suele fechar en 1770 con la obra Disertación sobre la forma y los principios del mundo sensible e inteligible. Tras un silencio literario de once años aparece, por fin, la Crítica de la Razón Pura y sucesivamente Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica de la Razón Práctica, Prolegómenos, Crítica del Juicio, La religión dentro de los límites de la razón.

1. 2. Kant como pensador ilustrado
El contexto en el que surge su obra es el movimiento ilustrado del S. XVIII. Él mismo comparte y defiende los ideales de crítica, clarificación y libertad propugnados por la Ilustración. Así tenemos que el motivo que alienta su obra es la crítica: la razón tiene que ser sometida a "juicio" para que responda a tres interrogantes: ¿qué puedo saber? ¿qué debo hacer? ¿qué me cabe esperar? y, en definitiva, ¿qué es el hombre?. Estas preguntas recogen, respectivamente, los temas que centran los intereses filosóficos de Kant: a) Determinar los principios y límites del conocimiento. b) Determinar los principios y condiciones de la acción moral y la libertad. c) Determinar el fin último del hombre y las posibilidades de su realización.
La finalidad de toda esta filosofía crítica o criticismo rebasa el ámbito académico. La meta es que el ser humano haga un uso libre y responsable de su razón y mediante él plasme, a lo largo de la historia, los ideales de paz, justicia y libertad. El siguiente texto de Kant titulado ¿Qué es la ilustración? expresa con claridad su intención: "La ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad. El mismo es el culpable de ella. La minoría de edad consiste en la incapacidad para servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro... Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento!. He aquí el lema de la ilustración".
Kant insiste en superar la "minoría de edad", la tutela, porque el ser humano continúa estando dominado por el poder civil que impide la crítica pública, la libertad de expresión...; del mismo modo, la conciencia individual continúa estando manipulada por la religión, las tradiciones, los prejuicios. Todo esto impide un uso libre y autónomo de la razón, así como el logro de la justicia, la paz y la libertad.

1.3 Relación entre el uso teórico y el uso práctico de la razón
Kant intenta compatibilizar el determinismo que impera en la Naturaleza con la experiencia humana de la autodeterminación y la libertad, imprescindibles para la acción moral. Este propósito le lleva a delimitar con precisión qué le corresponde a la razón en su uso teórico y qué en su uso práctico para, de este modo, salvaguardar la dimensión metafísica del hombre y sobre ella sustentar la moral.
Según Kant la razón tiene dos vertientes o funciones, aunque sea una única facultad: una teórica que se ocupa de conocer lo que las cosas son, y que se refleja en juicios descriptivos; y otra práctica que no se ocupa de lo que las cosas son, sino del deber, de cómo debe ser nuestro comportamiento para que sea moral. Este uso de la razón se pone de manifiesto en la formulación de juicios prescriptivos o imperativos que indican lo que debemos hacer o evitar.
En la Crítica de la Razón Pura Kant parte del hecho real de la ciencia e investiga las condiciones de su posibilidad; en el terreno de la ética parte de ese otro hecho real que es la existencia en todos los individuos de una conciencia moral y estudia las condiciones que hacen posible la moral. (Todos asumimos íntimamente una serie de preceptos y valores morales en los que nos apoyamos para orientar o elegir nuestra acción).
En la Crítica de la Razón Pura estableció las condiciones y los límites dentro de los cuales es posible un conocimiento universal, necesario y objetivo, es decir, científico. Afirma que sólo podemos conocer fenómenos, fenómenos que están siempre sometidos a relaciones causales.El de causalidad es uno de los principios a los que se tienen que ajustar los objetos para que nosotros podamos conocerlos. Sin embargo, en cuanto entramos en el ámbito específicamente humano, hemos de reconocer que nos enfrentamos a dilemas o conflictos morales que nos obligan a elegir entre dos o más opciones, por tanto, si estuviésemos condicionados, no podríamos elegir e imponernos a nosotros mismos un deber y, en este sentido, autodeterminar nuestra conducta. Pero ¿cómo compatibilizar la exigencia de la libertad con la causalidad que afecta a todos los fenómenos que conocemos?. Kant cree que esto se logrará siempre y cuando cada tipo de racionalidad se mantenga dentro de sus límites y no pretenda inmiscuirse en el terreno de la otra. ¿Esto qué supone?. Supone que la razón en su uso teórico ha de aceptar, ya de una vez, que no puede conocer las cosas en sí (nuestro conocimiento no puede traspasar el ámbito de la experiencia o de lo fenoménico, por lo que la metafísica como supuesta ciencia de las cosas en sí es imposible), pero si no puede conocerlas tampoco podrá rebatir los argumentos que aporte la otra racionalidad. La vía de acceso a las cosas en sí o noúmenos le está reservada a la razón práctica, y aunque ella tampoco podrá “conocer ”las cosas en sí, al menos puede “pensar” la libertad, la inmortalidad y Dios como postulados para la acción moral. (“Conocer” no es lo mismo que “pensar”).
La razón teórica, en concreto, tiene que admitir su incapacidad y conceder que se puede “pensar” la libertad como una idea o un ideal racional, pues es la condición misma que hace posible la acción moral, aunque no hay modo de demostrar que la libertad exista en el ámbito de lo fenoménico, porque ahí está todo determinado, pero la razón teórica tampoco puede negar que fuera de este ámbito, por tanto en el nouménico, la libertad sea “real” porque esto se le escapa. La razón práctica exige como condición misma de la posibilidad de la vida moral la libertad.
Kant considera que el ser humano pertenece a dos realidades distintas: como ser natural que es habita en un mundo físico o fenoménico, del que es otro fenómeno más, sometido a leyes causales. Pero también forma parte de un “mundo nouménico” porque se descubre a sí mismo, en la interioridad de su conciencia, como un ser libre y moral.



II/ EL USO TEORICO DE LA RAZON

2. 1. La tarea de la "Crítica de la Razón Pura"
Kant trata de examinar, estudiar, investigar ("Crítica") a la facultad de la razón cuando pretende conocer sin acudir a la experiencia ("razón pura"). La Razón tiene que ser sometida a "juicio" -el "tribunal" será ella misma- con el propósito de determinar qué y cuánto puede conocer la razón pura, es decir, hasta dónde puede llegar cuando pretende conocer sin acudir a la experiencia y, a la vez, determinar bajo qué condiciones y hasta dónde es posible un conocimiento universal, necesario y objetivo.
¿Por qué hay que hacer esto? Porque el poder y el alcance de la razón es limitado y si rebasa esos límites se extravía, la prueba de esos extravíos de la razón la tenemos en el estado en el que se encuentra la metafísica. Mientras las matemáticas y la física se han convertido en ciencias; la metafísica sigue siendo un campo de batalla: disputas, enfrentamientos, elaboración y destrucción continua de sistemas que, bien mirados, sólo son constructos conceptualmente vacíos... Todos estos fracasos, se lamenta Kant, han conducido al escepticismo: las críticas de Hume a la causalidad dejaron bastante mal paradas a las ciencias en su búsqueda de un conocimiento universal y necesario. Sin embargo, él considera que la metafísica es una dimensión natural del ser humano que debe ser preservada.
Kant se ve enfrentado, por tanto, a la ineludible tarea de resolver el problema del conocimiento, especialmente el científico, y el problema de la metafísica. Para lo cual tiene que aclarar, en primer lugar, cuáles son las condiciones que hacen posible la ciencia. Cuando ya se sepa esto, entonces se podrá determinar si la metafísica llegará alguna vez a convertirse en ciencia o no. (Recordemos que para el empirismo, en concreto Hume, la experiencia sensible no puede fundamentar el conocimiento científico –el orden y la regularidad de la Naturaleza es fruto de hábitos y creencias-; y que el racionalismo, al prescindir de la experiencia, incurre en contradicciones. Por eso Kant se plantea cómo superar esta situación)

Bien, pues, esta investigación sobre el alcance y los límites de la "razón pura" se plantea como una pregunta por las condiciones puras y "a priori" que hacen posible el conocimiento universal, necesario y científico. No se trata de condiciones empíricas, es decir, particulares, contingentes o enteramente subjetivas. Lo que Kant busca son aquellas condiciones absolutamente necesarias y universales, es decir: a) condiciones que no pueden faltar ni alterarse porque entonces el conocimiento sería imposible (=necesario); b) condiciones que afectan o determinan el conocimiento de cualquier objeto, sea el que sea (=universal); c) por último, condiciones que afectan a todo sujeto perceptor, sea quien sea.
A este tipo de condiciones las denomina Kant condiciones "a priori". "A priori" designa a aquellas condiciones que no provienen de la experiencia y, sin embargo, la hacen posible. Estas condiciones vienen a ser el fundamento o la condición formal, lógica, que garantiza y posibilita el conocimiento. Estas condiciones no tienen su origen en la experiencia, ni son innatas, es decir, no se dan antes desde un punto de vista temporal (más bien son “instantáneas” con la experiencia); ahora bien, sin ellas la experiencia y el conocimiento serían imposibles porque son formas de organizar, ordenar o estructurar los datos recibidos. Esas condiciones pertenecen al sujeto, son lo que el sujeto humano, en general, pone con ocasión de la experiencia.
Kant coincide con los empiristas en que todo nuestro conocimiento se origina con la experiencia; es decir, desde un punto de vista temporal, en el sujeto no hay nada antes de que este comience a recibir impresiones. Pero, por otra parte, y aquí ya no sigue a los empiristas, Kant mantiene que no todo se reduce a la experiencia. Hay una serie de condiciones o principios formales que el sujeto pone desde sí mismo, por tanto, no son otro dato más, otra sensación más.
A estas condiciones puras y "a priori" las denomina Kant transcendentales. Con este término hace hincapié en que se trata de analizar lo que el sujeto pone para poder conocer y obtener, además, un conocimiento objetivo. Por tanto, la pregunta por las condiciones puras y "a priori" que hacen posible el conocimiento, equivale a una pregunta por las condiciones transcendentales de dicha posibilidad.

La pregunta por las condiciones que hacen posible la ciencia se concreta en una pregunta por el tipo de juicios que utiliza la ciencia (toda ciencia en definitiva es un sistema organizado de juicios). Para que un juicio sea científico tiene que cumplir los siguientes requisitos: a) aumentar nuestro conocimiento y b) poseer validez universal y necesaria.
La conclusión a la que llega Kant es que los juicios que integran la parte "pura" de las ciencias son juicios sintéticos "a priori", o sea, juicios que amplían nuestro conocimiento y nos dan una información universal y necesaria. Por ejemplo, "la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos". El predicado añade una información sobre las distancias que no se puede extraer del análisis del sujeto, del concepto "línea recta". La verdad es "a priori" no es necesario medir distancias para confirmar una vez más la verdad del juicio.

A partir de aquí, las preguntas que orientarán la "Critica de la Razón Pura" serán las siguientes: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos "a priori" en las ciencias, es decir, en las Matemáticas y en la Física? ¿cuáles son las condiciones transcendentales que hacen posibles tales juicios? ¿serán posibles, acaso, en la metafísica?.




2. 2. Crítica de las facultades cognoscitivas. El idealismo transcendental
Si las ciencias tienen la posibilidad de formular juicios sintéticos "a priori" sobre la realidad, habrá que fundamentar dicha posibilidad, es decir, habrá que descubrir cuáles son esas condiciones puras y "a priori" que hacen posible la ciencia.
Pero en este punto Kant introduce una novedad. El busca la fundamentación de dichos juicios no en los objetos, sino en el sujeto, concretamente, en las dos facultades cognoscitivas del hombre que son la sensibilidad y el entendimiento, además de la razón. Este idealismo kantiano supone un "giro" en el planteamiento del problema del conocimiento al que él mismo denominó "giro copernicano".

Si Copérnico para explicar el movimiento planetario propuso, en contra de lo que entonces se admitía, la hipótesis de que los planetas eran los que giraban en torno al Sol, porque así podía explicar mejor y más económicamente el movimiento planetario, como se confirmó después; Kant propone una inversión similar: que sea el objeto el que se adapte a nuestras estructuras cognoscitivas y no nosotros a él. Si somos nosotros los que tenemos que adaptarnos pasivamente al objeto, entonces no se puede explicar la posibilidad de un conocimiento universal y necesario. Y no puede hacerse porque los objetos sólo nos aportan datos concretos y contingentes, pero no la universalidad y necesidad que busca la ciencia. Pero si se adopta la otra postura, esto es, la de que el objeto se adapta a las condiciones puras y "a priori", entonces sí que se puede explicar la posibilidad de un conocimiento universal, necesario y objetivo ya que esa necesidad la aporta y exige el sujeto. Para entender esta afirmación hemos de tener en cuenta lo siguiente, según Kant, el objeto conocido es el resultado de una adición o síntesis entre una materia o contenido, que son las sensaciones, que el sujeto recibe a través de los sentidos y una forma, que el sujeto aporta mediante una serie de operaciones sintetizadoras o unificadoras (es decir, unos modos invariables de ordenar los datos). Pero el conocimiento no es posible si faltan tanto la materia, es decir, las sensaciones, como la forma, y aunque esta última no derive de la experiencia, sin embargo la hace posible.

En síntesis, el giro copernicano de Kant supone un cambio radical en la consideración de la relación sujeto-objeto en el acto cognoscitivo. Kant afirma que el sujeto es activo: tiene unas estructuras, exigencias o filtros cognoscitivos, de modo que el objeto para que llegue a ser conocido por nosotros tiene que adaptarse a nuestra forma de conocer. El resultado es que el objeto que acabamos conociendo es una reelaboración producida en el mismo acto de conocer: lo dado a los sentidos es organizado por la forma o estructura que aporta el sujeto. El objeto ya no es algo que exista con total y absoluta independencia del sujeto y sus estructuras cognoscitivas, sino que tiene que ser considerado siempre en esa relación de dependencia porque si no a nosotros nos pasaría desapercibido; el objeto que decimos conocer no es una realidad X que nuestras sensaciones copian fielmente, sino el resultado de una ordenación o configuración. El sujeto determina "a priori" el objeto y es así como llega a saber algo universal y necesario de él.

Esas condiciones puras y "a priori" que el sujeto pone para poder conocer y que hacen posibles los juicios sintéticos "a priori" de la ciencia son: a) que el objeto sea intuido espacial y temporalmente y b) que las impresiones sean sintetizadas bajo las categorías o conceptos puros del entendimiento. Por tanto, para que haya conocimiento, tienen que darse tanto la intuición como el concepto -o unidad sintética- y si uno de los elemento falla, el conocimiento es imposible.


2. 2. 1. Crítica de la Sensibilidad
La "Estética Transcendental" es la parte de la Crítica de la razón pura en la que Kant estudia las condiciones puras y "a priori" de la sensibilidad, y sobre estas condiciones fundamenta los juicios sintéticos "a priori" de las Matemáticas.
La sensibilidad es la facultad por la que somos afectados por las impresiones o sensaciones que causan en nosotros los objetos. Esas sensaciones producen una intuición o representación inmediata del objeto. La sensibilidad es la única que nos puede suministrar intuiciones. A esa representación o captación mental inmediata de un objeto la denomina Kant intuición sensible.
Según Kant existen dos modos o tipos de sensibilidad: la sensibilidad externa y la interna, de las que hablaremos luego.
Kant afirma que el Espacio y el Tiempo son las formas puras "a priori" e intuiciones puras de la sensibilidad.
Que el Espacio y el Tiempo son formas puras "a priori" significa lo siguiente: a) Que no son otra representación sensible más, sino lo que hay de permanente y constante a todas las intuiciones, sean las que sean. Si el Espacio y el Tiempo los obtuviéramos "a posteriori", abstrayéndolos de las impresiones, podríamos tener sensaciones espacio-temporales y sensaciones no espacio-temporales, lo cual no ocurre.

b) Son unas estructuras que no derivan de la experiencia, sino que la condicionan y la hacen posible porque todo lo que intuimos, sea lo que sea en concreto, esta dentro del espacio y es ello mismo espacial, y a su vez, se da en el tiempo y es ello mismo temporal.
Por ejemplo, la visión o representación de un árbol, un triángulo, etc. supone ya que ese árbol o triángulo concreto "tiene tal forma, tamaño o volumen", "está a tal distancia", "encima”, "al lado de", y esto significa que ese objeto es espacial y ocupa una parte del espacio.
Toda sensación, emoción, recuerdo... supone ya que esa vivencia ha ocurrido o está ocurriendo en un momento concreto de nuestra vida, es decir "antes", "después de" o "a la vez que...". Esas vivencias tienen una duración concreta. Todo esto implica tiempo, sucesión, darse en el tiempo.
No es que primero tenga sensaciones variadas y muy puntuales y luego las ordene y organice espacio-temporalmente; ocurre que cualquier percepción, sea la que sea, se da bajo esa ordenación.

c) Son estructuras necesarias porque no podemos imaginar que no haya espacio o tiempo; en cambio, sí podemos imaginar que no haya tal objeto o que no haya ocurrido tal acontecimiento.
Podemos imaginar que un objeto falte del espacio. Podemos imaginar un espacio infinito, inagotable, completamente vacío. Ahora bien, lo que no podemos imaginar es que no haya espacio porque, por ej. ¿dónde nos situaríamos nosotros?.
Podemos imaginar que tal acontecimiento no ha ocurrido, que no hemos sentido tal emoción. Podemos imaginar un tiempo que fluye incesantemente sin que ocurra nada. Pero lo que no podemos imaginar es que no haya tiempo, intentarlo supone un "antes" y un "después", y eso ya es tiempo.

Que el Espacio y el Tiempo son intuiciones puras significa lo siguiente:
a) Que son representaciones vacías de todo contenido, son algo así como unas coordenadas que lo abarcan y subsumen todo.
b) Que no son conceptos empíricos o abstractos, sino una intuición o representación de el espacio y de el tiempo como coordenadas únicas, inagotables, infinitas... que contienen todas las divisiones que queramos hacer.
Intuimos y podemos imaginarnos diversos espacios y tiempos de dimensiones variables, a las partes o duraciones que pensemos siempre podemos añadirles o quitarles centímetros o segundos, pero ninguna de esas divisiones agotan al espacio o al tiempo; estos aparecen como unas dimensiones inagotables y únicas. Los segundos, días, años, siglos... son partes del tiempo no el Tiempo. Pero ni el Espacio ni el Tiempo son conceptos.

El Espacio es la forma "a priori" de la sensibilidad externa. Es la condición que hace posible que nos representemos a los objetos como objetos exteriores a nosotros que son y están en el espacio. El Tiempo, sin embargo, es la forma "a priori" de la sensibilidad interna y externa. Toda representación recaiga o no en algo externo, es decir, sea representación de un objeto o de una vivencia psíquica, está referida a una autoconciencia, y esa autoconciencia o "yo" es temporal. La representación de un objeto implica la percepción de ese objeto como exterior a mí y, a la vez, mi conciencia de estarlo viendo. Y ese "ser o estar siendo consciente de algo" es temporal.
En resumen, en toda intuición podemos distinguir entre una materia que es el contenido concreto, la sensación concreta recibida "a posteriori", es decir, al ser afectados por los objetos o nuestras vivencias, y una forma que es lo que el sujeto aporta "a priori": el Espacio y el Tiempo.

Los juicios sintéticos "a priori" de las Matemáticas son posibles porque todos sus teoremas y demostraciones están suponiendo el Espacio y el Tiempo como intuiciones puras. La geometría supone y estudia el Espacio, la aritmética supone el Tiempo (porque toda serie numérica supone una sucesión: 1,2,3… a partir de esas sucesión la aritmética establece sus leyes. El tiempo como intuición pura también es sucesión). Esto garantiza la validez universal y necesaria de sus demostraciones, así como su aplicación al ámbito de la experiencia, es decir, a los objetos porque estos también son espaciales y temporales.


2. 2. 2. Crítica del Entendimiento
La "Analítica Transcendental" es la parte de la Crítica de la razón pura en la que Kant estudia la facultad del entendimiento. Determina el número exacto de categorías o conceptos puros del entendimiento, que son las condiciones puras y "a priori" de esta facultad. Sobre dichas categorías fundamenta Kant la posibilidad de los juicios sintéticos "a priori" de la Física.
El entendimiento, según Kant, es la facultad de pensar o juzgar las intuiciones sensibles mediante conceptos. Pensar, para Kant, es unir, enlazar, referir, sintetizar sensaciones bajo conceptos. Esta síntesis se lleva a cabo mediante un juicio. Lo que hace el entendimiento es enlazar o sintetizar la multiplicidad de sensaciones espacio-temporales bajo un concepto, y gracias al concepto las sensaciones son remitidas de nuevo al objeto o bien a otro concepto.
El entendimiento, también es la facultad que produce espontáneamente conceptos sin derivarlos de la experiencia, dichos conceptos son las categorías -sin embargo, hay otros conceptos que son empíricos porque derivan de la experiencia-.

Pasando ya a las categorías o conceptos puros del entendimiento señalar lo siguiente:
a) Kant determina su número exacto a partir de los tipos lógicos del juicio, es decir, a partir de las formas fundamentales de enlazar sujeto y predicado. Las categorías son en total doce. Algunas de esas categorías son: sustancia, causa, existencia, necesidad, unidad, posibilidad...

b) Las categorías son las condiciones "a priori" o transcendentales que hacen posible el conocimiento, son la otra condición que el sujeto pone para poder conocer de manera universal, necesaria y objetiva.
Si los objetos no pueden ser pensados o sintetizados bajo categorías no pueden ser conocidos por nosotros porque tendríamos solamente una colección de impresiones desordenada e inconexa, y, además, no sabríamos si esas impresiones se refieren realmente a algo o son, por el contrario, impresiones subjetivas nuestras.

c) Las categorías son fórmulas vacías de todo contenido. Lo único que hacen es indicar los modos más generales de enlazar impresiones y objetos a través de juicios y conceptos. Pero, por sí solas, las categorías no nos dan ningún dato concreto sobre la realidad. Ese contenido lo suministra la experiencia.
Las categorías, por ejemplo, nos indican que lo intuido espacio-temporalmente, sea lo que sea, tiene que existir o ser posible; tiene que ser una sustancia, o sea, el soporte de una serie de cualidades; estar relacionado causalmente con otras cosas, etc. Pero estas categorías no son ni otras impresiones más, ni conceptos empíricos formados a partir de semejanzas y abstracciones; sino lo que el sujeto pone con ocasión de la experiencia, aunque no derive de la experiencia. Sin ellas, no hay posibilidad alguna de organizar la experiencia.

d) Regla de uso de las categorías y sus consecuencias: Las categorías sólo pueden aplicarse a lo intuido espacio-temporalmente porque nuestra intuición es sensible, esto significa que tienen que sernos dadas unas sensaciones configuradas ya espacio-temporalmente para luego sintetizarlas bajo las categorías. Se hace un uso ilegítimo de las categorías si se aplican a un supuesto objeto que no se intuye espacial o temporalmente.
Aquello que es intuido espacio-temporalmente lo denomina Kant fenómeno. Fenómeno es "lo que aparece" o "se le muestra" al sujeto. Ese objeto que se le muestra al sujeto puede ser conocido, y de hecho es conocido, porque el sujeto lo ha ido configurando a partir de las condiciones "a priori" de la sensibilidad y del entendimiento.
Si el fenómeno es lo que se "aparece" o "se muestra", hay algo que no se muestra. A eso que no se muestra o aparece lo denomina Kant noúmeno o cosa en sí. (Noúmeno es "lo inteligible", "lo que es pensado por la razón"). Pero el noúmeno o cosa en sí no podemos conocerlo de ninguna manera porque carecemos de la intuición intelectual que sería necesaria para que intuyéramos esa supuesta cosa en sí sin usar en ningún momento los sentidos, y una vez obtenido ese supuesto objeto, aplicarle las categorías. Nosotros no intuimos o creamos el objeto con sólo pensarlo porque nuestra sensibilidad, por el contrario, exige la presencia de una materia: las sensaciones.
Las consecuencias no se dejan esperar: Kant ha establecido las condiciones y los límites de nuestro conocimiento: sólo conocemos fenómenos, ese conocimiento es posible gracias a las condiciones "a priori" de la sensibilidad y el entendimiento. La cosa en sí no podemos conocerla. Pero esto no significa, como veremos más adelante, que la cosa en sí no exista o pueda ser pensada. Puede ocurrir que exista, pero no se puede conocer desde un punto de vista científico y objetivo.

La otra cuestión de la que se ocupa en la "Analítica transcendental" es la posibilidad de los juicios sintéticos "a priori" de la Física. La Física, según Kant, es la ciencia que se ocupa de la Naturaleza entendida como conjunto de fenómenos, por tanto, la Naturaleza se halla sometida a las mismas condiciones que hacen posible la experiencia.
Según Kant, el entendimiento a partir de las reglas de uso de las categorías, produce una serie de principios "a priori" que aparecen como leyes de la Naturaleza. Esas leyes no derivan de la experiencia porque los fenómenos sólo nos dan contingencia o probabilidad, sin embargo, se imponen a la experiencia y hacen posible el conocimiento.
Dichos principios o leyes son los siguientes: a) todos los fenómenos se pueden medir en extensión e intensidad o grado. b) La materia permanece. c) Los cambios ocurren según relaciones causales. d) Los fenómenos mantienen relaciones de reciprocidad entre sí.
Estos principios no aportan ningún dato concreto sobre los fenómenos, esto sólo se consigue mediante la observación y los experimentos. Lo único que ellos indican son las condiciones que deben cumplir los fenómenos para que puedan ser conocidos de manera objetiva.
Por ejemplo, uno de esos principios es el de causalidad: todo tiene que tener una causa. Tal principio, obviamente, no nos permite saber las causas concretas de algo, puede ocurrir, además, que nos equivoquemos al señalar las causas de un hecho o que hayan excepciones a las relaciones causales concretas y habituales de modo que, por la intervención de otras causas conocidas o no, no se produzca el efecto. Pero nada de esto echaría por tierra la necesidad y universalidad de tal principio porque se trata de una ley del entendimiento basada en la categoría de causa, categoría que se aplica a todos los fenómenos sin excepción. Pero, como ya sabemos la categoría de causa no deriva de la experiencia, sino que la precede y la hace posible.


2. 2. 3. Crítica de la Razón
La "Dialéctica transcendental" analiza el funcionamiento de la razón, y determina el número exacto de las ideas puras de la razón. La otra cuestión que aborda es la respuesta definitiva a la pregunta sobre la posibilidad de la metafísica como ciencia de las cosas en sí.
En cuanto al funcionamiento de la razón, Kant apunta lo siguiente: La sensibilidad enlaza las impresiones bajo las condiciones del Espacio y el Tiempo El entendimiento sintetiza los fenómenos bajo las categorías y los unifica mediante juicios; la razón no se conforma con estas síntesis previas. Lo que ella hace es unificar los juicios del entendimiento bajo otros juicios que sean más generales aún, la razón es la facultad de unir juicios para formar razonamientos.
Ella busca enlaces o relaciones entre los juicios cada vez más abarcantes hasta englobar toda la experiencia posible. Lo característico de la manera de operar de la razón es no contentarse con ningún juicio que esté condicionado, o sea, que dependa de otro más general. Ella busca lo incondicionado, es decir, aquello que sirva de fundamento a todos los juicios, pero sin estar condicionado a su vez.
Esta regla de funcionamiento lo único que indica es que hay que unificar o completar nuestro conocimiento todo lo que se pueda buscando leyes o principios cada vez más generales. Los problemas surgen cuando se da el salto y se cree que eso incondicionado se alcanza, es decir, que podemos conocerlo y, además, existe.

A estos incondicionados los denomina Kant ideas o conceptos puros de la razón (Estas ideas son simples entes de la razón sin más). Las ideas de la razón son tres: Alma, mundo y Dios. Los fenómenos de la experiencia interna se unifican bajo la idea de Alma. Los fenómenos de la experiencia externa se unifican bajo la idea de Mundo, y los fenómenos internos y externos se unifican bajo la idea de Dios. Esta tres ideas se corresponden con los temas tradicionales de la metafísica.

Estas ideas las produce la propia razón en su búsqueda de la unificación del conocimiento, pero no proporcionan conocimiento. La razón puede pensar lo que unifica como si fuese un objeto, puede que esas cosas en sí sean reales, existan. Pero en cualquier caso, no son objeto de conocimiento porque carecemos de la intuición intelectual que sería necesaria para tener una representación del supuesto objeto y, luego, aplicarle las categorías.
La cuestión sobre si la metafísica es posible como ciencia o no recibe una respuesta clara y tajante por parte de Kant: como ciencia es imposible. Las razones ya las sabemos: la experiencia marca el límite de nuestro conocimiento, usar las categorías para sintetizar lo que no se da espacio-temporalmente es ilegítimo e ilusorio. Por tanto, las pretensiones de la metafísica por darnos a conocer las cosas en sí llevan siempre al fracaso.
No obstante, hay un uso legítimo de las ideas de la razón que se conoce como uso regulativo. Estas ideas actuarían como ideales del conocimiento que tendrían que impulsar al ser humano a la búsqueda incesante de una mayor profundidad y unificación del saber alcanzado.

El resultado de este análisis de la razón pura teórica es aparentemente negativo, pero bien mirado también tiene aportaciones positivas: advierte a la razón de los peligros que encierra el ir más allá de la experiencia y acota perfectamente el poder y alcance de la razón en su uso teórico porque, aunque la metafísica sea imposible como ciencia, esto no significa que las cuestiones que ella plantea carezcan de interés e importancia.




III/ EL USO PRACTICO DE LA RAZON.

3. 1. Introducción
Recordemos que Kant se ha propuesto delimitar qué ámbito le corresponde a la razón en su uso teórico y cuál en el práctico. Tenía que salvaguardar la dimensión metafísica y moral del hombre de los ataques provenientes del escepticismo y materialismo reinantes en esa época, así como de todos los intentos realizados por la metafísica dogmática para darnos a conocer las cosas en sí. Tanto unos como otros, cree Kant, dificultan extraordinariamente la justificación de la moral.
La razón en su uso teórico no puede conocer las cosas en sí, pero si no puede conocerlas tampoco podrá rebatir los argumentos que aporte la otra forma de racionalidad para pensar (“pensar” no es lo mismo que “conocer”; pensar exige no cometer ninguna contradicción lógica) la libertad, la inmortalidad o Dios.
Hemos de tener en cuenta que la condición que hace posible la acción moral es la libertad. La razón práctica exige como condición misma de la posibilidad de la vida moral la libertad. Si estuviésemos siempre determinados a actuar, entonces no podríamos elegir e imponernos a nosotros mismos algún deber y, en este sentido, autodeterminar nuestra conducta. Pero ¿cómo compatibilizar la exigencia de libertad con la causalidad que afecta a todo fenómeno que podemos conocer?. Kant cree que esto es posible siempre y cuando cada tipo de racionalidad se mantenga dentro de sus límites y no pretenda inmiscuirse en el terreno del otro. La razón teórica tiene que admitir que se puede “pensar” la libertad como un ideal racional aunque no se puede demostrar que exista en el ámbito de lo fenoménico, porque ahí todo está determinado causalmente; pero tampoco puede demostrar que no exista fuera de él, en el ámbito de lo nouménico, porque esta es una “realidad” que se le escapa, que la razón teórica no puede conocer.
Por eso para defender esta faceta tan específica del ser humano, Kant considera que los humanos pertenecemos a dos realidades distintas: como seres naturales que habitamos en un mundo físico o fenoménico estamos sometidos a leyes causales, al igual que cualquier otro fenómeno. Pero también formamos parte de un “mundo nouménico” porque nos reconocemos a nosotros mismos, en nuestra conciencia, como seres libres y morales.


3.2. Etica material y ética formal
Una ética material es aquella que proclama la existencia de unos bienes o fines últimos para el ser humano. Una vez determinado ese fin –sea felicidad, placer, sabiduría…- se prescriben una serie de normas de conducta encaminadas al logro de dicho fin.
A juicio de Kant estas éticas están llenas de deficiencias. En primer lugar, son empíricas: su contenido (es decir, el fin último) se extrae de la experiencia, de lo que los seres humanos normalmente hacen, pero ningún juicio extraído de la experiencia proporciona necesidad. Y lo que busca Kant es una ley universal. Por otra parte, no hay unanimidad a la hora de establecer cuál es el fin último del humano: para unos es el placer, para otros la beatitud, etc.
En segundo lugar, los preceptos o imperativos de este tipo de éticas son hipotéticos o relativos. Son hipotéticos porque obligan sólo si se desea alcanzar dicho, pero si no es el caso, no ordenan ni obligan a nada.
Kant, sin embargo, está buscando un imperativo que valga siempre, sin restricciones o salvedades.
En tercer lugar, son éticas heterónomas, esto quiere decir que lo que determina al sujeto a actuar son las consecuencias beneficiosas o dañinas que conlleva la acción, o bien factores ajenos al individuo: la educación, las tradiciones sociales, la creencia en Dios, etc.
Frente a esto, la de kant es una ética formal porque carece de contenido: una ética formal es aquella que no establece ni cuál es el fin último del ser humano, ni prescribe lo que hay que hacer en concreto. Lo único que indica es como debemos obrar siempre, sea cual sea la situación a la que nos enfrentemos, si queremos que nuestra acción sea realmente moral.

A continuación vamos a exponer las tesis centrales de la teoría ética de Kant. Lo primero que hemos de señalar es parte de la existencia de la conciencia moral. Dada esa conciencia moral, él investiga las condiciones "a priori", o sea, universales y necesarias, de la moral. En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres Kant establece una distinción entre la parte pura y empírica del conocimiento, tanto del relativo a la naturaleza, como del relativo a la acción moral y al deber. La parte empírica o “a posteriori” se apoya en la experiencia; la parte pura o “a priori” se ocupa de los principios universales y necesarios. La tarea que se propone Kant es la de descubrir los principios “a priori” del comportamiento moral en la propia razón práctica o voluntad. Dicho de otra manera, a Kant no le interesan los aspectos concretos y empíricos que llevan a los humanos a actuar, sino cómo deberían comportarse para que su actuación fuera realmente moral. El busca una fundamentación de la moral que prescinda de los aspectos empíricos (situaciones conflictivas, emociones, etc.) y se centre en los formales, es decir, en los fundamentos universales y necesarios de la acción y el juicio moral.


3. 3. El imperativo categórico
La ley fundamental, necesaria y universal, de la moral, según Kant, es el imperativo categórico. Esta ley lo único que indica es la "forma" que debe tener toda máxima o principio subjetivo (es decir, la norma moral concreta que tomamos como referencia) para que determine a la voluntad a obrar, y la acción sea moral.
El imperativo categórico recibió varias formulaciones, las más destacables son: "Obra según una máxima tal que quieras que esa máxima se convierta en ley universal". "Obra de modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio".
Como hemos señalado, Kant no dice qué debemos hacer o no, cómo debemos actuar en cada circunstancia de nuestra vida, esto es lo que recogen los imperativos hipotéticos que son los que ordenan hacer algo como medio para alcanzar un fin; por el contrario, lo que indica el imperativo categórico es que cada uno de nosotros ha de querer que la norma o máxima por la que se rige sea universalizable, es decir, que valga sin excepción alguna, de manera que podamos querer que todos, absolutamente todos, nos guiemos por los mismos principios. No sería universal una norma que valiera sólo cuando a mí me interesa, que incumplo si me conviene, pero que no quiero que los demás se salten si ello me afecta.
El imperativo categórico es universal porque sólo muestra la "forma" que debe tener toda norma o ley -no dice nada del contenido-, y porque es incondicionado, es decir, porque obliga a todo agente moral con independencia de los motivos, deseos o condiciones concretas que puedan afectarle. No depende de ninguna condición, es decir, de si se desea lograr algo o no, en esto se diferencia del imperativo hipotético. El imperativo categórico ordena hacer algo como un fin absoluto, como algo que vale por sí mismo.
Según Kant, una acción es realmente moral y una voluntad es realmente moral y buena, si la acción está determinada por el imperativo categórico. Lo que hace realmente moral un acto es el móvil que inspira dicha acción (no es tanto la acción ya hecha o realizada, cuanto la intención que nos impulsa a comportarnos así). Si una persona hace algo porque espera obtener un beneficio, su acción no es del todo moral ya que ésta se plantea como un medio para conseguir un fin. En este caso se estaría actuando conforme al deber. En cambio, si esa persona hace algo porque considera que su deber es obrar así, estaría actuando moralmente. Se dice que obraría por deber o por respeto al deber. Esto significa que la acción es un fin en sí misma, y se actúa por respeto u obediencia a una ley que es universal y válida para todos.
El deber, para Kant, no es otra cosa que la ley, esa ley que indica que hemos de obrar de manera que nuestra máxima se pueda universalizar.


3. 4. La voluntad o razón práctica
El imperativo categórico deriva y se fundamenta en la voluntad. Esta voluntad es autónoma cuando se da a sí misma la ley, cuando se autolegisla en el sentido de que ella es la creadora de la propia ley o imperativo y, además, se somete a dicha ley. Si el hombre estuviera gobernado por la necesidad causal no podría determinar su propia voluntad de acuerdo con la ley que él mismo se autoimpone.
En este punto Kant se separa de las éticas anteriores que hacían depender la ley moral o bien de alguna inclinación o tendencia de la naturaleza humana (felicidad, placer, sentimientos), o bien de la sociedad, de Dios… Kant considera a la voluntad como única fuente de la moralidad porque lo único que dentro del mundo, o fuera de él, puede ser considerado absolutamente “bueno” es la buena voluntad. Ni las mejores cualidades del carácter, de la inteligencia o los bienes externos como la riqueza, pueden ser considerados como bienes absolutos porque siempre cabe un uso incorrecto de ellos. Lo único bueno, según Kant, es una voluntad que se atiene al deber, que actúa por respeto al deber.


3. 5. Los postulados de la razón práctica.
En la Crítica de la razón pura Kant negó la posibilidad de un conocimiento teórico acerca del alma y Dios. Pero estas ideas o noúmenos sí pueden ser considerados por la razón práctica como postulados de la acción moral, es decir, como supuestos o condiciones de la posibilidad de la experiencia moral. Estos postulados son creencias necesarios para justificar o fundamentar la acción moral. Un postulado es una proposición o afirmación que no se puede ni probar ni atacar teóricamente, pero que se necesita como punto de partida para desarrollar ciertos argumentos.
a) El primero de esos postulados es el de la libertad. No podemos considerarnos moralmente autónomos sino presuponiendo la idea de la libertad. Somos seres nouménicamente libres. Si la voluntad es autónoma y se da a sí misma la ley moral, esto sólo es posible suponiendo la libertad como condición necesaria. Actuar por respeto a la ley o al deber reclama a su vez la libertad para obedecer o desobedecer la ley. Si nos autolegislamos y obedecemos la ley es porque nos consideramos libres, por tanto, no estamos determinados rígidamente por pasiones, deseos o circunstancias externas.
Si estuviésemos determinados a obrar en algún sentido, no necesitaríamos de ninguna ley moral. Si no pudiésemos elegir entre lo que nos imponen nuestros deseos y sentimientos y lo que nos prescribe la razón, no podríamos encontrar en nosotros, en nuestra razón, una ley moral. Es decir, sin libertad no podríamos imponernos a nosotros mismos un deber, o sea, autodeterminarnos, pues tenemos que tener de antemano la posibilidad de elegir qué queremos hacer y eso llevarlo a cabo o no. Pero el hecho de darnos a nosotros mismos deberes o normas nos hace ser conscientes de nuestra libertad porque sabemos que podemos causar u orientar nuestra acción y reobrar sobre cualquier deseo, tendencia, etc. que influya sobre nosotros y nuestra conducta. Dicho de otro modo, si no existiera en nosotros una ley que considerásemos obligatoria, no nos daríamos cuenta de que somos libres para transgredirla o aceptarla.

La condición que hace posible la moral es la libertad. La razón práctica exige la libertad como conditio sine qua non de la vida moral, por tanto, es una condición transcendental para la razón práctica.
Este puesto que ocupa la libertad dentro de un sistema completo de la razón pura, fue preparado por Kant al resolver la tercera antinomia afirmando que tanto la tesis como la antítesis son válidas siempre y cuando se entiendan en el sentido adecuado. La conclusión a la que llegó Kant fue que la razón teórica puede "pensar" la libertad como un ideal racional pero no puede demostrar que exista en el ámbito fenoménico, ni que deje de existir fuera de él. Esto es lo que la razón teórica tiene que dejar "valer": admitir su incapacidad y reconocer que otro tipo de "racionalidad" sí puede acceder al mundo fenoménico.

b) Otro de esos postulados es el de la inmortalidad del alma. La razón práctica nos ordena aspirar a la virtud, es decir, a la concordancia total entre voluntad y ley moral, eso sería la virtud. Pero esa perfección es imposible para seres como nosotros que tenemos una existencia finita y, además, nos hallamos divididos entre el cumplimiento y el incumplimiento del deber, o entre el deber y el deseo.
Habría que suponer entonces, como garantía de la búsqueda de la virtud, la inmortalidad del alma, o sea, la duración ilimitada del ser humano. Se trata de un "ideal" -que no se puede demostrar ni invalidar teóricamente- de progreso moral, de mejora indefinida que debería perseguirse a lo largo de la vida y de la historia de la humanidad.
c) El tercer postulado es el de la existencia de Dios. Una característica de la vida del hombre es el dolor, la tragedia, el desgarramiento entre una realidad personal y social en la que la virtud, la felicidad, la justicia... no se dan y, por otra parte, un ideal de perfección absoluta que representa lo que "debería ser" nuestra vida frente a lo que realmente es.
Esta ruptura exige, según Kant, creer en Dios como garantía de que la realidad y el ideal o el ser y el deber-ser coincidirán finalmente.



V/ INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES
Kant recibió, inicialmente, una formación racionalista, sobre todo de Wolf, quien pretendía, siguiendo los presupuestos racionalistas, establecer un sistema completo del saber que se desarrollaría a partir de conceptos. Conoció también las obras de Leibniz, Newton y Rousseau. Él mismo reconoce que la lectura de Hume le hace “despertarse de su sueño dogmático”. Abandona entonces el racionalismo dogmático y admite el valor de las sensaciones y la experiencia en el conocimiento, lo cual supone rechazar las pretensiones de la metafísica de ampliar nuestro conocimiento más allá de los límites que marca la experiencia.

La primera repercusión importante del pensamiento de Kant la encontramos en el idealismo alemán, cuyos representantes más importantes fueron Fichte, Schelling y, sobre todo, Hegel.
Kant se había convertido en un punto de referencia imprescindible para los pensadores de la época, sin embargo, las distinciones que trazó entre fenómeno y cosa en sí, entre razón teórica y razón práctica, entre ser y deber ser… planteaban dificultades. Los idealistas intentaron superar todas esas distinciones. Los idealistas rechazaron la noción de cosa en sí por considerarla contradictoria. Kant, recordemos, afirma que la razón es la que establece los límites a su propia capacidad de conocer, ella determina lo que es el objeto de la experiencia frente a la cosa en sí que no puede ser conocida por nosotros. Pero si esos límites los establece la razón, entonces la cosa en sí, según los idealistas, es algo determinado o establecido por la propia razón. Y esto es una contradicción.
Como consecuencia de su rechazo de la cosa en sí surge una nueva concepción de la razón: la razón infinita. (Según Kant, la finitud de la razón se debía a que el contenido del conocimiento tenía que serle dado porque nuestra intuición es sensible; pero si se elimina la cosa en sí, ya nada queda al margen del pensamiento). La razón se vuelve absoluta, ella “constituye” o “pone” toda la realidad. La realidad, en su totalidad –sea Naturaleza, conciencia, sociedad, arte…- es un despliegue de la razón.
Los idealistas, y en especial Hegel, rechazaron la distinción entre ser y deber ser porque esto significaba que la realidad nunca alcanzaría el ideal o el deber ser. Para Hegel, por el contrario, la realidad se desarrolla dialécticamente hacia su plena realización, de modo que el ser y el deber-ser coincidirán, o dicho de otro modo, el deber-ser (el ideal) llegará a ser real.
Hay un resurgimiento de la filosofía de Kant, a finales del S. XIX y principios del S. XX, con los llamados Neokantianos que se centran en el análisis de las condiciones del conocimiento y niegan la cosa en sí. Otros autores se interesaron más por la teoría de los valores. Formaron parte de este movimiento, entre otros, Cohen, Natorp, Cassirer.
El empirismo lógico o la filosofía analítica, corriente filosófica que surge a principios del S. XX, no aceptó algunas de las tesis de Kant sobre la ciencia, en concreto la posibilidad de los juicios sintéticos “a priori”, así como la fundamentación de las matemáticas.
Con respecto a la vigencia del pensamiento de Kant hay señalar que los conceptos de libertad, autonomía y universalidad, en los que se basa su teoría ética, centran la reflexión ética en la actualidad. En el ámbito del conocimiento, el problema de los límites de la ciencia y del conocimiento tiene plena actualidad puesto que nos seguimos planteando si la ciencia puede dar respuesta a todos los problemas que tiene que afrontar el ser humano.

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