S.XIX
I/ CONTEXTO HISTÓRICO
En el plano económico, hay que señalar la extensión por Europa de la revolución industrial que se inicia en Inglaterra en el S XVIII. Esta revolución industrial se ve propiciada por el gran desarrollo científico y su aplicación técnica (electricidad, tren, telégrafo, etc.), y por el auge del colonialismo europeo. Una de las consecuencias del desarrollo industrial es el surgimiento del proletariado como nueva fuerza económica y política.
La situación política de la primera mitad del S. XIX está marcada por las revoluciones liberales, el desarrollo del movimiento obrero y los nacionalismos. La sucesión de revoluciones que se producen en Europa dan al traste con el Antiguo régimen. La ideología dominante de estas revoluciones es el liberalismo partidario de un gobierno representativo y del parlamentarismo censitario –sólo tienen derecho al voto los ciudadanos que tienen un determinado nivel económico-. En el plano económico, el liberalismo defiende la libertad de comercio, contratación y despido de los trabajadores, así como la no intervención del Estado en los asuntos económicos.
Las revoluciones liberales no pudieron satisfacer las necesidades de una gran masa de trabajadores que vive en condiciones miserables, sin que ninguna legislación proteja sus intereses y a la que se le niega, incluso, el derecho al voto. Para hacer frente a esta situación surgen las organizaciones obreras y las teorías políticas de izquierda: socialismo, anarquismo y comunismo, que luchan en contra de las desigualdades socio-económicas surgidas como consecuencia del capitalismo y el liberalismo político. El anarquismo (Bakunin, Kropotkin…) está en contra de las desigualdades económicas, pero también en contra del Estado y de toda forma centralizada de poder. El socialismo, conocido como “socialismo utópico” (Ch. Fourier, R. Owen…), pretende reformar el sistema social través de medidas que dependen sobre todo de la buena voluntad de la gente: como la educación, la creación de sociedades alternativas. El comunismo, por su parte, propugna la igualdad económica, la comunidad de bienes. Cabe destacar la contribución teórica de Marx y Engels a esta teoría política, así como a la organización del movimiento obrero. En concreto, defienden la abolición de la propiedad privada, las clases sociales y el Estado.
II/ CONTEXTO CULTURAL Y FILOSÓFICO
Los movimientos culturales más importantes del S. XIX son el romanticismo y el positivismo. El romanticismo (primera mitad del S. XIX) se desarrolla paralelamente al Idealismo alemán; el positivismo (segunda mitad) se origina a partir de la filosofía de Comte y el cientifismo imperante.
El romanticismo se opone, en gran medida, al movimiento ilustrado. Sus rasgos más destacados son: la exaltación del sentimiento, la imaginación, la intuición frente al racionalismo propugnado por la ilustración. La revalorización del sentimiento religioso, la tradición y lo nacional. Se exalta, igualmente, el individualismo. Frente a la visión mecanicista de la naturaleza, optan por una concepción organicista, según la cual la naturaleza es un ser vivo, cambiante, aparece como un todo que es algo más que la suma mecánica de las partes.
Entre los escritores románticos se puede destacar a Goethe (Werther,) Schiller, Herder, Hölderlin, Novalis, H. Heine, Victor Hugo, Wordsworth, Coleridge, Leopardi, Larra, Espronceda… Pintores: Delacroix, Gautier… Músicos: Schubert, Chopin, Wagner…
En general, el positivismo es una actitud que considera que la ciencia y la filosofía deben limitarse al análisis de los hechos de la experiencia, estableciendo entre ellos relaciones y leyes. Esto implica una renuncia a conocer lo que son, en esencia, las cosas. Se rechaza la metafísica y se considera que la ciencia resolverá buena parte, si no todos, los problemas de la humanidad. Dentro de la filosofía el positivismo surge como un rechazo del idealismo y el romanticismo.
Positivistas destacados son: Comte, John Stuart Mill, Spencer…
Dentro del ámbito de las ciencias hay que destacar lo siguiente: La física de la primera mitad del siglo conseguirá extender la explicación mecanicista a los fenómenos de la luz, el calor, la electricidad y el magnetismo que hasta entonces se hacían depender de cualidades ocultas. La mecánica clásica llega a su apogeo; sin embargo, en la segunda mitad del siglo, una serie de problemas llevaron a cuestionarse la validez del modelo, dejando el terreno preparado para la aparición, ya en el S. XX, de la teoría de la relatividad y la física cuántica.
Dentro de la biología se desarrolla la teoría de la evolución de las especies a cargo, sobre todo de Darwin y Mendel. Otras aportaciones importantes fueron las de Pasteur, iniciador de la microbiología y descubridor del concepto de inmunidad.
En este siglo surgen nuevas ciencias como la lingüística, la psicología, la sociología…
La filosofía de la primera mitad del S. XIX está marcada por el predominio del Idealismo alemán, cuya figura más destacada fue Hegel. El panorama de la filosofía tras la muerte de Hegel se puede resumir, de modo muy esquemático, en el grupo de los seguidores y de los detractores. Antihegelianos importantes fueron Comte (Positivismo), Kierkegaard, Nietzsche (Existencialismo, Vitalismo, respectivamente). Dentro del grupo de los hegelianos hay que hacer una referencia especial a aquellos pensadores que fueron críticos con el idealismo de éste y, sin embargo, adoptaron algunas de sus tesis. Este es el caso de Feuerbach, Marx y Engels.
2.1. El Idealismo alemán.
En general, se denomina idealista a todo sistema filosófico que sostiene que el ser de las cosas se determina a partir de la conciencia o del sujeto, de modo que no conocemos de modo inmediato lo que las cosas son en sí mismas, sino que las conocemos a partir de nuestras representaciones o de nuestra conciencia. En este sentido son idealistas tanto los racionalistas –Descartes…-, como los empiristas –Locke, Hume…- y Kant.
El Idealismo alemán será una corriente especial dentro de este movimiento que se desarrolla durante este siglo. Los máximos representantes fueron Fitche, Schelling y Hegel. Uno de sus rasgos más específicos fue radicalizar el papel del sujeto o de la conciencia, de modo que se fue eliminando toda referencia a una realidad o cosa en sí que permaneciese al margen de la conciencia. Lo real queda absorbido por el sujeto, la razón o el espíritu.
Frente a Kant, los idealistas rechazan la noción de cosa en sí por considerarla contradictoria (Kant, recordemos, afirma que la razón es la que establece los límites a su propia capacidad de conocer, ella determina lo que es el objeto de la experiencia frente a la cosa en sí que no puede ser conocida por nosotros. Pero si esos límites los establece la razón, entonces la cosa en sí, según los idealistas, es algo determinado o establecido por la propia razón. Y esto es una contradicción).
Como consecuencia de su rechazo de la cosa en sí surge una nueva concepción de la razón: la razón infinita. (Según Kant, la finitud de la razón se debía a que el contenido del conocimiento tenía que serle dado porque nuestra intuición es sensible); pero si se elimina la cosa en sí, ya nada queda al margen del pensamiento. La razón se vuelve absoluta, ella “constituye” o “pone” toda la realidad. La realidad, en su totalidad –sea Naturaleza, conciencia, sociedad, arte…- es un despliegue de la razón.
Los idealistas defienden una concepción histórica de la razón. En concreto Hegel considera que la razón se despliega dialécticamente a lo largo de la historia. La realidad, afirma este autor, tiene dentro de sí la racionalidad que se irá desplegando a lo largo de la historia, sólo al final de todo el proceso será cuando alcance su cota máxima. Esta afirmación supone considerar que lo racional no es extraño o ajeno a lo real, sino su núcleo verdadero. Lo real, por tanto, no es algo casual o azaroso, sino algo con sentido que tiende a su máxima realización: que lo real sea racional y lo racional real.
2.2. El Marxismo
No es fácil dar una definición del marxismo debido, por una parte, a la variedad de facetas o líneas de pensamiento que encierra: economía, historia, filosofía, política... y, por otra, a las constantes "lecturas" que se han hecho de las obras de los fundadores.
No obstante, se puede definir atendiendo a lo siguiente:
a) Es una filosofía crítica: puesto que defiende una concepción del hombre, del mundo, de la historia que se declara materialista y dialéctica. Pero es ante todo una reflexión crítica que rechaza toda interpretación de la realidad, todo saber especulativo, que se limite a justificar el orden social existente mostrándolo como algo "necesario", "racional", "acabado".
b) Es una práctica revolucionaria que busca la transformación de las estructuras sociales y políticas, sólo la destrucción de esas estructuras históricas permitirá superar la alienación y la explotación a la que se halla sometido el hombre. Marx es consciente de que muchos de los problemas que afectan al hombre sólo podrán ser resueltos si se cambian las condiciones en las que éste vive. Ahora bien, esta praxis política tiene que ir acompañada por un análisis teórico de esa realidad que se desea transformar: el sistema capitalista.
Este carácter práctico-revolucionario del marxismo queda perfectamente recogido en el siguiente texto: "Los filósofos (hasta ahora) no han hecho sino interpretar el mundo de muy diversas maneras; pero ahora de lo que se trata es de transformarlo".
Con respecto a las relaciones entre Hegel y Marx, conviene recordar que aceptaron la dialéctica, pero rechazaron su idealismo.
Según la dialéctica, la realidad en su totalidad es un proceso dinámico y cambiante, siendo el motor de ese devenir incesante la lucha y contradicción que mantienen entre sí los elementos que constituyen ese todo.
Ahora bien, frente a la interpretación más conservadora, Marx y Engels desarrollaron los aspectos más críticos y revolucionarios de la dialéctica: no todo lo real es racional y necesario; sólo es racional aquella realidad que se adecua a las exigencias de la razón. Lo que no se pueda justificar por la razón debe ser destruido. Todo lo que existe merece perecer. Mientras Hegel, por ejemplo, cree que en su momento histórico concreto se han alcanzado las cotas más altas de "progreso" y "racionalidad"; Marx, por el contrario, considera que la historia no se ha detenido porque la explotación y la alienación a la que está sometido el proletariado no tiene nada de "racional".
Rechazan, como ya hemos señalado, su idealismo, lo "invierten" para transformarlo en materialismo histórico y dialéctico; el primero lo desarrolla Marx, el otro Engels.
Para Hegel lo primero, la realidad primera, es el Espíritu, lo Absoluto... que como sujeto del devenir dialéctico se aliena y va creando todas las realidades: la Naturaleza, la historia, la sociedad, la conciencia humana... Realidades que luego se vuelven a reconciliar en el Espíritu Absoluto.
Para Marx, por el contrario, lo primero es el hombre real y concreto que se halla inserto en determinadas estructuras sociales e históricas y que transforma la Naturaleza. El motor de la historia es la lucha de clases y la meta la instauración del comunismo y la supresión de las clases sociales, la propiedad privada y el Estado.
2.3. Vitalismo
El Vitalismo surge a mediados del S. XIX y principios del S. XX. No fue una escuela monolítica, pero sus seguidores compartían ideas y actitudes. Dentro del vitalismo podemos destacar a Nietzsche, Bergson, Ortega y Gasset...
El vitalismo surgió como una reacción al idealismo de Hegel y al positivismo de Comte. En términos muy generales, el vitalismo se caracteriza:
a) por considerar la vida como la realidad radical o primera, por tanto, como algo irreductible a cualquier otro tipo de realidad, sobre la que debe centrarse la filosofía. Ahora bien, la vida se entiende de muy diversas maneras, en un sentido espiritualista, biológico, biográfico o metafísico-cósmico. Nietzsche consideró la vida en un sentido axiológico y cultural. Ortega y Gasset la entendió en sentido biológico, pero sobre todo, biográfico, es decir, como existencia humana vivida.
b) La vida se convierte en el criterio que nos permite interpretar o evaluar los valores morales, sociales o de cualquier otro tipo, de manera que sólo aquellos valores que sirvan para acrecentar y estimular la vida serán legítimos; los que la anulen, deberán ser cambiados.
c) La razón es entendida como una manifestación más de la vida. Ortega, en concreto, rechaza las concepciones tradicionales de la razón como algo ajeno o desarraigado de la vida, él propone el “raciovitalismo”.
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