I/ INTRODUCCIÓN
1.1. Biografía y obras de Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883, en el seno de una familia liberal, burguesa e ilustrada, relacionada directamente con el periodismo, actividad a la que también se dedicará Ortega.
En 1898, cuando inicia sus estudios universitarios -derecho y filosofía-España pierde sus últimas colonias. Este hecho conmocionó a toda la Generación del 98. Unamuno, Baroja, Machado, Ortega… se cuestionan el problema de la decadencia física y moral de España. Cada uno de estos autores da una respuesta distinta. Ortega propone una regeneración de España, para lo cual sería necesario que una élite de intelectuales, con la vista puesta en Europa, educase a las masas. Sólo así sería factible el resurgir económico, social y cultural de España. De hecho todo el esfuerzo intelectual de Ortega se centra en lograr una apertura de España hacia Europa.
Este deseo de conocer la cultura europea le lleva a completar sus estudios en distintas universidades alemanas. A su vuelta a España ganó la cátedra de metafísica de la Universidad Central de Madrid.
En 1923 funda y dirige la Revista de Occidente. Ese mismo año comienza la dictadura del general Primo de Rivera. El enfrentamiento político con la dictadura le lleva a dimitir de su cátedra en 1929, aunque la recupera poco después. Interviene en la vida política siendo diputado durante la Segunda República, pero se decepcionará bastante pronto de ésta actividad.
Cuando se inicia la guerra civil, en 1936, se exilia y no vuelve a España hasta 1945. Murió en 1955.
De su amplísima obra cabe destacar lo siguiente: España invertebrada, El tema de nuestro tiempo, ¿Qué es filosofía?, La rebelión de las masas, En torno a Galileo.
Ortega forma parte de ese amplio movimiento filosófico que fue el vitalismo, aunque también recibe influencias del historicismo, la fenomenología.
Para él la “realidad radical” es la vida. Tiene especial interés por la vida humana, entiende la “vida” como biografía e historia, como el conjunto de acciones que debemos realizar y de preocupaciones que debemos afrontar para realizar el proyecto personal que nos proponemos. La vida, tal y como la entiende, es quehacer, es elección entre las posibilidades que nos ofrecen nuestras circunstancias.
En la filosofía de Ortega existen dos períodos claramente diferenciados: el perspectivismo (1910-1923) y el raciovitalismo (desde 1923 en adelante).
II/ EL CONCEPTO ORTEGIANO DE FILOSOFIA
La necesidad de filosofar no brota de la utilidad, tampoco del mero capricho; al contrario, la filosofía es una actividad necesaria, “constitutivamente necesaria al intelecto”. Al filósofo le caracteriza el afán por entender y captar la realidad del mundo. La filosofía, tal y como afirma Ortega, es “conocimiento de Universo o de todo cuanto hay”. Pero esa búsqueda de la verdad sobre el mundo se lleva a cabo desde una actitud muy peculiar: el filósofo se rebela contra la conciencia ingenua que se queda sólo con el “dato”, con lo más inmediato: con lo que “vemos”, “tocamos”, “calculamos”... La filosofía, por contra, toma el “dato”, el hecho, lo que está ahí, como un problema. Filosofar es problematizar porque lo “dado” -que para otras formas de conocimiento o para la conciencia ingenua es suficiente- se vuelve fragmentario e insuficiente y sólo puede tener sentido como parte de un todo, de un "mundo".
La actividad filosófica tiene que llevarse a cabo de acuerdo con ciertos requisitos: a) no partir de creencias previas, no partir de nada anterior a la propia filosofía que se está haciendo, o sea, de verdades supuestas; b) hay que intentar abarcarlo todo, abarcar el universo en su integridad, correlacionando todas las cosas; c) hay que buscar la raíz de todo lo que hay en el Universo, dicho de otro modo, hay que buscar el “ser” de las cosas. “Ser” o realidad que Ortega identifica con la vida.
III/ EL RACIOVITALISMO
Esta exposición de la filosofía de Ortega se va a centrar en el período de madurez de su pensamiento conocido como Raciovitalismo. Los aspectos más significativos del raciovitalismo los encontramos en la consideración de la vida como realidad radical y en la reivindicación de la razón como “razón vital”. No obstante, en la exposición de estas ideas incluiremos dos conceptos desarrollados en la etapa anterior, que son decisivos para comprender su concepción de la vida. Se trata de los conceptos de perspectiva y circunstancia.
3.1. El concepto de vida como “realidad radical”
3.1.1. Introducción
Ni el mundo exterior ni la conciencia o el sujeto -como creían respectivamente el realismo y el idealismo- son la realidad radical de la que ha de partir la filosofía. Esa realidad radical, para Ortega, sólo puede ser la vida; vida que incluye tanto al sujeto como al mundo.
Para entender la postura de Ortega tenemos que remontarnos a las críticas que dirige contra el realismo y el idealismo. Contra el idealismo afirma que el sujeto no es el eje en torno al cual gira la realidad; contra el realismo afirma que el sujeto no es un simple trozo de la realidad ni es un ser abstracto, sino una realidad concreta, una vida que vive aquí y ahora, que es individual y única.
El realismo es una actitud que supone que la verdadera realidad son las cosas tal y como son en sí mismas, con independencia del sujeto cognoscente. En el realismo antiguo, el de los griegos, el yo se centra en las cosas que le rodean, sólo existe el mundo cósmico compuesto de cosas; pero el yo no se da cuenta de sí mismo. Por otra parte, el verdadero ser de las cosas, para los realistas, es lo que está detrás, debajo, de las apariencias, de lo externo y cambiante y hace de soporte de esas apariencias, es decir, el ser substante, la sustancia: lo que hace de soporte de las cualidades aparentes y, además, lo que permanece tras los accidentes y cambios.
Los griegos no descubrieron la conciencia, el yo.
Descartes es el primero que pone en tela de juicio el realismo y sienta las bases del idealismo que dará lugar al subjetivismo moderno. Descartes descubre la primacía de la mente, del yo; las cosas en sí mismas no son seguras porque puedo dudar de todo, pero de lo único de lo que no puedo dudar es del pensamiento, de mis pensamientos.
Ortega acepta la tesis idealista que sostiene que el yo es el que piensa las cosas y, en este sentido, dependen de mí; dicho de otro modo, yo no puedo saber de las cosas más que en cuanto son pensadas por mí. Pero Ortega no acepta la reducción de las cosas a meros contenidos de la conciencia. Evidentemente no se puede hablar de las cosas sin el yo que las piensa, pero el error del idealismo está en no darse cuenta de que el yo no puede existir sin cosas, sin mundo. No se puede hablar de las cosas sin el yo, pero tampoco puede darse un yo sin cosas –porque el yo es siempre “conciencia de”-. Para Ortega el descubrimiento del propio yo, de la conciencia, corre paralelo al descubrimiento de otras cosas situadas ante mí, diferentes de mi, exteriores.
La postura de Ortega quiere superar a las dos tradiciones anteriores, lo que él propone como dato radical, como nuevo concepto del “ser” o la realidad, es que existimos tanto el yo como las cosas, existimos el yo que piensa y el mundo en que pienso. El mundo, las cosas, forman parte de mi yo, son objeto de mi pensamiento y de mi actividad; yo no estoy desligado de las cosas, pero tampoco existe mi yo sin las cosas, encerrado en sí mismo, solo, aislado. La verdad de la que hay que partir es que ni existen las cosas solas ni existe sólo el yo, sino el yo con las cosas, existe el yo con el mundo, y esa es la realidad radical que no es otra cosa que la vida, mí vida.
3.1.2. La vida como realidad radical. Las categorías de la vida
La concepción de la vida que mantiene Ortega no se puede confundir con la vida tal y como la puedan entender los biólogos, o sea, como ese conjunto de fenómenos o procesos que afectan a los organismos vivos. Tampoco es la suma de procesos psíquicos que le acontecen al organismo. La vida para Ortega tiene un sentido más amplio, de modo que lo orgánico, nuestro cuerpo o nuestra conciencia, la cultura, la ciencia... sólo son otras manifestaciones más de esa realidad previa y fundante que es la “vida”.
La vida, afirma Ortega, “es lo que somos y lo que hacemos: es, pues, de todas las cosas la más próxima a cada cual”. La vida se interpreta como coexistencia del yo con el mundo. Esa coexistencia no es estática, sino que implica una relación dinámica. El mundo es lo que encuentro frente a mí o a mi alrededor cuando me descubro a mí mismo, es lo que existe para mí, lo que actúa sobre mí. Por otro lado, yo soy el que se ocupa de ese mundo, el que lo ve, lo ama, lo odia, lo transforma, lo sufre...
Por tanto, lo primero que ha de hacer la filosofía es definir esa nueva realidad radical que es la vida mediante los atributos o las categorías que la determinan. Lo que se define es la vida particular, la vida de cada uno de nosotros que se diferencia de la de los demás, pero esas categorías afectan a las vidas de todos, por tanto, también se definen los aspectos generales que afectan a toda vida. Bien, pues esas categorías son las siguientes:
a) Vivir es encontrarme en el mundo. Es encontrarme en el mundo del aquí y del ahora inmediato haciendo lo que estoy haciendo y siendo consciente de mi hacer. Vivir no es algo abstracto, sino darme cuenta, enterarme, de mi relación o coexistencia con el mundo, porque nuestra vida no transcurre al margen, aislada del mundo, sino en relación con nuestra circunstancia.
b) Vivir es ocuparme de algo. “Ella -nuestra vida-, afirma Ortega, consiste en que la persona se ocupa de las cosas o con ellas. Y evidentemente lo que nuestra vida sea depende tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo”. “Yo consisto en ocuparme con lo que hay en el mundo y el mundo consiste en todo aquello de lo que me ocupo”.
Vivir es un hallarse continuamente ocupado en esto o en lo otro, haciendo algo con las cosas, es un hacer, por ejemplo, estudiar, pensar, hacer la cena, ir de paseo... El resultado de esa actividad, lo hecho, también forma parte de mi vida.
Pero todo hacer es ocuparse en algo o de algo, para alcanzar algo. Hay, pues, una finalidad, un propósito en virtud del cual y por el cual nos ocupamos de las cosas y del mundo. Ese vivir para algo supone tender hacia el futuro. Vivir es anticiparse, ir prefigurando el futuro o lo que queremos llegar a ser.
c) Vivir, como acabamos de indicar, es un continuo quehacer. La vida, dirá Ortega, nos es dada, puesto que nos encontramos viviendo, pero no se nos da ya hecha, no está prefijada ya de antemano; al contrario, es algo imprevisto que cada uno de nosotros tiene que hacer y proyectar en relación con el mundo. Necesariamente tenemos que hacer nuestra vida. Como señalamos más arriba, el ocuparnos de algo implica tanto un proyecto vital, de acuerdo con el cual orientamos nuestra vida, como la posibilidad de elegir lo que quiero ser y hacer.
La vida, por tanto, es proyecto, posibilidad, problema.
La vida de cada uno es un ir decidiendo, escogiendo, proyectando lo que queremos ser y hacer. Yo soy un proyecto que quiere realizarse y que he tenido que imaginar en vista de las circunstancias, esto pone de manifiesto que tenemos libertad para escoger.
El mundo nos ofrece un abanico de posibilidades para elegir. Pero las posibilidades que nos ofrece el mundo son limitadas y, a la vez, plurales -plurales porque todas pueden ser elegidas, pero ninguna se impone sobre las demás-. Esta limitación de posibilidades es lo que expresa Ortega mediante la categoría de circunstancia.
La circunstancia es un concepto clave de su concepción de la realidad. La circunstancia es todo lo que interviene en la vida del hombre y es utilizado por él para hacerse a sí mismo. Dentro de ese todo que interviene en la vida de cada ser humano tenemos a los otros, las costumbres sociales, las creencias, las cosas que aparecen a mi alrededor, las opiniones... Todo eso que no soy yo, sino que pertenece al ámbito que me rodea y que yo no he elegido (nos encontramos viviendo en una determinada sociedad que tiene una ideología concreta, en un tiempo concreto, rodeado de determinadas personas...), sin embargo, es inseparable de mí porque mís circunstancias son el abanico de posibilidades dentro del cual he de decidir mi vida. Por tanto, las circunstancias aparecen como el límite, lo determinado, como el destino o la fatalidad que me toca vivir, pero también como el ámbito dentro del cual elijo y construyo mi vida. De ahí que Ortega afirmara: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
El hecho de que el hombre sea un ser sujeto a sus circunstancias no elimina su libertad y responsabilidad. El es el único responsable de sí mismo. Nadie puede elegir ni escoger por él, por eso él es absolutamente responsable de su propio proyecto vital.
d) Nuestra vida es temporeidad. “Si nuestra vida consiste en decidir lo que vamos a hacer, quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un atributo temporal: la vida es futurización”. “Ante nosotros están las diversas posibilidades de ser, pero a nuestra espalda está lo que hemos sido. Y lo que hemos sido actúa negativamente sobre lo que podemos llegar a ser”.
Nuestra vida, como ya indicamos antes, no nos es dada hecha, sino que tenemos que hacérnosla, y hemos de hacerla no de cualquier manera, sino de acuerdo con un proyecto que está abierto, apuntando hacia el futuro. Que nuestra vida es proyecto quiere decir que tenemos necesariamente que crear e inventar lo que vamos a ser e irlo haciendo, y ese irse haciendo transcurre en el tiempo. Por tanto, otra de las categorías de la vida es su temporalidad.
El hombre, según afirma Ortega, no tiene naturaleza, sino que es historia, es decir, no es algo fijo, dado ya e idéntico siempre a sí mismo; por el contrario, el hombre “va siendo” Y en ese irse construyendo a sí mismo el pasado, el presente y el futuro se anudan. La vida de cada cual es el ahora, pero tanto lo presente como lo que llegaré a ser más adelante dependen del pasado. El pasado (el resultado de los 'haceres' realizados) es un “antes” que actúa sobre mi presente más inmediato para forzarme a avanzar siempre hacia el futuro. La experiencia ya vivida (el pasado) actúa como guía para orientarnos hacia el futuro.
e) La vida del hombre, como venimos señalando, es una realidad histórica y sujeta a sus circunstancias. La vida es algo que el hombre tiene que proyectar y hacer efectivo. Tiene que ocuparse y preocuparse de su propio destino o proyecto vital. Cada uno tiene que llegar a ser plenamente él mismo, tiene que ser fiel a sí mismo, pero esto implica una responsabilidad que no siempre los humanos asumimos, por eso nos dejamos llevar por las modas o las costumbres sociales.
f) Por último señalar que la vida es coexistencia y convivencia con otros individuos.
3.2. El Raciovitalismo o la “Razón vital”
El raciovitalismo pretende ser un punto medio o una postura intermedia entre el racionalismo y el irracionalismo vitalista. Ortega no pretende reducir todo lo humano a pura biología, ni desvalorizar la razón para primar la intuición y lo irracional. Pero tampoco quiere ser racionalista porque el racionalismo pretende imponer sobre la realidad cambinte las estructuras de la razón con sus conceptos fijos, abstractos, eternos..., con lo que se acaba convirtiendo en idealismo. En este sentido cabe señalar que la “razón vital” se opone a toda consideración de una razón pura, abstracta, desarraigada del sujeto. Desde Grecia se ha entendido la razón como una facultad que capta la esencia de las cosas, el “ser”, lo abstracto, lo inmutable. Esta postura culmina con la razón matemática de los racionalistas que reduce lo cualitativo a cantidades, a números, y la Razón Pura de Kant. Pero esta razón es incapaz de captar la realidad cambiante, inexacta, temporal que es la vida
. Por eso han surgido los irracionalismos que anteponen la vida a la razón.
Ahora bien, el raciovitalismo pretende mantenerse en una postura intermedia: reconoce el valor de la razón, pero reconoce también sus raíces irracionales -la intuición- y la pone al servicio de la vida. De lo que se trata es de ligar la razón a la vida y al carácter temporal e histórico que ésta tiene.
Esta teoría defiende a la razón o al conocimiento como algo que está arraigado en la vida. El hombre es un ser dotado de razón, pero de una razón que tiene que usar sobre todo para vivir. Toda razón, para Ortega, es razón vital. “Razón” es un término que designa todos los actos que “dan razón de”, que dan cuenta de los hechos vitales. Esto quiere decir que el hombre tiene que usar la razón para vivir; vivir es tratar con el mundo para orientarse y dar cuenta de él no de un modo abstracto, sino de un modo concreto, puesto que nuestro conocimiento y trato -nuestra 'ocupación'- con las cosas se ejerce desde nuestros concretos intereses vitales y desde las circunstancias en las que nos hallamos. Todo conocimiento está limitado y condicionado por nuestras circunstancias, por nuestras ideas y creencias. No se nos dan verdades acabadas, completas, definitivas, sino perspectivas, es decir, aspectos, enfoques, ángulos en los que nos situamos para conocer la realidad.
Lo que pone de manifiesto esa vinculación entre razón, vida e historia es que la vida es la realidad radical y que el hombre es un “irse haciendo” en relación directa con el mundo. Esa coexistencia del yo con el mundo la expresa Ortega en su sentencia: Yo soy yo y mi circunstancia.
3.3. Perspectivismo
Este término significa, en un sentido general, la posibilidad de considerar el mundo o las cosas desde diversos puntos de vista, todos ellos justificados, de tal modo que cada punto de vista ofrece un enfoque o una perspectiva única y a la vez indispensable para entender el mundo.
En Ortega el perspectivismo es una teoría sobre el conocimiento de la realidad. Esta teoría implica que no hay un sólo punto de vista único, absoluto o fijo sobre la realidad, sino diversas perspectivas complementarias.
Hay tantas perspectivas como individuos. El punto de vista individual es el único desde el cual puede mirarse el mundo. La realidad le aparece a cada uno según la perspectiva que ocupe. Con las perspectivas ocurre como con la contemplación de un paisaje: nunca tendremos una visión global, completa, sino que lo veremos según el lugar en el que nos situemos. Del mismo modo, cada uno contempla la realidad que le ha tocado vivir. Las perspectivas o los puntos de vista son infinitos. El mundo es pluralidad de perspectivas, por eso la única forma de acercarse a la realidad del mundo, que nos es dada perspectivamente, será multiplicando las perspectivas, los puntos de vista, y asumiendo su irreductible diversidad.
La perspectiva está ligada a la circunstancia concreta que determina o limita nuestra vida. La perspectiva y la circunstancia aparecen indisolublemente unidas al yo, o al sujeto, que es “protagonista” o “personaje” de su vida en la medida en que tiene proyectarse de acuerdo con las circunstancias.
El perspectivismo, sin embargo, debe forzarnos a integrar y completar las perspectivas, formándonos un conocimiento lo más completo posible. A Ortega no le parece justificable la actitud escéptica que no da nada por verdadero, ni la relativista que no está convencida de nada o cambia según las circunstancias. Que la verdad sea perspectiva, circunstancia histórica exige una búsqueda más rigurosa para vivir de acuerdo con certezas o perspectivas de las que estemos realmente convencidos.
IV/ INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES
Ortega es considerado la figura más importante de la filosofía española del S. XX. Defendía la necesidad del conocimiento de la historia de la filosofía, consideraba especialmente importantes la filosofía griega y la alemana con la que entró en contacto durante su estancia en este país. Los filósofos que más le influyeron fueron los neokantianos P. Natorp y H. Cohen. También hay que mencionar a Husserl, Nietzsche, Dilthey y Heidegger.
Con respecto a la repercusión de Ortega hemos de señalar que su pensamiento no tuvo una acogida demasiado favorable tras su muerte, salvo entre sus discípulos. Dentro de ese grupo de seguidores destacan las figuras de Julián Marías, josé Gaos, María Zambrano. El pensamiento de Ortega fue considerado, en general, algo anticuado frente al auge que iban tomando la filosofía analítica y el pensamiento marxista. Sin embargo, tuvo mejor acogida en América.
La aportación más destacable de Ortega está en su contribución al debate sobre la crisis de la modernidad. Su concepto de razón vital es una crítica a la racionalismo europeo.
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