Tras la muerte de Fernando VII surgió el movimiento carlista debido a la pragmática sanción que derogaba la ley sálica (la cual permitía reinar a las mujeres); y por tanto, situaba en el trono a la hija de Fernando VII: Isabel II, impidiendo que la Corona cayese en manos del hermano del rey (apoyado por los carlistas): Carlos María Isidro.
El carlismo defendía el mantenimiento de las tradiciones del Antiguo Régimen. Su ideario político se basaba en: la tradición política del absolutismo monárquico (rechazo de un Estado liberal), la restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente de cualquier otra creencia, la idealización del medio rural y el rechazo de la sociedad urbana e industrial, y la defensa de las instituciones y fueros tradicionales de vascos, navarros y catalanes (la cuestión foral que aunque se haya presentada como un rasgo muy importante del movimiento carlista, en la actualidad se defiende que no fue tan importante). Por tanto, podemos decir que el carlismo fue un movimiento legitimista que defendía a Carlos María Isidro como rey y que defendía el Antiguo Régimen y los fueros.
Contaba con los siguientes apoyos: Un sector del clero (que veía al liberalismo como enemigo de la Iglesia), una parte del pequeño campesinado (que veía amenazadas sus tradiciones y economía por las reformas liberales), un sector de la nobleza (ya que la pequeña nobleza tenía miedo a perder sus privilegios) y finalmente también fueron ayudados por países absolutistas (aunque no demasiado). Pero por otra parte, también hubo países (Francia e Inglaterra) que ayudan a España y a Portugal a acabar con el carlismo español y el miguelismo portugués. El carlismo arraigó sobre todo en las Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña Interior y el Maestrazgo (donde el pequeño campesinado era importante).
La primera guerra carlista (1833-1840) fue la más violenta y en la que más muertos hubo (casi 200000). Los primeros levantamientos que apoyaban a Carlos María Isidro (proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V) ocurrieron a los pocos días de morir Fernando VII pero fueron sofocados con facilidad, salvo en el medio rural de las Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña y Levante.
La primera guerra carlista fue sobre todo una contienda civil, aunque también tuvo una proyección exterior: las potencias absolutistas (Austria, Rusia y Prusia) y el Papa apoyaban al bando carlista, mientras que Inglaterra, Francia y Portugal (países más liberales) respaldaban a Isabel II ya que incluso firmaron el Tratado de la Cuádruple Alianza (1834).
Los carlistas intentaron extender su ideología por todo el territorio español (moviéndose por todo el territorio español) aunque no lo consiguieron, pero que no lo consiguieran no significa que los liberales tuvieron gran poder ya que no consiguieron frenar el avance de los carlistas por toda la Península.
Ambos bandos contaban con generales importantes: por parte de los carlistas se encontraba Zumalacárregui en el norte y Cabrera en el este; por parte de los isabelinos estaba Espartero.Pero poco a poco el fracaso carlista provocó la división interna de este movimiento en intransigentes (que eran partidarios de seguir con la guerra) y moderados (que eran partidarios de llegar a un acuerdo con el enemigo). Estos últimos estaban encabezados por el general Maroto. Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el convenio de Vergara (1839), que marcó el fin de la guerra en el norte, aunque Cabrera siguió resistiendo durante casi un año más en la zona levantina. Según el convenio de Vergara se reconocía a Isabel II como reina y además también permitía que los militares carlistas pudieran ngresar en el ejército de Isabel sin perder su graduación. Además Espartero se comprometió a respetar sus fueros.
La segunda guerra carlista fue menos violenta y se prolongó de forma discontinua desde 1849 hasta 1860, pero esta vez el pretendiente era Carlos VI, hijo de Carlos María Isidro. Se desarrolló sobre todo en Cataluña.
CONSECUENCIAS DE LAS GUERRAS CARLISTAS:
1. La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo: El levantamiento carlista favorece la creación del Estado liberal porque a la regente no le queda más remedio que unirse al liberalismo ya que de lo contrario no podría mantener el trono para su hija Isabel II.
2. El protagonismo político de los militares: Ante la amenaza carlista, los militares se convirtieron en una pieza clave para la defensa del régimen liberal. Los generales o “espadones” llegaban al poder gracias a los pronunciamientos y de esta manera podía instaurar cambios de gobierno o reorientar la política durante todo el reinado.
3. Los enormes gastos de la guerra: La nueva monarquía liberal pasó por serios apuros fiscales que condicionaron la orientación de ciertas reformas como las desamortización eclesiástica de Mendizábal, la cual sacaba a la venta al público tierras de la propia Iglesia.
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