domingo, 12 de julio de 2009

Nietzsche

I/INTRODUCCIÓN

1.1-. Nietzsche, biografía y obras
Filósofo alemán del S. XIX (1844-1900). Ha ejercido una influencia notable en el pensamiento de nuestra época. Es un autor polémico del que se han hecho las interpretaciones más contrapuestas, no es un pensador sistemático que desarrolle paso a paso sus ideas, al contrario, lanza sus pensamientos sin razonarlos, emplea casi constantemente los aforismos y su lenguaje está cargado de poesía.
Su filosofía atraviesa tres etapas:
Primer período: La obra más importante es El nacimiento de la tragedia. En esta obra defiende que el arte y la tragedia son el medio para penetrar la realidad, para descubrir el lado oscuro de la vida. Entiende, al igual que Heráclito, que la vida es movimiento, un incesante devenir en el que los contrarios se hallan profundamente entrelazados. Vida-muerte, nacimiento-destrucción son las dos caras de lo mismo. Esta lucha la expresa Nietzsche mediante la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
Segundo período: Emprende la condena de la metafísica, la moral, la religión... desde un análisis psicológico que descubre lo que se oculta bajo los ideales de la cultura occidental. Caben destacarse las siguientes obras: La Gaya ciencia, Humano, demasiado humano, etc.
Tercer período: Expone su propia concepción del hombre y de la realidad. Las obras de esta etapa son: Así hablo Zaratustra, Más allá del bien y del mal, Genealogía de la moral, Crepúsculo de los ídolos, el Anticristo, Ecce homo Tras su muerte se publicaron sus últimos escritos bajo el título de La voluntad de poder.


1.2-. Presentación de la filosofía de Nietzsche
Nietzsche pertenece a la filosofía vitalista. Afirma que la vida es la realidad primera de la que debe partir la reflexión filosófica, y no la razón ni cualquier otro tipo de valor porque la vida es devenir incesante, no se la puede aprehender mediante una razón lógica y conceptual, sino por medios irracionales como el arte, la poesía, los instintos. (El irracionalismo propone el rechazo de la razón como principio regulador y explicativo de la naturaleza y la actividad humana). La vida se convierte en el patrón a tener en cuenta para construir una nueva tabla de valores que rompa con los de nuestra tradición cultural. La vida se convierte en el valor desde el que se juzga la tradición occidental (axiología).

La filosofía de Nietzsche es una filosofía de la sospecha que desenmascara el doble fondo de la cultura occidental: la alienación y el odio a la vida. Nuestra cultura está construida sobre valores falsos y decadentes que deben ser sustituidos por otros que se opongan radicalmente al platonismo y al cristianismo (que son las pilares de nuestra cultura).
La clave de su pensamiento está en que esta afirmación de la vida es indisociable de una crítica feroz y radical de la cultura occidental. Para Nietzsche el hombre va creando valores que se ponen de manifiesto en la cultura y todo el conjunto de saberes e instituciones que ella crea. Pero esos valores pueden ir a favor o en contra de la vida, si ocurre lo último, el hombre se vuelve un ser alienado porque olvida que él ha sido el creador de todos los valores que, ahora, se le presentan como coerciones, como obligaciones. Precisamente esto es lo que ha ocurrido en la cultura occidental.
Nietzsche hace este diagnóstico de la cultura occidental por lo siguiente: la visión verdadera de la realidad, según él, está contenida en la tragedia griega; en estas obras la vida aparece como una realidad contradictoria sometida a un movimiento incesante de nacimiento y destrucción, de crecimiento y decadencia, la vida es un torbellino donde toda existencia finita perece y retorna a la unidad inicial, al fondo inagotable en el que todo es uno.
Esta concepción de la vida o la realidad, que Nietzsche formula como "el espíritu dionisíaco", es la que debiera haberse mantenido como el valor fundamental de nuestra cultura. Sin embargo, Sócrates y los filósofos posteriores, apartaron al hombre de este espíritu dionisíaco imponiendo un orden racional y una moral fundados en la creencia de que la realidad verdadera es estática e inmutable y sólo se la puede aprehender mediante conceptos abstractos, de modo que lo sensible y cambiante es falso. Esta contraposición recorre todos los "saberes" de occidente: filosofía, ciencia, moral... Tras todo esto, afirma Nietzsche, se está escondiendo el odio más exacerbado contra la vida.
La propuesta de Nietzsche es transmutar los valores tradicionales de la cultura occidental (Dios, Verdad, Razón, Bien, Igualdad, Ciencia...) por los verdaderos valores vitales. Esta recuperación de lo dionisíaco, de la vida, es indisociable del conocimiento de la muerte de Dios, la voluntad de poder y el eterno retorno. Este es el nuevo saber que propone Nietzsche.


II/ LA CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL
Nietzsche reflexiona sobre el pasado cultural de occidente, cuyos dos grandes pilares son el platonismo y el cristianismo, para mostrarnos que el camino seguido hasta ahora ha sido un error. Los grandes valores: "Bien", "Verdad", "Razón", "Dios", "Justicia", "Estado"..., son sospechosos, están montados sobre una gran mentira, sobre la creencia falsa de que tras este mundo existe otro eterno, el verdadero y auténtico. Todos esos "mundos racionales" fabricados por occidente: la filosofía, la moral, la religión... son igualmente sospechosos porque atentan contra la vida. Dicho más sencillamente, el gran error de la civilización occidental ha consistido en situar la racionalidad y el estatismo (versus devenir) por encima de la vida.
La cultura occidental ha entrado, según Nietzsche, en una fase de decadencia, es decir, se está derrumbando, está en crisis porque todos sus valores son dogmáticos: falsos e ilusorios. Esta cultura decadente está mostrando los primeros síntomas del nihilismo.(Nihilismo deriva de la palabra latina nihil que significa "nada". El nihilismo implica negar y dejar de creer en las viejas verdades, significa abandonar las antiguas metas). Pero el nihilismo en el que está inmerso el hombre actual es, según Nietzsche, pasivo: el hombre deja de creer pero no se atreve a crear nuevos valores, el hombre se vuelve pesimista. Lo que él propone es superar este tipo de nihilismo por otro que sea activo: que destruya los viejos valores, porque no caerán por sí solos, y cree otros nuevos.
Esta valoración negativa de la cultura occidental, por su antivitalismo, por su odio a la vida, se pone de manifiesto en los siguientes "saberes":


2.1-. Crítica a la Filosofía
Su ataque a la filosofía es un ataque al platonismo en todas sus manifestaciones: ontología, epistemología, ética... La totalidad de la filosofía es una variación de la distinción ontológica entre "ser"/"devenir", "mundo auténtico"/"mundo aparente". Esto es lo que subyace a las habituales distinciones: esencia/apariencia, verdad/error, razón/sentidos, ser/deber ser. Aparece también tras las normas, valores, fines, obligaciones que construyen una esfera ideal: el "deber ser", que sirve como guía o criterio evaluador de la acción y la vida.
Si la filosofía se inicia con una pregunta por el ser y su verdad, -por aquello que hace que las cosas sean lo que son-, el error surge al afirmar que el Ser es lo Uno, la Idea, la Forma inmutable y eterna. Lo que han hecho los filósofos, según Nietzsche, ha sido eliminar del ser todo lo que sea devenir. "Lo que es no deviene, lo que deviene no es". Al ser se le asignan las siguientes categorías: lo estable, quieto, inmóvil, fijo, eterno, auténtico y verdadero. Al devenir: lo inestable, móvil, temporal, transitorio, lo falso y aparente.
Esta división se profundiza al afirmar que el ser es lo superior que de ninguna manera puede provenir de lo inferior y efímero, sino que tiene que ser causa de sí mismo; ahora bien, lo superior sí es causa y fundamento de lo inferior.
Se crean, por tanto, dos mundos que no tienen el mismo valor. El que no vemos, que es el que hay que buscar con el pensamiento por ser el "real", que, además, nos proporciona la "verdad". Y el otro, el más inmediato, el que nos dan los sentidos que, sin embargo, es irreal y falso. Esto que acabamos de señalar es otro de los errores difundidos por la filosofía mediante su condena a los sentidos: "sentidos=error" versus "razón=verdad".
El error con el que quedó contaminada para siempre la filosofía arranca de Sócrates y Platón. Sócrates hizo triunfar a la razón y al concepto sobre la vida y los instintos. El concepto aparece como la verdad. Platón, por su parte, profundizó más en la brecha al oponer al mundo terrenal y sensible "otro" mundo auténtico: el Mundo de las Ideas, al que además le buscó una base: la Idea del Bien. Con esto se dio paso a una interpretación moral y teológica del ser: el Bien es la meta de la vida porque es lo divino.
El cristianismo reflejó el mundo ideal platónico en su "más allá de este mundo". En el mundo celestial instalará a Dios. Las consecuencias fueron nefastas: se afirmó que el mundo terrenal era algo inconsistente puesto que había sido creado, y además, era fuente de corrupción y pecado; hay que superarlo mediante el ascetismo y el desprecio a la vida.
Con la ilustración, la Razón ocupa el puesto de Dios y ejerce las mismas funciones que la Idea platónica o el Dios cristiano: la Razón determina qué es verdadero y falso, qué es real o aparente, qué debe hacerse o evitarse. Por ejemplo, Kant, a juicio de Nietzsche, reintroduce a Dios como fundamento del imperativo categórico.

Para Nietzsche la primacía de la razón y del ser han sido las mentiras más terribles con las que nos han engañado. Se desprecia lo sensible, lo inmediato y espontáneo por un "supermundo fantasmal". Ese "otro" mundo aparece bajo el rostro del "Bien", "Dios", "Verdad", "Ley", "Estado"... Sin embargo, el único mundo existente, para Nietzsche, es el terrenal, el que experimentamos mediante los sentidos. Lo que es es el ser como devenir, la vida, ese gran torbellino de construcción y destrucción, de nacimiento y muerte, de dolor y placer. La mentira proviene de la razón y sus conceptos.

Pero Nietzsche no se detiene aquí, arremete también contra el lenguaje. Bajo la creación de los dos mundos están el lenguaje y la razón. Afirma que el hombre crea las palabras a partir de imágenes y metáforas que obtiene a partir de sus sentidos, de sus intuiciones. Esas metáforas quedan luego "fijadas" como conceptos. Nietzsche considera que el concepto se origina cuando la palabra ya no expresa la experiencia subjetiva, singular e irrepetible que dio lugar a la propia palabra, sino que tiene que referirse a muchas experiencias, que aunque parecen similares, sin embargo son siempre distintas. El concepto no puede reflejar las diferencias, los detalles, lo estrictamente singular, único e irrepetible; sólo puede dar cuenta de una especie de arquetipo o modelo abstracto que, de hecho, no existe.
Lo que el hombre busca con todo esto es "poner orden", "limitar", "ordenar", "detener" ese fluir incesante que es la realidad. Busca, en suma, seguridad, autoafirmación. -Hay una necesidad práctica, una utilidad vital tras la creación de los conceptos-. Pero con el uso, el hombre olvida que esos conceptos no son sino metáforas e invenciones suyas y acaba creyendo que el concepto es la esencia, la realidad auténtica de la cosa. Confunde, por consiguiente, las palabras con las cosas.
Por ejemplo, el concepto "hoja" se forma prescindiendo de esa rica variedad de diferencias individuales que muestran las hojas, de este modo se forma la imagen o representación de la "hoja" como una especie de modelo que subsiste fuera de las propias hojas individuales para reconocerlas.
Si para Nietzsche la realidad es cambiante, fluida, rica en detalles, individualizada... nada de eso se podrá apresar bajo un concepto. Lo que se obtiene es una generalización vacía de contenido, o como él mismo dice, "una momia conceptual", "un signo de la nada", pero no algo vivo. Suponer que el concepto aprehende la esencia de las cosas es cometer ya un error, el error de creer que las cosas son idénticas, y que entre el sujeto -con sus categorías lingüísticas- y la cosa hay una correspondencia exacta, lógica, objetiva, que garantiza el conocimiento.
El lenguaje inventa la "perennidad", la "sustancialidad", la "existencia" de las cosas. En consecuencia, todos los conceptos supremos de la filosofía: "yo", "ser", "sustancia", "causa", "permanencia" son momias conceptuales, o la mejor prueba de que ese "mundo real" al que aluden es una ficción. El lenguaje, por tanto, es el mayor obstáculo para admitir la realidad como devenir.
Frente a esto, Nietzsche propone partir de los sentidos, de la intuición, y lo que es más importante, frente a la errónea creencia en la existencia de verdades absolutas o verdades "en-sí", defiende -sobre todo, en las obras del tercer y cuarto período- el perspectivismo, es decir, la consideración de lo "verdadero" como aquello que acrecienta y afirma la vida, para lo cual valen tanto el error y el engaño como la verdad -es un prejuicio moral considerar que la verdad es más valiosa que la mentira-. Algunas de esas ficciones son más útiles que otras, por eso perduran. Pero la verdad es una ficción, un engaño que permanece incluso después de que hayamos reconocido su falsedad. Esto precisamente es lo que Nietzsche entiende por perspectiva. Nietzsche defiende, por tanto, una concepción pragmática de la verdad que concuerda con su ontología.
La verdad, indica Nietzsche, es un conjunto de “metáforas, metonimias, antropomorfismos…”, del que nos hemos olvidado lo que es: un cúmulo de engaños y vanas ilusiones. A esto hemos de añadir que la sociedad impone el uso de esas metáforas para ser considerado veraz, aunque lo que se hace realmente es mentir pero de acuerdo con una convención social muy arraigada. El hombre se olvida de esa situación y de ahí surge el sentimiento o deseo de verdad. Ese deseo de verdad se entremezcla, a su vez, con un compromiso moral que hace que aquella –la verdad- sea honesta, provechosa, fiable, ventajosa. Ya no se trata sólo de nombrar o designar adecuadamente las cosas, ahora resulta que la verdad es “buena”. La verdad adquiere un sentido moral que al principio no tenía.

Para concluir esta crítica a la filosofía, hay que añadir el "diagnóstico" que hace Nietzsche: lo que se esconde tras los dos mundos es el odio a la vida. El deseo del filósofo por decir la verdad es un instinto decadente, es el miedo a admitir que la vida es devenir y muerte, tiempo. Eso les lleva a buscar un mundo quieto y permanente. Presentan sus prejuicios y miedos como conocimiento. Nietzsche no admite esta desvalorización de la vida.


2.2-. Crítica a la moral
Nietzsche hace una crítica a la moral a partir de un estudio etimológico e histórico de los conceptos morales. En todas las lenguas "bueno" significó inicialmente lo noble y aristocrático y "malo" lo vulgar, plebeyo, bajo. Esta distinción, que en principio no tenía connotaciones morales, se dio también en los inicios de la cultura griega, y fue creada por los nobles. Más tarde la contraposición se invierte y adquiere un sentido moral. Los que antes eran considerados "malos" se rebelan y se llaman a sí mismos "buenos"; los "nobles" son considerados "malos". Esta inversión se debe a los judíos y a los cristianos.
"Han sido los judíos los que, con una consecuencia lógica aterradora, se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de los valores (bueno=noble=poderoso=bello=feliz=amado de Dios) y han mantenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión, a saber, "¡los miserables son los buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes, son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para vosotros existe bienaventuranza, -en cambio vosotros, vosotros los nobles y violentos, vosotros sois, por toda la eternidad, los malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos y vosotros seréis eternamente los desventurados, los malditos y condenados!..." (Nietzsche, Genealogía de la moral.)

La moral surge como resultado de la rebelión de los esclavos. La moral del rebaño o de los esclavos es aquella que odia todo tipo de diferencia, toda potencialidad para la acción innovadora y distinta, que censura toda forma de vida superior. Es una moral que pretende nivelar e igualar a todos los hombres mediante la compasión, la paciencia, la humildad,... El resentimiento y la envidia son los sentimientos que promueve este tipo de moral. (Resentimiento que, para Nietzsche, está latente tanto en el cristianismo, como en la democracia y el socialismo). "La moral de los esclavos opera con la contraposición entre el bien y el mal: la vida señorial, la vida consciente de su poder y de su potencia es para el esclavo precisamente lo peligroso, el mal. El mal no es despreciado como lo pequeño, sino que es concebido y despreciado como el peligro" (Fink).
Por el contrario, la moral de los señores es una moral creadora de valores, en la que hay voluntad para crear y destruir valores. Se identifica lo "bueno con todo lo que eleva al individuo, lo que lo lleva a lo auténtico de su vida; bueno es lo que da nobleza a la existencia, lo que le da grandeza; bueno es el héroe, el guerrero" (Fink). Es una moral de la jerarquía. Se desprecia al cobarde, al adulador, al miedoso, al mezquino, al que se rebaja a sí mismo, al que se deja maltratar...

Nietzsche rechaza tajantemente ese orden moral que, desde el "transmundo" eterno representado por Dios o la razón, se ha impuesto al hombre bajo la forma de leyes, deberes o fines verdaderos. Ese orden moral transcendente está ligado a la dualidad ontológica "mundo auténtico/ mundo apariencial".
Nietzsche propondrá una "inversión" de los valores, pues los anteriores anulan al hombre y la vida.


2.3-. Crítica de la ciencia
Nietzsche rechaza, sobre todo, las pretensiones metodológicas del mecanicismo y del positivismo de matematizar la realidad. La cuantificación de lo real anula las diferencias entre las cosas, lo homogeneiza todo.
Niega también que hayan leyes que regulen el comportamiento de las cosas, porque en el mundo real no hay regularidad ni constancia; todo es flujo y tensión. Esas leyes son un simulacro, lo que llegamos a "conocer" es lo que nosotros hemos puesto, y lo que aportamos es rigidez, estabilidad, necesidad, y esto lo proyectamos sobre algo que se resiste a ser interpretado así porque es, precisamente, caos, y no orden.
Todo lo dicho pone de manifiesto que la ciencia, al igual que la filosofía tradicional, trata al devenir como una apariencia falsa.
Por otra parte, ese anhelo obsesivo de los científicos por la verdad y la objetividad de sus conocimientos es interpretado por Nietzsche como un prejuicio moral, al que él contrapone la consideración de la verdad como una "perspectiva" (Ver comentario de texto: Sobre verdad y mentira...).
Nietzsche cree que las ciencias no pueden explicar ni la vida ni al hombre. La ciencia sólo conoce cantidades, pero no el placer, la pasión, la fuerza, el amor...





III/ LA PROPUESTA DE NIETZSCHE. VIDA Y TRANSMUTACIÓN DE LOS VALORES
Entramos ahora en la parte constructiva o afirmativa de su pensamiento, aquella en la que lanza su propuesta para superar la cultura decadente y pesimista. Se trata de crear nuevos valores que acrecienten la vida y superen la alienación del hombre. Su alternativa gira en torno a los temas del Superhombre, la muerte de Dios, la voluntad de poder y el eterno retorno. En ellos ofrece su concepción del hombre y la realidad, o dicho de otro modo, su concepción de la "vida".

3.1-. La muerte de Dios y el Superhombre
La muerte de Dios significa que todo aquel mundo suprasensible de ideales se ha desmoronado puesto que Dios era su fundamento, su base. Debe quedar claro que cuando Nietzsche habla de la muerte de Dios no se refiere sólo a la desaparición del Dios cristiano, sino a la destrucción de todo principio último o supremo, -ya sea Razón, Verdad, Progreso, Ciencia, Moral...- que pretenda, desde su "más allá", ser la razón y el sentido de la existencia humana y la historia. Dios es el símbolo de ese entramado de valores "auténticos" que la cultura occidental ha venerado, pero que, a juicio de Nietzsche, han sepultado la vida.
Con la muerte de Dios el hombre ya no tiene meta ni guía porque desaparece lo que se encargaba de darle sentido a la vida, lo que garantizaba el orden moral, las leyes, la autoridad, lo que sustentaba la propia dignidad humana. La vida para Nietzsche no tiene un sentido transmundano, sino que es eterna repetición de lo mismo.
La muerte de Dios abre dos posibilidades: o un empobrecimiento absoluto de la vida del hombre por falta de metas y proyectos. Esta es la situación de los últimos hombres, de los nihilistas pasivos. La otra posibilidad es la creación consciente de valores sin tener el camino trazado previamente. Esta es la tarea que asume el superhombre. La muerte de Dios es condición necesaria para que aparezca el superhombre.
El superhombre es la suprema posibilidad del hombre, es la meta, el proyecto. No es el último hombre, sino el ser que ya conoce la muerte de dios, la voluntad de poder y el eterno retorno. Es el que tiene el sentido de la tierra y se mantiene fiel a ella. Es el que acepta la vida y niega toda utopía espiritual o "transmundana". Es el hombre capaz de crear nuevos valores situándose más allá del bien y del mal. Es el inocente niño que toma la vida como un juego, como un experimento, y se arriesga constantemente a crear y destruir.
No aclara cómo llegará el superhombre. Señala las tres transformaciones que lo harán posible: "Cómo el espíritu se transforma en camello, como el camello se transforma en león y el león, por fin, en niño". El camello simboliza al hombre que se doblega ante Dios y la ley moral. Carga con el "tú debes" y se arrodilla ante los valores supremos, aplastado por su peso. El camello se transforma en león. El león quiere reconquistar su libertad, arroja los antiguos valores y afirma "yo quiero". Simboliza la destrucción de los viejos valores trascendentes. Pero el león tiene que transformarse en niño. El niño es el hombre capaz de proyectar nuevas metas. La esencia de la libertad es esa creatividad.


3.2-. La Voluntad de poder
Frente a la interpretación estática de la realidad, Nietzsche defiende una visión dinámica. La vida es devenir, pluralidad, cambio, movimiento, lucha. Esto se expresa bajo el concepto de voluntad de poder, aunque no lo define con toda claridad, podemos decir que es la esencia de lo que existe y abarca tanto al mundo como al hombre.
"¿Queréis saber lo que es para mí "el mundo"?... Es un monstruo de fuerza, sin principio ni fin, una magnitud férrea de fuerzas que ni crece ni disminuye, y que únicamente se transforma,,, un juego de fuerzas y ondas de fuerza; que es a la vez uno y múltiple; que se acumula aquí a la vez que se encoge allá; un mar de fuerzas impetuosas que se agitan y transforman desde toda eternidad y vuelven eternamente sobre sí mismas en un enorme retorno de los años; un mundo con un flujo y reflujo de sus formas, que se desarrollan desde la más simple a la más compleja; un mundo que de lo más tranquilo, frío y rígido pasa a lo más ardiente, salvaje y contradictorio, y luego de la abundancia retorna a la sencillez, que del juego de las contradicciones retorna al placer de la armonía... Este es mi mundo dionisíaco, que se-crea-eternamente-a-sí-mismo, y que se destruye-eternamente-a-sí-mismo, este mundo enigmático de la doble voluptuosidad, mi "más allá del bien y del mal", sin meta, a no ser que exista una meta en la felicidad del círculo, sin voluntad; a menos que un anillo tenga buena voluntad respecto a sí mismo. ¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Y una solución para todos los enigmas? ¿Queréis una luz para todos vosotros, los desconocidos, los fuertes, los impávidos, los hombres de medianoche? -Este mundo es la voluntad de poder, y nada más que eso". (N.V.P.)

La vida es voluntad de poder. La vida aparece como una demostración de fuerzas en lucha, todo lo que es individual lucha contra todo lo demás para afianzarse, para sobreponerse y dominar. Todo lo que existe está animado por una tensión, una movilidad que lo lleva a relacionarse con lo demás enfrentándose, dominando o siendo dominado, porque la voluntad de poder es voluntad de crecer, de ser más, de vivir más, de demostrar una fuerza creciente en ascenso continuo. Es voluntad de superación incesante: de destruir lo que ya se ha conseguido y buscar lo que aún no se es. Es voluntad de crear.
Ese poder de la voluntad es crecimiento y creación; es tensión que no conduce, sin embargo, al equilibrio, pues esto significaría inmovilidad.
En el caso del hombre la voluntad de poder se manifiesta como instintos y pasiones múltiples que se expresan de forma variada y en constante lucha. La voluntad no es una facultad más; es ante todo, voluntad de crear, de crear valores distintos, de dar otros sentidos a la existencia, de entregarse a la acción creativa sin agotarse; es la voluntad que asume el riesgo de trazar otras metas. Es voluntad que destruye para crear.
En suma, la voluntad de poder nos da una visión de la realidad como un torbellino de fuerzas que se equilibran y desequilibran, que chocan constantemente. Todas las manifestaciones de la vida son manifestaciones de fuerzas en tensión que buscan dominar a todo lo que se resiste. Tras esa voluntad de poder late lo dionisíaco.

La interpretación nitzscheana de la realidad no tiene nada que ver con el mecanicismo o el positivismo. Se aleja de una visión de las cosas en las que éstas aparecen diferenciadas en inertes o vivas, en cosas que son por sí y las que son productos; en cantidades, números...


3.3-. El eterno retorno
Con la teoría del eterno retorno Nietzsche da un vuelco a la concepción lineal y finalista del ser y del tiempo. Rechaza toda idea de progreso.
Para Nietzsche el único mundo que existe es el terrenal sometido al devenir imparable. A este mundo es al que hay que permanecer fieles. Cualquier huida a "otro mundo" supone perder el sentido de la realidad, de la tierra. Permanecer fieles a la tierra -como quiere Nietzsche- significa negar todo "más allá" eterno, toda meta extratemporal que sea, justamente, la que dé sentido al mundo y a la historia. Supone negar la dicotomía "mundo terrenal/mundo eterno", siendo éste último la meta y sentido del otro -del terrenal-. Supone devolverle a este mundo su eternidad.
La máxima expresión de fidelidad a la tierra, de afirmación de la vida y, por consiguiente, de la voluntad de poder, es el eterno retorno. Ese eterno retorno supone aceptar que la vida fluye incesantemente pero que carece de sentido, de un sentido trascendente. La vida es eterno retorno de lo mismo; eternamente volverá a aparecer lo que ya ha pasado y eternamente volverá a repetirse en el futuro lo que hagamos en el instante presente. La vida es un círculo donde se repite lo bueno y lo malo.
Las divisiones habituales del tiempo: pasado, presente y futuro saltan por los aires. El pasado deja de ser algo dado ya de manera irremisible, irrecuperable, de la misma forma que el futuro deja de ser la posibilidad abierta, nueva, jamás dada. El eterno retorno, por el contrario, implica que lo que será en el futuro ya ha acontecido antes, y lo pasado será a la vez lo futuro. Lo que fue, lo que es y lo que será no están separados inexorablemente.
Unida a la idea de eterno retorno está la afirmación del devenir como un juego inocente, como el juego de un niño que hace y deshace rechazando todo sentimiento de culpa y todo castigo.
La voluntad de poder quiere eterno retorno; esto mismo es lo que quiere el auténtico hombre, el superhombre, sin pesimismo, sino con coraje y fuerza . El eterno retorno no tiene nada de pesimismo; es, por el contrario, el rechazo de todo consuelo en ideales transmundanos falsos.
"Toda tu vida es como un reloj de arena, que sin cesar es vuelto boca abajo y siempre vuelve a correr; un minuto de tiempo, durante el cual todas las condiciones que determinan tu existencia vuelven a darse en la órbita del tiempo. Y entonces volverás a encontrar cada uno de tus dolores y tus placeres, cada uno de tus amigos y tus enemigos, y cada esperanza y cada error, y cada brizna de hierba y cada rayo de luz, y toda la multitud de objetos que te rodean". (Nietzsche, Gaya ciencia.).
"Para quien se halle penetrado de la doctrina del Eterno Retorno, las categorías temporales se convierten en un juego experimental. El futuro ya no es aquella dimensión que validará o invalidará la acción presente, sino uno de los posibles experimentos que puede hacerse con la acción. Ya no se pensará que ha de ser mejor o peor que en el momento presente, ni se supondrá que en él ha de enmendarse el presente" (Savater).
"Pero ¿y si pudiese querer hacia atrás? ¿Y si el adelante y atrás del tiempo fuese una ilusión que el querer de la voluntad se encargara de hacer desaparecer? ¿Y si lo tuviésemos todo todavía por delante, si todo estuviese pendiente de nuestra aprobación, de nuestra afirmación creadora de artistas, y al mismo tiempo ya todo hubiese ocurrido, no menos el futuro que el pasado? ¿No daría esto un peso inmortal al presente instante en el que se sanciona, crea y valora tanto lo pasado como lo futuro?". (Savater).


3.4-. La transmutación de los valores
Hasta ahora la humanidad ha permanecido doblegada por una tabla de valores que se le imponía desde fuera y la coaccionaba. Esta situación ha conducido a la alienación, al olvido, por parte del hombre, de que él ha sido el creador de esa cultura que ahora se le enfrenta como ajena e indomable.
Superar esa alienación exige rechazar todo valor que no emane del valor supremo que es la vida. La vida, entendida como voluntad de poder y eterno retorno, es la que dicta los valores. Se impone una trans-mutación o trans-valoración radical. Esta es la tarea que se le asigna al superhombre. El debe crear nuevos valores que destruyan la docilidad, el servilismo, la igualación, la resignación...
Nietzsche recupera y defiende la moral de los señores. Moral que él entiende como la que eleva al individuo y la existencia al primer plano; es una moral creativa, que mantiene las jerarquías, las diferencias, que no busca la igualación, la igualdad, que está "más allá del bien y del mal" y afirma la voluntad de poder. Por tanto, frente a la igualdad, Nietzsche defiende la jerarquía, la diferencia; frente a la mediocridad, la creación y el riesgo; frente a la resignación y la docilidad, la voluntad de poder.



IV/ INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES DEL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE
Las dos figuras que influirán de manera notoria en Nietzsche serán A. Schopenhauer y R. Wagner. De Schopenhauer adoptará la visión del mundo como voluntad de existir, como manifestación de un fondo irracional, el arte como vía de descubrimiento de la realidad, la inteligencia como algo dirigido por los instintos, así como la desconfianza en el progreso. La música de Wagner le influirá porque mostraba a un hombre trágico, apasionado, heroico, impetuoso frente a los clásicos valores del cristianismo. Cuando Wagner abandonó estos ideales, Nietzszche se sentirá defraudado.
Otros filósofos que influyeron en su obra fueron Heráclito de quien adopta la concepción de la realidad como devenir, como cambio incesante entre contrarios, y que Nietzsche retoma bajo la “voluntad de poder” o la “vida”; y Platón al que Nietzsche critica su dualismo ontológico entre “mundo inteligible” y “mundo sensible” porque ha supuesto el desprecio a la vida, a los sentidos, a los instintos… por unas supuestas realidades eternas e inmutables.
También cabe destacar la influencia recibida de algunos poetas griegos como Homero y los trágicos.

La repercusión de la obra de Nietzsche en el S. XX ha sido muy importante y controvertida. Ha influido en el ámbito de la estética, la política –con la polémica apropiación que hicieron los nazis de algunas de sus ideas- y de la cultura, en general. Son muchos los filósofos que se han ocupado de su obra, entre otros, Heidegger, Deleuze, Foucault. En cuanto a la vigencia actual de su pensamiento, señalar que sus análisis sobre la vida, el hombre y el mundo siguen teniendo plena actualidad y levantando polémica. Nietzsche denunció, en su momento, que el valor de la vida ha caído frente a una visión utilitarista y conformista de la existencia propiciada por el desarrollo de la ciencia y la técnica. Denunció que el cristianismo, el socialismo, la democracia y la revolución francesa han conducido a una valoración excesiva de la sociedad y el igualitarismo mediocre que anula a la persona que destaca, olvidando que el individuo tiene que ser creativo, que él es quien tiene que crear su propia vida.

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